lunes, 24 de diciembre de 2012

Heavy Christmas and a Metal New Year

Mi barriguita sonriente y yo os deseamos felices obviedades y pánfilo año huevo. Da igual que la crisis vaya a más o que sea un 13 (no soy supersticiosa), quiero que seáis tan felices como yo espero serlo :). Como, salvo inspiración repentina que me asalte en un rato libre, no creo que escriba nada más por aquí hasta que pasen, os deseo que celebréis estas fiestas como os apetezca con quien os dé la gana y conmemoréis lo que os salga de los kinder, seáis creyentes, ateos, agnósticos o semidesnatados, y que las disfrutéis como yo las veo: la celebración de una nueva oportunidad. Nos vemos el año que viene ;).




miércoles, 5 de diciembre de 2012

Vuelva usted pasado mañana

Nunca tuve una ilusión especial en casarme. No me parece mal, siempre que sea una elección libre y cada uno se lo pueda montar como quiera, pero pensaba que para decidir pasar el resto de tu vida (o por lo menos el tiempo que te apetezca) con alguien lo imprescindible son el amor, el respeto y las ganas de compartir tu tiempo, tus aficiones y tus ocupaciones, si se da el caso, con alguien con quien estás feliz, a gusto y te consideras compatible. El matrimonio en si no es más que un papel, papel que con cuya firma facilita esa convivencia de cara a las cuestiones legales, eso sí. Si además lo quieres adornar con una ceremonia porque te hace ilusión compartir tu felicidad con tus seres queridos, perfecto. Y si no te apetece, tampoco pasa nada. De hecho, ni siquiera hace falta que para compartir esa alegría firmes previamente un papel, será por falta de ganas para montar fiestas y celebraciones.

En fin, el caso es que cuando me quedé embarazada, Carlos y yo nos planteamos la idea de casarnos. En principio por el niño, aunque comprobamos que, en realidad, a efectos legales el niño tendrá los mismos derechos que cualquier otro, estén sus padres o no casados (al menos, por ahora, que a este paso no me extrañaría que a algún lumbreras de nuestro desgobierno se le ocurriera rescatar la idea de los hijos ilegítimos). Si yo permanecía soltera, era posible que pudiera acceder a ayudas económicas para madres solteras, pero eso en principio es sólo en caso de que, aparte de acreditar mi insolvencia (eso ahora mismo no es difícil :P), demostrara que no convivo con mi pareja ni ésta me mantiene, lo que no es el caso. En cambio, casarnos nos traía más ventajas legales y fiscales, así que decidimos dar el paso. Ya digo que para nosotros es firmar un papel; si más adelante decidiéramos celebrarlo, ya lo haríamos con tiempo, tranquilidad y a nuestra manera (que no será la habitual, eso podéis tenerlo por seguro :P).

Me da que éstos no lo tenían tan difícil
Así que nos pusimos a ello. Y ahí empieza la parte de la historia que justifica el título de la entrada: mientras que en el matrimonio canónico todo son facilidades (la Iglesia se encarga de arreglar los papeles para el juzgado; tú prácticamente sólo tienes que pasar por el aro de los cursillos prematrimoniales, esa farsa que se sacaron de la manga hace unos años para justificarse, queriendo hacer creer que la mayor parte de la gente que se casa por la Iglesia lo hace porque son católicos y creen en el sacramento del matrimonio, y no porque les parece que casarse en una iglesia luce más o por tener contenta a la familia), en el matrimonio civil te tienes que buscar tú la vida y aportar todo lo que te piden: ir al Registro Central (en Madrid, el de Pradillo), pedir cita previa para que te abran un expediente matrimonial, presentarte para dicho trámite el día de la cita con tu pareja y un testigo, amén de los papeles correspondientes: unos formularios que has debido rellenar exhaustivamente (uno de ellos es para el Instituto Nacional de Estadística, así que ni siquiera es necesario para el enlace en si) y que te han sido entregados el primer día que fuiste a informarte y a pedir la cita previa; certificado de empadronamiento (incluyendo el actual y el histórico, en caso de que en los dos últimos años hayas cambiado de domicilio) de los dos contrayentes, certificados de nacimiento de ambos, así como fotocopias de los respectivos DNI. El certificado de empadronamiento lo tienes que pedir en tu municipio; el certificado de nacimiento lo puedes pedir por internet siempre que pidas el literal, para lo cual necesitas consignar todos los datos que te piden. Si todo va bien, el día que has sido citado (que es ya la tercera vez que vas al Registro) abren tu expediente matrimonial, y una vez concluido te avisan para que sepas que ya puedes ir a pedir cita allí donde quieras casarte. Si es en Madrid capital, tendrá que ser un día entre semana, nada de sábados o domingos, y ni siquiera cualquier día de lunes a viernes, porque en muchas juntas municipales sólo casan un día determinado de la semana, o incluso un solo día al mes. En total, el tiempo mínimo estimado desde que decides casarte y empiezas los trámites hasta que, efectivamente, te casas, es de al menos dos o tres meses, y eso si todo va bien y no hay ningún contratiempo. Esto no es Las Vegas, cariño.

Como habréis adivinado ya a estas alturas, no es mi caso :P. Supongo que mi karma ha decidido que últimamente me había tratado demasiado bien, y decidió ponerme las cosas un poco más complicadas. Como algunos sabéis, nací en Suiza porque mis padres estaban allí trabajando, como unos cuantos cientos de miles de emigrantes más. Nada más nacer yo, mi padre fue al consulado de Berna, el cantón donde nací, y me nacionalizó española. Cuando volvimos a España, contando yo con tres añitos, también fue al Registro Central, que entonces se encontraba en María de Molina, y volvió a inscribirme. Hasta ahí, todo correcto. Como nunca había necesitado solicitar mi partida de nacimiento para ningún otro trámite, era una novata en estas lides burocráticas. Así que descubrí que no podía pedir mi certificado por Internet, cosa que Carlos, para suerte suya, sí pudo hacer, porque me faltaban justo los datos de mi inscripción en María de Molina (los de Suiza constaban en el libro de familia de mis padres). Bueno, no hay problema: como estoy parada y tengo toooodo el tiempo del mundo, al menos según el criterio de la Administración, para perderlo en sus oficinas, me fui una mañana a la calle Montera, donde se puede solicitar dicho documento en persona. Como eso por suerte sí está informatizado, imprimen la copia escaneada del registro en papel que en su momento debieron de cumplimentar en María de Molina, que incluye la copia del registro original de Suiza además de los datos que faltaban, los del tomo y la página del libro del registro español.

Ahí es donde comienza mi odisea: a mis 40 años, con casi tres décadas de experiencia en pringar mensualmente artículos de higiene íntima, y manifiesta e innegablemente embarazada en el momento presente, descubro que soy VARÓNN.

Sí, VARÓNN. Además, tal como lo escribo, con dos enes y en mayúsculas. Toma ya. No sabía si descojonarme de la risa, entrar en una crisis existencial sobre mi naturaleza sexual, presentar mi caso a la revista Nature como el del primer hombre en la historia de la humanidad que se queda embarazado o ir a la televisión para forrarme contando mi historia en los programas de cotilleos. Al final decidí optar por la primera opción y suponer que la confusión sobre mi sexo se debía a: 1) un despistado funcionario suizo que en vez de aprender español por el método Vaughan debió de optar por el método Milton y así le fue, o 2) un funcionario español del consulado que ese día estaba de resaca, o griposo, o era un tonto a las tres crónico e irremediable. Porque, a todo esto, no contento con equivocarse sobre mi sexo y encima escribirlo mal, también se equivocó con la fecha de nacimiento de mi padre, quitándole de golpe diez años y tres meses de edad. Eso sí que es un método antienvejecimiento efectivo, oiga.

Ya digo que soy una novata en ciertos aspectos de la burocracia e, ingenua de mí, creí que dos errores tan manifiestamente tontos podrían ser fácilmente subsanables, así que el día que teníamos cita para que nos abrieran nuestro expediente matrimonial, fuimos acompañados de mi suegro, que está jubilado y además es un encanto de hombre que siempre está dispuesto a ayudarnos, para presentarlo como testigo. Menos mal que Carlos también podía pedir un justificante para el trabajo. Presentamos los papeles ante una funcionaria, por lo demás bastante amable y diligente, y le comento casi de pasada el chistoso error sobre mi condición sexual y ese pequeño detallito sobre la fecha de nacimiento de mi señor padre, pensando que lo podrían arreglar allí mismo. JA-JA-JA. Y otro JA.

La chica, aunque comprende perfectamente mi problema y está de acuerdo en que es absurdo, me dice que no pueden arreglarlo ellos, y que mientras no lo corrijan no pueden continuar con el expediente; al menos éste no queda anulado, pero sí paralizado. Me dice que vaya de nuevo a Montera, que allí se encargarán. (A todo esto, también a Carlos le hacía falta un certificado de empadronamiento histórico para demostrar dónde vivía antes de empadronarse en Madrid... Así que le toca a mi suegro ir a pedirlo al Ayuntamiento de Móstoles. Guay. Eso al menos lo resolvió en pocos días.)

Me voy directamente a Montera para no perder más tiempo, y de ahí lanzan la pelota a la calle Bolsa (suerte que está cerca y se puede ir andando), donde se encargan de corregir estos errores. Y ahí llega lo mejor: me dicen que el fallo es del registro original, para lo cual tienen que mandar los papeles a Suiza; una vez el registro sea corregido, enviarán los papeles de vuelta a la calle Bolsa, de ahí me los mandarán a casa por correo, y entonces podré volver a Pradillo a que me reabran el expediente matrimonial ... Ése fue el punto exacto en el que se me cayó el alma a los pies. Pero aún tuve el valor de preguntar al funcionario que me atendió cuánto podía tardar ese trámite; como os podéis imaginar, me dijo que no lo sabía y me facilitó el teléfono del consulado de Berna, por si quería llamarles para saber cuándo les iban a llegar los papeles...

De modo que allá se quedó la copia de mi partida de nacimiento original, en la que consta que soy un VARÓNN. De esto hace ya más de un mes. Volví a llamar hace poco y me dijeron que sólo podían decirme que el proceso estaba en trámite, pero no cuánto tiempo duraría. Intenté ponerme en contacto telefónico infructuosamente con el consulado de Berna (llamando tanto desde el móvil como desde el fijo me salía una voz grabada que me advertía de que dicho número no existía), así que al final opté por buscar en Internet, y en la página web del consulado encontré un correo electŕonico al que dirigirme; les escribí y un par de días más tarde me contestaron que todavía no les había llegado nada. Supongo que mi certificado de nacimiento, junto con los papeles que tuve que rellenar para pedir que corrigieran los errores correspondientes, estará todavía guardado en algún cajón de la calle Bolsa, o bien en la caja de una valija que no sé cuándo saldrá en dirección a Suiza.

Decidí tomármelo con paciencia. Prefería casarme antes de que naciera mi hijo, más que nada por comodidad, pero ya puestos, asumí que si había que ir al juzgado o junta municipal que terminemos por elegir con nuestro churumbel en brazos o incluso de la manita, no era tan grave. Con lo que no contaba es con que, mientras, a cierto ministro al que ya había sufrido como alcalde de mi ciudad durante la friolera de ocho largos años, tan largos que me habían parecido dieciséis, se le iba a ocurrir la brillante idea de empezar a cobrarnos por todos esos trámites que antes eran gratis. Señoras, señores: ha llegado el TASAZO. Cuando se empiece a aplicar (porque, por mucho que protesten incluso los jueces sobre los que manda este señor, lo va a aplicar igualmente por mor de sus santos testículos), trámites que hasta ahora sólo me han costado tiempo y billetes de metro, como pedir un certificado de nacimiento, van a dejar de ser gratis. Igual que tampoco va a serlo casarse: hasta ahora, lo que es el trámite estricto de firmar tus papeles de matrimonio en tu municipio de residencia no se cobra; sólo tienes que pagar si quieres casarte en otro municipio que no sea el tuyo. Una vez que se implante el tasazo, va a tocar pasar por caja. Y no creo que vayan a cobrar cinco euritos, no. Así que, si la tradicional parsimonia en la ejecución de los trámites legales, acrecentada por la falta de recursos que últimamente se está agravando gracias a los recortes de nuestro ya mencionado desgobierno (que les servirá de excusa para promover la privatizacíón de esos servicios, alegando que lo privado es más rápido y eficiente que lo público), si esa parsimonia, digo, no lo remedia, para cuando me quiera casar ya se nos habrá echado el tasazo encima y nos tocará apoquinar por algo que, unos meses antes, nos habría salido gratis.

Puedo tomármelo por el lado gracioso: a lo mejor, de esta forma Ruiz Gallardón, ferviente católico practicante del “a Dios rogando y con el mazo (de juez) dando”, hace más por las uniones sin papeles y el amor libre que más de treinta años de (supuesta) democracia aconfesional. Pero no me hace ni puñetera gracia que, justo ahora que yo no tengo ingresos y debo depender del sueldo de mi novio, que en breve deberá mantener también a nuestro hijo, nos toque pagar un dinero que se supone ya habíamos aportado con nuestros impuestos y cotizaciones. Soy consciente de que, de todos los problemas que plantea el tasazo de Gallardón, el mío es el más irrisorio. Pero me toca las narices tener que pagar por un error que ni siquiera yo cometí, qué queréis que os diga. Ay, mísera de mí, ay, infelice, como diría Segismundo, que también sufría por el pecado de haber nacido. Muchas gracias, señor Gallardón. No cuente con mi voto para las próximas elecciones, desde luego. No lo iba a tener de todas formas, pero con lo que sí puede contar es con que me acordaré mucho de su familia el día que me case.

viernes, 30 de noviembre de 2012

You will survive

Hoy es el último día de mis compañeras (y compañeros, que también los hay :P) de Castor en la Biblioteca Nacional. Si habéis leído anteriores entradas en este blog, sabréis que he trabajado allí, de forma más o menos continuada, desde el año 2006 hasta enero de este mismo año 2012, con algún paréntesis y por medio de dos empresas, Castor y Ever. Todo empezó de forma más o menos fortuita, como suele ocurrir. Siempre me había llamado la atención el trabajo en las bibliotecas, pero en su momento estudié Filología Hispánica, porque también me gustaba y porque ni siquiera me había enterado de que hacía pocos años que habían restablecido la carrera de Biblioteconomía y Documentación (sí, por lo que me contó un compañero, resulta que era una antigua carrera que se cargaron a principios del siglo XX de los planes de estudio universitarios, tanto tiempo ya que nadie se acordaba de ella). Unos años después de terminar mi carrera y de dar tumbos por el mundo laboral, conocí a mis queridas alkalinas en un curso de gestión y producción editorial que hice en Alcalá de Henares. El curso no sirvió para que consiguiera trabajo, pero sí para conocer a unas amigas que espero que sean para toda la vida, y para que dos de ellas, Bego y Vero, me aconsejaran que hiciera el curso de auxiliar de bibliotecas y centros de documentación de la Cámara de Comercio. Ya estaba cansada de cursos, pero tampoco tenía nada mejor que hacer, así que dije, ¿por qué no? 

¿Estará aquí nuestro futuro?
Hice ese curso, y en él conocí a Olga, una compañera de curso que poco después fue contratada por Castor para trabajar en la Biblioteca Nacional, y ella misma fue la que me sugirió que les mandara currículum. Eso hice, y ese verano me llamaron para trabajar allí supliendo a los que estaban de vacaciones. Después hubo un paréntesis en el que estuve trabajando en las oficinas de la Casa del Libro, luego estuve más tiempo trabajando de nuevo en la Nacional, esta vez contratada por Ever, y en el 2009 volví a Castor. Dicen que una vez castora, castora siempre :P. No tanto por la empresa, de la que podría hablar mucho pero prefiero no decir nada, sino por la maravillosa gente con la que he tenido la suerte de encontrarme allí. Los compañeros del Salón General, de Revistas, de Cervantes, de Información, del SDB y de otras secciones de las que seguramente me olvido pero por mi mala cabeza, no por mi voluntad, también los del Depósito Legal con los que estuve dos años, que se dice pronto, los de la sede de Alcalá de Henares... Muchos ya se fueron en su momento, buscando mejores horizontes. Incluso ha habido un caso de un castor que se transformó en un flamante señor Zorro, y que ahora afronta una lucha diferente pero parecida. Otros han seguido aguantando como campeones. Algunos ya hemos pasado por el trance de tener que enfrentarnos al mar abierto porque no nos dejaron seguir en el barco, entre otras cosas porque lo están desmantelando: ya se han llevado las velas, están tirando los remos para hacer leña con ellos y no pararán hasta que sólo quede el casco de la nave, desguarnecido y a la deriva. Me da pena pensar dónde acabará encallando. Tal vez, dentro de no tantos años, un náufrago se topará en una playa desierta con unas estatuas sobresaliendo de la arena. Él seguramente no lo sabrá, pero una de ellas podría ser la de Miguel de Cervantes, esa otra que asoma por allí la de Félix Lope de Vega y Carpio, y aquella otra coronada probablemente sea la de Alfonso X el Sabio...

¿Serán esos los últimos restos de la Biblioteca Nacional? Quién sabe. De momento, hoy mis últimos compañeros de Castor cruzarán la pasarela que les llevará a otra orilla por obra y gracia de un ERE que dejará en la calle a 45 personas en total. Como todo cambio, asusta. Pero también promete un nuevo camino que puede llevar a otros puertos donde desembarcar en tierras inexploradas y promisorias. Ánimo, mis chicas y chicos, hay vida más allá de Castor y de la Biblioteca Nacional ;). Un beso, un abrazo y mucho ánimo para cada uno de vosotros, todos los que estáis, los que no estáis pero habéis estado y de una forma u otra ahí seguís (si me olvido de algunos, que seguro que sí, que me disculpen, que ya digo que no es por mi voluntad sino por mi mala memoria): Olga, Marta, Cris, Inés, Sandra, Laura, Celia, Maca, Almudena, Miguel, César, Roci, Ro, Raquel, Nuria, Fernando, Manu, Igor, Ricardo, Kike, Álvaro, Raúl, Elena, Carol, Abdón, Covi, Pattry, Nat, Santi, Carmen, Charo, Dolores, Sole... Además de algunas de mis alkalinas que también pasaron por allí, claro.

Va por vosotros.

martes, 27 de noviembre de 2012

Los patriotas

Hoy no escribo yo la entrada. Sólo la dedico a difundir un artículo que me ha parecido muy interesante y esclarecedor, y que suscribo totalmente. Es curioso, yo nunca me he sentido especialmente patriota, pero ahora va a resultar que soy más patriota que los que así se llaman a si mismos... Es un artículo largo, pero merece la pena leerlo. Como dice su autor, Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas en la Universidad Pompeu y Fabra, al final del artículo, "Le ruego al lector que haya considerado de interés este artículo, que lo distribuya ampliamente, pues los medios de mayor difusión no publican jamás este tipo de artículos. La dictadura mediática exige una respuesta movilizadora que permita presentar otros puntos de vista distintos y críticos de la sabiduría convencional del país que se reproduce a través de tales medios." No creo que mi blog tenga un gran alcance, pero algo aportará, aunque sea sólo un par de pasitos más.

Aquí os enlazo el artículo:

¿Quiénes son los patriotas?

Que tengáis buena tarde :).

jueves, 22 de noviembre de 2012

Vídeos de primera

Una de las mejores cosas que puedes hacer en la vida es rodearte de buenos amigos. Si encima tienen talento y gracia como estos amigos míos, mejor que mejor. Y lo mejor de todo es que esto lo han hecho por pura diversión, para que nos echáramos unas risas con ellos. Así que creo que se merecen de sobra que les dedique una entrada.

El caso es que estos amigos míos vieron el vídeo de la canción "Everything Changes" de Eytan and the Embassy. Se les ocurrió que podían hacer algo similar, pero con otras canciones, formando un popurrí. El resultado es el que vais a ver en el vídeo que ellos mismos realizaron: hicieron algunos ensayos previos, por supuesto, pero el vídeo es tal cual lo vi yo junto con el resto de la panda de locos que nos juntamos, en vivo y en directo, sin cortes ni trucos. Tras unas cortinas que separaban el improvisado plató, estaban nuestros amigos realizando el vídeo, y gracias a un circuito cerrado de televisión que habían montado nosotros podíamos ver de manera simultánea lo que hacían a través de una pantalla de televisión, en la que se veía exactamente lo mismo que vais a ver en el vídeo. Lo único que ha sido modificado es la pista de audio, supongo que para mejorar la calidad del sonido, lo que por una parte es una pena porque no se escuchan nuestras risas (esperamos ansiosamente el making off), pero todo lo demás está tal cual, sin ningún arreglo. Teniendo en cuenta los medios técnicos con los que contaban, que seguramente no tienen nada que ver con los que se usaron en el vídeo original, con el que apenas hay diferencia, lo de estos chicos tiene mucho mérito. Por no hablar de lo divertido que es el vídeo :D. Así que os dejo ya el vídeo en cuestión (en Youtube y también en un enlace a Vimeo, para los que tengáis dificultades para verlo en el móvil) para que lo disfrutéis:


 


;-)

lunes, 12 de noviembre de 2012

Abierto por huelga general

Como sabéis, el 14 de noviembre está convocada una huelga general. No sólo aquí, sino en otros países europeos: Italia, Francia, Portugal, Grecia, Bélgica, Malta y Chipre. Es decir, los países más machacados por la crisis y la política de la nefasta Troika salvo Irlanda, además de Francia y Bélgica, que me imagino que estarán poniendo sus barbas a remojar; supongo que Malta y Chipre también estarán sufriendo esa crisis, aunque sean tan pequeños que no salgan en las noticias.

Reconozco que no seguí la huelga anterior de 2010. Ya sé que suena a excusa, pero con mi antiguo sueldo de nimileurista iba tan pillada que no me podía permitir perder un día (ya sabéis que por un día de huelga no te descuentan sólo lo que te correspondería cobrar por ese día, sino también la parte prorrateada por vacaciones, pagas extras y demás; total, que la broma te puede salir por un pico). También, la verdad, no estaba muy conforme (y sigo sin estarlo) con los sindicatos convocantes. Entonces todavía no había surgido oficialmente el 15M como movimiento que pudiera aglutinar a los que no queríamos seguir a los sindicatos oficiales pero tampoco estábamos conformes con la situación, así que ese día fui a trabajar. Algunos compañeros y amigos míos sí hicieron huelga y aplaudí su decisión. Con todo lo que vino después, de haberlo sabido probablemente sí habría hecho huelga, aunque el resto del mes las hubiera pasado canutas. Pero ahora que se convoca otra huelga me vuelven a escamotear la posibilidad de seguirla: estoy sin trabajo.

Bonito panorama, la verdad. Casi seis millones de españoles no podremos hacer huelga laboral porque no tenemos trabajo. Por otra parte, el gobierno actual, que cada día va adquiriendo un gris más cadavérico, digno de zombis resucitados de los años 70, se dedica a criminalizar y perseguir las manifestaciones en la mejor tradición del no tan antiguo régimen. Eso ha provocado que desista de asistir a las manifestaciones que se convocarán para ese día, y me da rabia porque en cierto modo es un triunfo para ellos. Pero en mi estado no quiero arriesgarme a llevarme un porrazo o un empujón de un antidisturbios y que mi niño sufra las consecuencias. Nunca antes me había planteado ese problema: hace años, asistí a manifestaciones como la del no a la guerra o a la del 12M, y también estuve en las primeras concentraciones y manifestaciones del 15M; en ellas siempre vi a todo tipo de personas, incluidas familias con niños, y el único inconveniente que sufrí fue en una de las de Acampada Sol, que quisimos llegar a entrar en Sol pero estaba tan petado que nos tuvimos que volver a subir por donde habíamos bajado, la calle Montera, y durante unos minutos sufrimos cierta incomodidad por el apelotonamiento. Pero nunca se me había ocurrido que volveríamos a ver escenas como las de las últimas manifestaciones, especialmente las de "Rodea el Congreso", en las que los antidisturbios persiguieron con saña a los manifestantes. Que se quiera criminalizar la resistencia pasiva o la convocatoria de manifestaciones me suena tan orwelliano que me da escalofríos. 

Así pues, el seguimiento de los métodos tradicionales de huelga, al menos en mi caso, parece descartado. También habría que ver si esos métodos siguen siendo válidos, aunque no tanto por los métodos en si, sino porque sus efectos ya no son los mismos que antes. Los sindicatos mayoritarios están vendidos desde el momento en que se financian con subvenciones del Estado, y el gobierno actual desdeña tan descaradamente las reivindicaciones de los huelguistas que parece que no sirve de nada convocar una huelga. Mucho me temo que el día 15 Marianico el Corto declarará tan ufano que el seguimiento de la huelga ha sido ridículo y se volverá a atribuir el apoyo de la mayoría silenciosa que, según él, otorga porque calla. 

Pues no, Mariano. Porque no asista a alguna de las manifestaciones convocadas para el día 14 o no acuda a mi puesto de trabajo, más que nada porque no lo tengo, no quiere decir que esté apoyando tu desmantelamiento de los últimos vestigios del escasito Estado de bienestar del que apenas habíamos empezado a participar. Hay otras maneras de apoyar la huelga. Una de ellas es la huelga de consumo, y espero que haga la suficiente pupa. Al menos ahí sí puedo contribuir, absteniéndome de comprar nada, de desplazarme en transporte público o privado y consumiendo la menor cantidad de energía posible. Igual que el día 15 iré a hacerme unos análisis que en principio tendrían que haberme hecho el día 14: la administrativa que me atendió en citaciones me advirtió de que ese día había huelga, y yo misma le sugerí que me diera cita para otro día, el siguiente o el que fuera: por un día que tarde en hacerme esos análisis no me va a pasar nada, y es mi forma de apoyar a los profesionales sanitarios a los que les están quitando, entre otros muchos derechos, el de poder asistir en condiciones dignas a los que necesitamos sus servicios.

Y gritaré, gritaré bien alto. Obviamente, no lo haré a través de los medios tradicionales que vosotros controláis: ya me imagino que la televisión pública hará un seguimiento informativo de la huelga similar al que ya hizo en su momento Urdaci, reduciendo la importancia que pueda tener la huelga tanto como pueden reducir al absurdo las siglas a las palabras. De la prensa escrita, para qué hablar: seguro que La Razón y sus colegas volverán a hacerle la competencia a El Mundo Today con titulares propios de un festival del humor idiota. Pero lo haré por otros medios como las redes sociales, o como estoy haciendo ahora mismo con este humilde blog, que no llegará muy lejos, poco más allá si acaso del portal de mi casa, pero si no es él, otros pueden conseguirlo. Gritaré: no, Mariano, no te voté, no me representas, no estoy de acuerdo contigo en nada de lo que haces, y no conseguirás convencerme. Tal vez el día de mañana mi hijo no tendrá las mismas oportunidades que tuve yo, pero lo que sí puedo hacer es enseñarle que otro mundo es posible.

lunes, 5 de noviembre de 2012

La flor del Norte

No soy buena reseñando libros, artículos y otros escritos. Vergüenza debería darme como filóloga que soy, pero nunca he conseguido dominar el arte del comentario XD. Aun así, de vez en cuando encuentro obras que pienso que merece la pena comentar porque me han parecido muy valiosas, tanto por su valor artístico propio como por el conocimiento añadido que aportan. Es el caso de una novela histórica que me ha prestado mi amiga María, y que paso a comentar:

La novela en cuestión es La flor del Norte, de Espido Freire. La verdad, la leí porque mi amiga me la recomendó y me fío mucho de su criterio, ya que en general la novela histórica no es que no me atraiga, sino que me temo que, como género, está bastante contaminado de morralla. Con eso de que el argumento, en cierto modo, ya está servido, me da la impresión de que es pasto de muchos malos escritores que, a falta de imaginación, creen que con meter un poco de intriga y algunas escenas escandalosas, ya tienen servido el best seller. Por no hablar de la nefasta moda de la novela de intriga esotérica que utiliza la Historia como excusa para desencadenar la trama, que para el gran público inició Katherine Neville con El 8 y consagró Dan Brown con El código da Vinci. Ejemplos claros, sobre todo el último, del best seller en su peor sentido: entretenidos de leer, no lo niego, pero absolutamente nada más, sobre todo en el caso de Dan Brown; pura literatura kleenex de usar y olvidar. Puesto que no me sobra tiempo precisamente para desperdiciarlo con mala literatura, en cuanto una novela me huele aunque sea ligeramente a esa clase de subgénero, la descarto.

Realmente, como en otros géneros, el resultado depende sobre todo de la maestría del autor. Dejando aparte esa marea de novela pseudohistórica mal escrita, quedan bastantes ejemplos estimables de novela histórica bien escrita. Ya son clásicos ejemplos como Yo, Claudio de Robert Graves, así que no me extenderé más. En cambio, no había leído nada de Espido Freire, ni siquiera la novela con la que alcanzó la fama y el premio Planeta, Melocotones helados. Reconozco que una vez más mis prejuicios me llevaban a asociarla con contemporáneas suyas del estilo de Lucía Etxebarría que no me simpatizan especialmente, como diría el Chavo del 8 :P, aunque no ponía en duda que su obra tuviera cierta calidad literaria. Pero, como digo, no me sobra tiempo para leer y siempre tenía otros libros pendientes. Pero hice caso de mi amiga, y ahora me alegro de ello. La flor del Norte, tanto por su temática como por lo logrado de su estilo, me ha satisfecho más de lo que me esperaba.

¿Y qué o quién es esa flor del Norte? Así es como llamaban a Kristina Haakonardóttir, Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega, que por carambolas de las alianzas matrimoniales entre casas reales europeas acabó casada con don Felipe, infante de Castilla y hermano de Alfonso X el Sabio. De ella no se sabe mucho, aparte de que murió en Sevilla, en 1262, por causas desconocidas, a los 28 años de edad. La suposición habitual es que no fue capaz de adaptarse al clima andaluz, y eso unido a la melancolía de la lejanía de su tierra natal precipitó su fin. De su largo viaje a través de Inglaterra y Francia da cuenta una saga de Sturli Thordasson, sobrino del famoso poeta islandés Snorri Sturlusson, autor de la Edda menor y otras sagas.

Basándose en esos pocos datos y en lo que se conoce de ambas cortes, noruega y española, de esa época, Espido Freire construye una trama muy interesante y verosímil. Se puede decir que la novela tiene dos partes, aunque no estén diferenciadas formalmente: la vida de Kristina en la corte de su padre, y su posterior periplo por la Castilla de Alfonso X. Como me atrae muchísimo todo lo que tenga relación con los países nórdicos, su cultura y su historia, no puedo negar que la primera parte me ha encantado. Se nota que las fuentes históricas de ese período todavía deben de estar influidas por las leyendas de la época y es difícil deslindar lo que es mito de lo que es historia, pero eso no le quita mérito al relato y le dota de un gran encanto. Me ha parecido deliciosa la manera en que Freire retrata la corte noruega, cómo se nota que la transición entre el feroz mundo vikingo marcado por las luchas entre los dos clanes noruegos principales, los bagler y los birkebeiner, y la corte de Bergen, más refinada y que aspira a asimilarse a otras cortes europeas e integrarse en el orbe cristiano, aún no está completada y la frontera entre el antiguo orden pagano y el nuevo cristiano aún es muy difusa. De entre la familia real, destaco especialmente el personaje de la abuela de Kristina, Inga de Varteig, de origen humilde pero con una determinación por sobrevivir tan férrea y una astucia tan afilada que llegó a ser reina y madre y abuela de reyes.

Podría parecer que la parte "castellana" es menos atractiva en ese sentido, ya que, aparte de estar bastante documentada históricamente, nos es más cercana. Pero también es muy interesante conocer los entresijos de la itinerante corte castellana de Alfonso X, y ver al rey y a su numerosa y variada familia a través de los ojos de Kristina. Comprobamos la paradoja del rey del que ha perdurado su fama de sabio a través de los siglos y que, sin embargo, empeñado como estaba en conseguir la corona del Sacro Imperio Romano (empeño al que, por cierto, el padre de Kristina había renunciado, demostrando más sentido común), desangraba el reino de Castilla con impuestos para obtener más oro con el que sufragar su empresa, que como sabéis al final resultó vana. También resulta apasionante el personaje de su suegro, Jaime I de Aragón, que aparece brevemente pero deja una huella propia de un coloso de su tiempo. Por no hablar de la variada colección de hermanos de Alfonso X, cada uno con su propio carácter, y de las intrigas de la reina Violante, su esposa. Lo mejor es el retrato de la sociedad de la época, tan estratificada. No sólo la división entre clases es muy patente, cosa que en la sociedad noruega también ocurre aunque parezca menos evidente, sino que, sobre todo, nos resulta chocante la naturalidad con que todos, incluida la propia Kristina, asumen el hecho de que exista la esclavitud. A Kristina no le resulta extraño en absoluto que pueda disponer de sus esclavos como quiera, incluidas prácticas extremas como la castración para obtener eunucos, y sin embargo ella misma considera que los trata de manera bastante benevolente.

Es uno de los grandes aciertos de la novela: reflejar la, a nuestros ojos, contradictoria personalidad de la protagonista, que sin embargo no lo es en absoluto: ella piensa y actúa como cualquier mujer noble de la época lo haría, y no ve ninguna contradicción en ello porque para la mentalidad de la época no la hay. La autora hace un esfuerzo, y a mi juicio lo consigue, por reflejar esa mentalidad, y para ello se apoya formalmente en un estilo arcaizante pero que suena natural, no impostado. Es una delicia leer ese castellano medievalizado pero fluido en el que la trama se va desvelando de forma gradual y muy bien dosificada, hasta llegar a un final que puede sorprender y que, obviamente, no es más que una conjetura, pero no por ello deja de ser muy verosímil, y un buen colofón para una historia que tal vez no fue así, pero pudo serlo y, en cualquier caso, reúne las virtudes que creo que deben caracterizar a una buena novela histórica: respetar los hechos históricos en los que se basa y con ellos urdir una trama verosímil y que atrape al lector a través de una narración bien hilada y estructurada y un estilo artísticamente digno y logrado, consiguiendo que hechos y personajes históricos que de por si ya son atractivos lo sean aún más si cabe, sin faltar a la verdad.

En fin, creo que queda claro que recomiendo esta novela :P. Si os animáis a leerla, espero que la disfrutéis.

martes, 30 de octubre de 2012

Winter has come

Día lluvioso, prácticamente invernal. Casi no hay luz, acabo de encender la lámpara de pie del salón para poder ver, y por primera vez desde el invierno pasado he encendido la calefacción. Suena el Hallelujah de Leonard Cohen en la versión de Jeff Buckley, y yo estoy anclada al sofá por mi tobillo esguinzado. Momento ideal para caer en la melancolía, aunque realmente me estoy dejando llevar más por la pereza :P. 

Mientras, las noticias emiten información e imágenes sobre la Nueva York inundada, y bastantes menos sobre Cuba o Haití, que también han sufrido la ira de Sandy, o Argentina, que también aguanta graves inundaciones. Es lo que tiene, el dominio del Imperio. Parece que también domina ya en las conciencias: me entero de que en Madrid y Barcelona hay personas que están demandando a las compañías aéreas porque han cancelado los vuelos a la Costa Este de Estados Unidos, al más puro estilo estadounidense de "te demando porque no me advertiste de que el café podía estar caliente y me he quemado". Encima de que se suspenden esos vuelos por su seguridad. A lo que llega la tontería...

El invierno, por lo que me cuentan, también ha llegado a la Biblioteca Nacional. Hace frío en las salas de lectura, y va a hacer más frío aún en las cuentas corrientes de muchos de mis antiguos compañeros. La empresa que los tiene contratados para trabajar allí (porque, por si no lo sabéis, en la Biblioteca Nacional más de la mitad del personal es subcontratado, como yo también lo he estado) va a hacer un ERE brutal, despidiendo de golpe a más de veinte personas, y eso es sólo entre la gente que trabaja de cara al público, porque en otros departamentos hay muchas más personas trabajando en tareas internas. Gente que lleva trabajando allí varios años, que desempeña sus tareas con profesionalidad, rapidez y eficacia, pero que ganan la mitad de lo que gana un funcionario (y no lo digo por meterme con los funcionarios, que simplemente gozan, o gozaban hasta hace unos meses, de las condiciones de trabajo que deberíamos tener todos) y que siempre están expuestos a los vaivenes de las decisiones de la Nacional y de las empresas que los contratan. Porque en la práctica se trata de una subasta, y la Nacional adjudica los proyectos para trabajar en sus diferentes departamentos a la empresa que mejor (por barata) oferta económica le presenta.

Por ese medio ya somos muchos los que hemos dejado de trabajar allí: la Nacional adjudica los proyectos a las empresas que más le convienen en cada momento, y aunque hasta no hace mucho solía renovar a las que ya estaban si veían que sus trabajadores funcionaban bien, ya que lo lógico es que la gente que lleva trabajando allí años y ya domina el trabajo que hay que realizar continúe haciéndolo, ahora eso le da igual. Tampoco las empresas que entran nuevas están obligadas a mantener a los trabajadores que tenían las empresas anteriores, así que en la práctica, si un proyecto cambia de empresa, cambia también de trabajadores: unos se van a la calle y otros entran nuevos. Yo me he encontrado en ambos casos. A esto se añade el problema de que ahora se está reduciendo la plantilla de manera escandalosa, por exigencia de la Biblioteca Nacional, alegando que no hay presupuesto suficiente, y salen muchos más de los que entran. Y no es sólo que se vaya a contratar a mucha menos gente de la que se despide: los nuevos contratados ya están recibiendo sueldos inferiores a los que se cobraban antes, que ya de por si eran escasos, pero al menos antes daban para vivir, aunque fuera apretándose el cinturón no ya a fin de mes, sino desde el día 5. Ahora, ni eso. Donde yo trabajaba hasta enero de este año, está ahora una becaria que cobra dos terceras partes del sueldo que yo cobraba. Y la pobre ni siquiera protestará porque es una recién licenciada que necesita adquirir experiencia y dará gracias por tener una beca remunerada.

Obviamente, esto se debe a que la mayoría de las empresas, si no todas, enfrentadas a un presupuesto más reducido, primero recortan de donde siempre: de los sueldos de los trabajadores, aunque luego se vean obligadas a recortar también de otros sitios, y tampoco creo que esta política a la larga las beneficie. Pero si las empresas tratan mejor o peor a sus empleados, aunque pueda ser censurable, es algo que no me parece extraño (al fin y al cabo, no son ONGs, van a obtener beneficios, como cualquier empresa privada). Lo que me parece mucho más censurable, demandable y aborrecible es que la propia administración pública, que, por ley y por lógica, debería estar obligada a velar por la calidad de los servicios que administra y de las condiciones de trabajo del personal que presta esos servicios, no sólo no lo haga sino que los empeore conscientemente. Porque ahora se alega que hay crisis, pero estos recortes, al menos en la Nacional, empezaron ya hace unos años, cuando se suponía que todavía había presupuesto suficiente. Ya el hecho de que lleve muchos años externalizando servicios que podría realizar con personal contratado directamente dice mucho de su política administrativa y laboral, cuando está demostrado que está pagando más a las empresas por esos trabajadores subcontratados que si les pagara los sueldos directamente. Pero, claro, se ahorra movidas de contratación, pago a la seguridad social, cotizaciones, bajas, demandas, trato con sindicatos... Es más cómodo así. 

Hablo de la Biblioteca Nacional porque es el caso que conozco más de primera mano, pero quien dice bibliotecas, dice Sanidad, Educación, y un largo etcétera que ya conocéis. Servicios públicos que no se ven como lo que son, una inversión para mejorar a medio y largo plazo el conjunto de la sociedad, sino como gastos que no generan beneficios palpables a corto plazo, que es lo único que ahora importa. Así que se recorta en servicios, en personal, en cosas tan elementales como dar de comer a los niños en el colegio o encender la calefacción en invierno en esos colegios o en las bibliotecas. Y entonces el viento helado se cuela por los pasillos, dejándonos a todos congelados, como fantasmas que vagan por entre los muros derrumbados de una Invernalia abandonada a la oscuridad en la que el agua termal que calentaba sus venas y las nuestras se derrama y se pierde sin remedio. El invierno ha llegado para quedarse mucho tiempo. ¿Conseguiremos levantar de nuevo al sol para que llegue la primavera?

domingo, 28 de octubre de 2012

And the winner is...

Ya llevaba mucho tiempo posponiendo esta entrada por diferentes motivos, y hoy por fin veo el momento de ponerme a ello. Entre otras cosas, porque un esguince me ha obligado a quedarme en casa con la pata quebrada... Pero sin hacer de ama de casa, porque no puedo plantar el pie y me resulta físicamente imposible ponerme a limpiar teniendo las dos manos ocupadas con las muletas :P. Así que mientras mi chico se lamenta de que le hago trabajar como un esclavo con José Guardiola de fondo cantando "Dieciséis toneladas" :P, aprovecho para agradecer por fin como los dioses mandan a las chicas de Envidienmiboda que hace ya unas cuantas semanas me concedieran el premio Versatile Blogger. Es un premio que, básicamente, sirve para dar a conocer blogs que te gustan, y consiste en explicar siete cosas sobre uno mismo y otorgar el premio a otros 15 blogs. No sé yo si sigo tantos blogs XD, pero haré lo que pueda.

En cuanto a siete cosas sobre mí que, probablemente, os importarán bien poco, pero os tengo que contar :P :

1. Por si alguien no lo sabía aún a estas alturas :P, mi música favorita es el heavy metal. Escucho prácticamente todo tipo de música (salvo reguetón, triunfitos, José Luis Perales y otras aberraciones similares), pero el heavy es la música que más me ha marcado, desde luego. Aunque conocer luego otras clases de música y otros ambientes haya abierto mucho mi forma de ver el mundo, seguiré agradeciendo siempre que, a los 14 años, el hermano mayor de una amiga mía nos grabara un par de cintas de Europe y de Bon Jovi. Para más información, revisar anteriores entradas ;).

2. Estudié Filología Hispánica, una carrera casi tan inútil como bonita. Desde un punto de vista práctico, era una elección pésima, pero lo que más me gustaba en el mundo era leer, que, aunque pueda parecerlo, no es el mejor motivo para elegir esa carrera, pero era el que tenía, aparte del hecho de que, aunque me encante la ciencia y sobre todo la astronomía, soy una negada para las matemáticas, así que estaba abocada a estudiar una carrera de letras sí o sí :P. Aunque luego mi carrera laboral haya sido, como poco, irregular y variopinta, no me arrepiento de haber estudiado Filología. Los años de estudiante, desde luego, han sido de los mejores de mi vida, y conocí mucho más que unas materias más o menos atractivas.

3. He vivido casi toda mi vida en Vallecas Villa (o el pueblo de Vallecas, como los mismos vallecanos lo hemos llamado toda la vida). Vallecas es mucho más que un mito urbano. Es un barrio enorme compuesto de otros barrios (Puente de Vallecas, Entrevías, Palomeras, El Pozo, el pueblo...) que a partir de los 70 y sobre todo de los 80 adquirió una fama poco merecida de marginal. Es cierto, hubo mucho chabolismo y la droga hizo estragos en esos años. Pero Vallecas fue sobre todo un barrio obrero (y, si nos remontamos en la historia, un pueblo campesino que surtía de pan a todo Madrid) que siempre estuvo orgulloso de la lucha de sus vecinos por salir adelante. Por supuesto, estoy orgullosa de ser vallecana, aunque por las circunstancias ahora viva en otro barrio (concretamente, en Colonia Jardín, al lado de Campamento y Aluche). Creo que es lo más parecido a un sentimiento nacionalista que voy a experimentar nunca XD.

4. Como también habréis podido deducir del subtítulo del blog, soy friki XD. No lo digo en sentido peyorativo, ni siquiera para alardear (que ahora parece que está de moda). Es algo de lo que yo ni siquiera era consciente; sencillamente, recuerdo que desde pequeña me encantaban las películas de ciencia ficción, los tebeos cuando aún se llamaban así en lugar de cómics... Conservo bastante nítido el recuerdo de la serie de Hulk, por ejemplo, aquella en la que el inefable Lou Ferrigno encarnaba al monstruo verde: la echaban los domingos por la tarde en la 2, mientras en la 1 emitían "La casa de la pradera". Mientras yo me quedaba en el salón con mi padre viendo a Bruce Banner romper camisas (pero no pantalones, qué cosas :P), mi madre se iba a la salita a ver a la insoportable familia Ingals en la otra tele, acompañada de mi hermano, que era tan pequeño aún que el pobre se asustaba de la transformación de Hulk XD. Luego, a los 9 años, en un cine de mi barrio en el que proyectaban películas de reestreno, tuve la experiencia que me marcó definitivamente: vi La guerra de las galaxias (es decir,  el Episodio IV: Una nueva esperanza) y ya no hubo vuelta atrás. A los 14 leí El señor de los anillos, y esa fue la otra experiencia definitoria. Pero no supe que era friki hasta que se me ocurrió apuntarme a un foro, Elfenómeno (mi primer foro en Internet, snifff), en los albores de la tempestad, digo, de Internet, y descubrí que había más gente que tenía los mismos gustos que yo :D. ¡Oh, albricias! En fin, frikis hay de muchos tipos, y de todas las raleas, pero gracias a este mundillo he conocido a algunos de mis mejores amigos. Y al que es el futuro padre de mi hijo, que no es ninguna tontería :P. Pero eso ya lo contaré otro día... si me apetece :P.

5. No consigo aprender a manejar Twitter XD. No es que me vaya la vida en ello, pero me avergüenza un poco reconocerlo, porque seguro que es la cosa más tonta del mundo y no he conseguido cogerle el tranquillo XD. Algún día, supongo... Como si no tuviera más cosas que hacer :P. Me creé una cuenta y todo, pero ahí está muerta de risa. En fin, no os perdéis nada tampoco :P.

6. Soy de izquierdas, por si no lo habíais notado tampoco :P. Ya sé que no está muy claro a estas alturas en qué consiste, aunque de todas formas es algo que no puedo explicar del todo racionalmente. Supongo que en mi caso es casi impepinable: hija de emigrantes, criada en un barrio obrero de tradición republicana y combativa, estudié gracias a becas y nunca he tenido un nivel de vida lo suficientemente alto como para que la tontería llenara mi cabeza más que mis bolsillos. Fui votante del PSOE durante años, cuando votar al PSOE, aparte de ser una tradición familiar, todavía se identificaba con ser de izquierdas (sí, allá por el Pleistoceno muchos aún lo creíamos :P). Luego empecé a votar también a Izquierda Unida, y en los últimos tiempos, sobre todo a raíz del surgimiento del 15M, he votado a partidos minoritarios como Por Un Mundo Más Justo y Escaños en Blanco, en parte porque sus programas me convencían y en parte porque es una de mis maneras de protestar contra un sistema que no rechazo de plano pero sí considero que necesita una reforma muy profunda. El hecho de que ahora se estén cargando todos los logros sociales que ha costado décadas, incluso más de un siglo, conseguir, no hace más que reafirmarme en mis convicciones. Al menos eso no me lo pueden quitar.

7. Mis adicciones son muy poco originales: chocolate, cerveza, comida en general (así nunca seré una chica Zara, lo sé, menos mal que disfruto más con un buen plato de pasta que poniéndome una 38)... Hace la tira de años fumaba, pero lo dejé, y es de las cosas de las que más contenta estoy de haber hecho. En realidad, me considero más bien no fumadora que ex fumadora, porque no he vuelto a echar de menos el vicio desde más o menos seis meses después de haberlo dejado. Aunque entiendo a los fumadores, porque sí recuerdo lo que era pasarlo mal cuando no podía fumarme un piti, una de las cosas que más agradezco de la ley antitabaco es poder ir a los garitos sin tener que aguantar el ambientazo y salir con el pelo y la ropa apestando a humo. Lo siento por vosotros, mis queridos viciosillos, pero estoy totalmente a favor de la ley antitabaco :P.

Bueno, ya está bien de soltaros el rollo. Aunque no sé para qué pido disculpas, éste es mi blog y hago con él lo que quiero :P. Si no queréis, no lo leéis y ya está XD. Pero para que veáis que no soy una borde aunque lo parezca, paso a citar los blogs a los que quiero a su vez conceder este premio. Luego ellos que hagan lo que quieran con él, que entenderé perfectamente que no quieran dedicar una entrada a este premio por falta de tiempo y ganas, o porque simplemente no les apetece contar intimidades, pero quiero mencionarlos para que al menos los conozcáis, porque se lo merecen. A varios de ellos ya les di también el premio Liebster, pero repito porque me siguen gustando:

Desde la Nieve: por los mismos motivos por los que ya le di el premio Liebster: porque es un blog estupendamente escrito y con mucho sentido del humor que da gusto leer; normal, su autora es una escritora que ya es conocida en el ambiente de la literatura fantástica española y dará mucho que hablar (más todavía, sí :P). Su temática abarca sobre todo la literatura y las frikerías en general, pero da para mucho más.

Pornografía Emocional: el blog de Juanma Santiago, uno de los frikis patrios más inteligentes, cultos y con mejor dominio de la ironía de este país. He dicho.

Astrofísica y cuántica: un blog nuevecito, nuevecito, oiga. Como es nuevecito, está bien trabajado y además su temática me encanta, tengo que promocionarlo. Su autor tiene otro blog, por cierto, también muy estimable: All Dark Sides. Dos por el precio de uno, no os quejaréis.

Biosionarios: otro blog dedicado a la ciencia que, con un sentido del humor muy encomiable, sobre todo en estos tiempos, se encarga de la difusión de la ciencia. Mucho ánimo para estos aguerridos biólogos.         

Buenas Noches Nueva Orleans: de nuevo tengo que premiar a este blog, por demostrar que la poesía puede ser el mejor medio para revelar la verdad.

Aura Zombie: descubrí hace poco este blog gracias a que su propia autora dejó un comentario que me pareció muy interesante en una de mis anteriores entradas. Valiente, arriesgado y muy bien escrito, he pasado ya un par de tardes absorbida por sus entradas sin poder parar de leer.

Frikitecaris: bibliotecarios al poder. Y punto.

Super Furry Librarian: lo mismo, con el añadido de un zorrito muy mono y popero.

Aquí hay una historia: y muy buena, por cierto. Probablemente su autor ni siquiera desee que lo promocione, es un blog muy personal. Pero escribe tan bien y cuenta cosas tan interesantes (no os perdáis su entrada sobre los zombis) que me parecería injusto omitirlo. 

Roles son amores: incluso para mí, que no soy nada jugona, este blog me resulta interesante por la forma tan amena que tiene su autor de escribir sobre una de sus mayores aficiones. Muy recomendable, sobre todo si eres un rolero de pro, pero también interesante si tienes curiosidad por un campo aún desconocido para ti. De paso, vuelvo a recomendar otro blog del mismo autor, Rydwlf, una muy estimable fuente de conocimientos sobre la mitología y la cultura nórdicas.

Envidien mi boda: cómo no, tenía que terminar con las autoras del blog que me han concedido este premio. Quién me iba a decir que me iba a interesar un blog sobre bodas, pero es que estas chicas se lo curran un montón y ofrecen información muy variada.          

En fin, ahí están mis premiados. No han sido quince, pero casi. Espero que disfruten el premio y que hagan con él lo que quieran. Al menos, sé que no os soltarán un rollo kilométrico como el que yo os he soltado XD. Si habéis leído hasta aquí, enhorabuena, vosotros os lleváis el premio a la paciencia del siglo. Pero no me odiéis mucho, la culpa fue del esguince :P.


lunes, 22 de octubre de 2012

La tripa también tiene glamour

En la entrada anterior, anunciaba mi embarazo. Soy muy feliz y en líneas generales no me puedo quejar, pero sí hay algo con lo que no estoy conforme: la ropa premamá. Si a alguien que tenga unos kilos de más ya le cuesta encontrar ropa atractiva y no parecer que viste de su señora madre (sé de lo que hablo, mi talla habitual es la 44, aunque con el cachondeo de tallaje que hay en este país tengo prendas desde la 40 hasta la 46), el panorama de la embarazada es más desolador de lo que me esperaba.

A ella se lo hacen exclusivo, claro, así cualquiera.
Ya estoy acostumbrada a buscarme la vida para encontrar ropa que me guste y que me siente bien. Soy consciente de que no todo me tiene por qué sentar bien y tengo unos gustos bastante particulares, pero no me parece que unos pocos kilos de sobrepeso justifiquen que me tenga que vestir como una señora de medio luto. Ya hace un tiempo (algunos lo recordaréis) me quejé de que me costó encontrar un bañador de natación que no fuera negro. Me encanta vestir de negro, desde luego, pero cuando yo quiero, no cuando me lo impongan los diseñadores y los fabricantes. Lo mejor fue cuando el dependiente de una tienda de deportes me soltó tan pancho que "es que la gente que tiene tallas grandes suelen pedir bañadores de color oscuro". Es decir, que: a) me estaba llamando gorda por todo el morro (con todos mis respetos a las chicas gordas de verdad, pero es que no lo estoy, joder, sólo tengo un poco de sobrepeso y no mucho) y además: b) daba a entender algo que me pareció desolador: tenemos tan asumido que si te sobra algún kilo ya no tienes derecho a vestirte como te dé la gana que la mayor parte de la gente con sobrepeso se resigna a vestirse con sobriedad (es decir, en toda la gama de grises, marrones y azules marinos -argh, los odio- y con hechuras dignas de una monja de clausura) y ni se les ocurre comprarse algo llamativo. Ni qué decir que no volví a esa tienda.

El caso es que, como decía, me he acostumbrado a buscar las tiendas donde puedo encontrar ropa que me guste, que no parezca sacada del armario de mi señora madre (otro asunto es que las señoras tengan que vestir como señoras, pero eso ya da para otra entrada) y que me siente bien. En los últimos años la moda se ha vuelto más variada en cuanto a colores y hechuras, por suerte, así que más o menos he ido surtida. También, como estoy en el límite difuso entre talla grande y normal (ya digo que para mí la 44 no es una talla grande, aunque para algunos fabricantes sí lo sea, pero para otros, afortunadamente, no), me solía apañar con las tallas L de la mayoría de los establecimientos. De modo que cuando vi que me tenía que empezar a comprar ropa premamá porque los pantalones, mallas y faldas que tengo me habían dejado de valer, pensé que no me costaría mucho encontrar la misma variedad. Craso error. Si la sección de tallas grandes de la mayoría de las tiendas de ropa y grandes almacenes ya es poco variada tirando a deprimente, la de embarazadas es, por añadidura, casi inexistente. Ni siquiera la marca más conocida entre las especializadas en ropa premamá y para bebés, que no citaré para no hacer publicidad, tiene un gran catálogo. Obviamente, no es que vaya a comprarme mucha ropa, porque para usarla unos meses nada más no me merece la pena gastarme un pastizal, y por otro lado todavía puedo tirar con vestidos amplios que tengo de otras temporadas. Pero ésos me durarán como mucho hasta el séptimo mes o así, cuando mi tripón alcance un volumen considerable y ya no me sirvan mis vestiditos y blusones de talla L. Tampoco es que cuente con muchas opciones en la ropa de tallas grandes, que además no sienta igual al no estar confeccionada específicamente para un cuerpo cuyo rasgo distintivo es un vientre voluminoso, pero no necesariamente el resto del cuerpo tiene por qué adquirir el mismo volumen. Entonces, ¿qué? ¿Estoy condenada a vestirme de forma anodina y no según mis propios gustos? ¿Me tendré que plantar un poncho andino si quiero lucirme con algo de color? ¿Me tendré que hacer yo la ropa si quiero algo distinto? ¿Las gordas y las embarazadas no tenemos derecho al glamour? ¿Por qué? ¿Porque no somos perchas humanas que cubrir con un vestido para que se luzca el diseño, sino que, al contrario, es la ropa la que se tiene que adaptar a nosotras? ¿Porque no parecemos sexis? (Por cierto, aparte de que a muchos hombres no les importan unos kilos de más, sino al contrario, sé de buena tinta que a no pocos hombres les provocan bastante morbo las embarazadas... y no digo más :P.) ¿Es que no hay mercado para todos los millones de mujeres gordas y embarazadas que hay en el mundo? Porque digo yo que poquitas precisamente no somos. Esto de intentar que sea el cliente el que se adapte al producto que se ofrece y no al revés me sigue pareciendo un sinsentido.
Supongo que a Karl Lagerfeld le dará un pasmo si ve esto.

Al final me apañaré, me buscaré la vida por Internet si es necesario, y tiraré con tres o cuatro prendas básicas pero que espero que al menos me gusten. Nada fuera de lo habitual, por otro lado. Pero quería dejar constancia de algo que, claro, hasta que no te afecta directamente no te das cuenta de ello, pero una vez que te percatas, da bastante por saco, la verdad.

viernes, 19 de octubre de 2012

El misterio de los perritos calientes, por fin resuelto

Hace unas cuantas entradas, mencionaba unos perritos calientes. No sé si alguien lo leyó XD, y si lo hizo, si se preguntó qué quería decir con eso de los perritos calientes o no le importó un carajo :P. Realmente no es algo mío, sino que lo he tomado prestado de unos amigos: por una historia que no contaré porque es cosa de ellos y además no quiero irme por las ramas (pero que es mucho más inocente de lo que os podáis pensar :P), su forma de comunicarse que comparten un secreto es decir: "¡perritos calientes!". Bueno, pues desde hace un tiempo yo tengo mis propios perritos calientes. O tenía, porque desde este momento desvelo mi secreto: estoy embarazada :D. No es que lo ocultara por nada en especial, sólo quería asegurarme de que todo iba bien antes de lanzar la noticia a los cuatro vientos, así que se lo he ido contando a aquellos que he tenido oportunidad de ver en persona, y ahora ya lo anuncio oficialmente. Es algo deseado y buscado de mutuo acuerdo entre mi pareja y yo, ambos estamos muy felices y por el momento el embarazo marcha estupendamente ^^. Estoy teniendo mucha suerte, apenas sufro molestias y el niño (hace dos días que supimos que es un niño, y por lo claro que lo dejó desde el primer momento, de lo más desinhibido XD) por lo que parece crece sano :D. Aún no hemos decidido el nombre, tenemos varias opciones, pero tranquilos, no se va a llamar Aragorn, Jonathan ni nada por el estilo XD.

En fin, si hace menos de tres años me dicen que iba a estar contando esto, les diría que qué se habían fumado XD. Pero aquí estoy, feliz de la vida ^^. Siempre he querido tener hijos, aunque respeto profundamente a los que deciden no tenerlos por distintos motivos. La verdad es que, si me pongo a analizarlo fríamente, comprendo muy bien los motivos que aducen muchas personas para no tenerlos. No me refiero ya a mi situación personal, aunque sé que mi vida laboral, al menos en los próximos años, se convertirá en una entelequia. Sé que no voy a traer a mi hijo al mejor de los mundos posibles. No ya sólo por la crisis actual, que los mismos que dirigen el sistema social están aprovechando para desmantelarlo. Temo que mi hijo no vaya a tener las mismas oportunidades que tuve yo para estudiar, para formarse como un ciudadano libre, informado, consciente y responsable. Ni siquiera está garantizado que vaya a tener los mismos derechos de acceso a una sanidad universal y gratuita. Es muy probable que no vaya a vivir mejor que yo, en términos materiales al menos, y me podré dar con un canto en los dientes si no vive peor. En cuanto a derechos sociales... mejor no hablemos, que me encabrito. No es sólo por todo eso, que ya es mucho. Es que cada día tengo más miedo de que este mundo se acabe yendo en cuestión de no muchas décadas al carajo, pero de verdad. Por eso cada vez me hacen menos gracia las distopías: se están volviendo más ciencia y menos ficción.

Total, que desde un punto de vista puramente racional, traer a un hijo a este mundo es una locura. Pero a veces hay que cometer locuras. Si no fuera por ellas, probablemente seguiríamos comiendo plátanos colgados de una rama. Espero que el día de mañana nuestro hijo agradezca que su padre y yo tuviéramos este ramalazo. Nosotros haremos todo lo que esté en nuestras manos para conseguir que sea feliz y tenga una vida digna. No sé si algún día leerá esto, pero sabrá que le quiero. Incluso ahora, aunque aún no tenga nombre, aunque sólo haya visto su cara en un monitor en escala de grises.

lunes, 8 de octubre de 2012

La maldición de Heráclito

Pensaba dedicar mi próxima entrada al premio Versatile Blogger que me concedieron amablemente las chicas de Envidien mi boda, pero me ha surgido otro tema de manera inesperada... Es el problema de funcionar a golpes de inspiración. 

En fin, vamos al tema. Si alguien a estas alturas no sabe que me gusta el heavy metal, es que no me conoce y es la primera vez que se encuentra este blog XD. Siguiendo la racha de revival que llevo últimamente, este fin de semana he visto The Decline of Western Civilization II: The Metal Years. "¿Ein? ¿Ezo qué é?" Pues es un documental que dirigió entre 1987 y 1988 Penelope Spheeris, la directora de Wayne's World, aquella película en la que, en tono de comedia americana boba pero graciosa (sobre todo para los que nos gusta el heavy metal, claro :P) se parodiaba sin hacer demasiada sangre el mundillo del heavy metal de finales de los 80. Supongo que sin pretenderlo, el documental que Spheeris dirigió justo antes y que retrata principalmente la escena glam metal de Los Ángeles en esos dos años, también resulta un poco paródico, aunque sea involuntariamente. Dejando aparte escenas inefables como un Chris Holmes (el guitarrista de siempre de los W.A.S.P.) poniéndose chuzo perdido de vodka en una piscina ante la mirada aterrorizada de su madre, que hace lo que puede por poner cara de póquer, o el fracasado intento de un pasadísimo Ozzy Osbourne (en su estado habitual, vamos) de freír unos huevos en una cocina que ni siquiera era la suya mientras comenta que la sobriedad es una p*** m*****, el documental no deja de ser bastante limitado en cuanto a que retrata sólo una parte muy concreta, por mucho éxito que tuviera en su momento, del mundo del heavy metal y no profundiza mucho más allá de los tópicos de siempre (las drogas son malas, todos quieren ser estrellas de rock pero no por el dinero sino porque su vida es el rock'n'roll, el ambiente metalero es muy machista...). Tal vez la única excepción es la breve pero relevante intervención de Dave Mustaine y su grupo, Megadeth, al final del documental, poniendo algunos puntos sobre las íes. No es que Dave Mustaine sea un modelo de modestia y contención, pero al menos en esta ocasión habla con bastante sentido común. El caso es que es de los pocos músicos que intervienen en el documental que al cabo del tiempo ha continuado una carrera bastante coherente y cuenta con una gran base de fans. 


Pero hay algo que, veinticinco años después, le da al documental una dimensión inesperada. No es más que eso, el paso del tiempo, pero es algo que nos afecta a todos, así que me ha dejado un regusto agridulce que necesitaba expresar. Además de entrevistar a músicos célebres como Steven Tyler y Joe Perry de Aerosmith, Paul Stanley y Gene Simmons de Kiss o Dios (es decir, Lemmy Kilmister de Motorhead), Spheeris también dedica una buena parte del documental a grupos emergentes como London, Seduce u Odin. De éstos sólo me sonaban los London como cantera de músicos que luego formaron parte de otros grupos que sí alcanzaron la fama, como Guns'n'Roses o L.A. Guns, pero en la vida había oído hablar de los otros dos. Obviamente, no debieron de conseguir su objetivo de hacerse mundialmente famosos. Desde esa perspectiva, resulta especialmente patética la entrevista al cantante de Odin. El pobre intenta dar una imagen tan guay de "nacido para ser una estrella" que da pena. Entre otras perlas, cuenta que se ha intentado suicidar alguna vez, y da a entender que si no consigue ser una estrella del rock ultrafamosa en un plazo de un par de años a lo sumo, probablemente vuelva a intentar quitarse la vida, porque no quiere ni puede hacer otra cosa. Casi prefiero no saber qué fue del pobre tipo.  Los miembros de otros grupos no son tan radicales, pero todos coinciden en su convencimiento de que ser estrellas del rock es su único objetivo vital y nada más merece la pena. Unos pocos lo consiguieron, como las Vixen, que aparecen brevemente y todavía hoy siguen en activo. Pero supongo que la mayoría habrán acabado viviendo de esos trabajos rutinarios que tanto aborrecían, y eso con suerte. Los pobres no se daban cuenta de que necesitaban algo más que muchos sprays de laca y su fe inquebrantable en que podían conseguir lo que quisieran si se lo proponían para triunfar. La mayoría eran pipiolos de veinte o veintipocos años que creían que serían eternamente jóvenes y cool y que seguirían divirtiéndose para siempre en fiestas glam repletas de alcohol, drogas y chicas fáciles. No tenían ni idea de que en un escaso par de años el grunge los arrasaría como una apisonadora.  

Tal vez a otros esa paradoja sólo les produzca risa. A mí me da un poco de lástima, porque me identifico en parte con ellos. Al fin y al cabo es algo universal; cuando somos jóvenes creemos que, una vez alcancemos ese estado ideal al que aspiramos en nuestros sueños adolescentes, permaneceremos en él felices para siempre. Seguramente todos o casi todos hemos soñado con prolongar eternamente una adolescencia perfecta en la que el grupo de amigos es inquebrantable, las fiestas y los fines de semana son eternos y podemos hacer por fin lo que queramos. Yo creía firmemente que seguiría llevando mis pintas heavies toda la vida, que pasaría todos los fines de semana en Canciller con mis  amigos y que podría ir al festival de Donington siempre que quisiera. Ay...

No es que me lamente de no haber conseguido mis sueños adolescentes. Lo que tengo ahora es distinto, pero no por ello es peor. Sólo siento cierta melancolía por aquella adolescente tan ingenua que fui, y por esos ídolos tan efímeros como mi juventud. ¿Qué me diría a mí misma si pudiera viajar al pasado? No lo sé. Lo único que ahora sé es que nada es inmutable, todo cambia, como dice el famoso axioma de Heráclito: "Nunca te bañarás dos veces en el mismo río". A los seres humanos nos cuesta aceptarlo, y la forma en que la vida nos lo enseña nos suele resultar dolorosa, pero una vez lo aceptas, supongo que lo mejor es responder con otro famoso lema: "Carpe diem". Lo cual no quita para que siga afirmando: ¡Larga vida al heavy metal!

domingo, 30 de septiembre de 2012

Heavy Metal forever and ever

Ya era hora de que volviera por aquí. No era por falta de ganas ni de ideas, pero entre unas cosas y otras, no veía el momento de dedicarle un rato a esto. Tengo una habilidad especial para desperdiciar mi tiempo en chorradas improductivas, pero, aparte de eso, no hay nada como pensar que tienes todo el tiempo del mundo para que al final te encuentres más liada que la pata de un romano y todavía te falten horas al día para hacer todo lo que quieres hacer.

A lo que íbamos. Supongo que habréis leído el título de esta entrada. También puede que os hayáis fijado en el subtítulo que hace un tiempo le puse al blog: efectivamente, yo fui una fan del heavy metal en mi adolescencia. Sigo siendo fan de la música, pero ya no sé si puedo afirmar tajantemente que soy heavy o no. Desde luego, a los quince años sí que lo era: me cardaba el pelo, vestía mallas, vaqueros elásticos y camisetas de mis grupos favoritos y acudía religiosamente todos los fines de semana a los pubs y discotecas heavies. Qué recuerdos... Me lo pasaba genial meneando la cabeza en la pista al ritmo de los grupos heavies ochenteros (es un milagro que no haya acabado sufriendo de las cervicales) en garitos tan míticos como Canciller, Barrabás y Sucursal, y, por supuesto, siendo de Vallecas, acudía asiduamente al Hebe, a la Urbe, al Kaos... Soñaba con ir a Donington algún año (entonces era la meca de los festivales heavies, igual que hoy lo es el Wacken) y me costó horrores y algún que otro cabreo monumental conseguir que mis padres me dejaran ir a conciertos; no sabéis el daño que hizo aquel americano gilipuertas de la base de Torrejón cuando, antes incluso de que yo supiera lo que era el heavy metal, no se le ocurrió otra cosa que asestarle una puñalada a un chaval en un concierto de Scorpions, si no recuerdo mal, en el Campo del Rayo (paradójicamente los Scorpions me parecen uno de los grupos que menos agresividad pueden suscitar dentro de este tipo de música... En fin, hay imbéciles en todas las épocas y lugares; probablemente ese mismo tío en otro momento habría hecho lo mismo en una rave o en un concierto de un grupo de hiphop). Años después, yo misma estuve en el Campo del Rayo viendo uno de los mejores conciertos de mi vida, el de Metallica en el 93.

Después, he seguido escuchando heavy prácticamente a diario, porque sigue siendo mi música favorita, aunque escucho casi todo tipo de géneros. También he seguido yendo a conciertos, y sigo sintiéndome bastante identificada con buena parte de lo que significa ser heavy. Pero los tiempos y las obligaciones conllevan cambios. Cuando acabé la carrera y me puse a buscar trabajo tuve que renunciar a los elásticos y las zapatillas guarripén, al menos para las entrevistas. No suele ser una buena táctica ir a una entrevista de trabajo con la chupa de cuero y los ojos pintados con la raya a lo egipcio. Pero también fue un cambio que yo misma deseaba hasta cierto punto. En la adolescencia, cuando uno se integra en alguna tribu urbana, adoptar su estética suele ser el primer e imprescindible paso para reafirmar tu voluntad de diferenciarte (sí, es paradójico pero así funciona: para hacer ver que no eres como los demás, tienes que vestirte igual que aquellos que pertenecen al grupo de tu elección :P). Los hay que se quedan en esa fase de poser para renegar de ella al cabo de un tiempo. Otros, después de ese primer paso y, con el tiempo, acabamos por asumir esa identidad de forma natural. Para mí llevar mallas y chupa de cuero llegó un momento en que ya no era mi forma de diferenciarme, sino mi manera natural de vestir. Me sentía cómoda y podía haber seguido así siempre, pero también llegó un momento, pasados los veinte años, en que me empecé a cansar y a sentir que en cierta manera iba tan uniformada como los que visten siempre de marca. Tuve una época de desconcierto en la que, entre la obligación de vestir la ropa "adecuada" para labrarme un futuro profesional y las ganas de conseguir mi propio estilo, y por ende mi propia identidad, anduve despistada y más de una prenda acabó en mi armario muerta de risa, a pesar de la insistencia de mi madre en que me pusiera "esos pantalones de pinzas, hija, qué lástima, que son clásicos y no pasan de moda". También durante unos años, por acompañar a los amigos con los que salía más habitualmente, aguanté el paso por los garitos de moda, para acabar aborreciendo el pachangueo, los intentos indiscriminados de ligoteo de los pardillos y salidos de turno y todos esos rituales absurdos de los sábados por la noche que dominaron los años noventa. Como en todo, acabé alcanzando un punto de compromiso en el que me encontré por fin a gusto: sin volver al uniforme de los vaqueros elásticos y las camisetas de Iron Maiden para demostrar mi dureza, acabé encontrando un estilo en el que me sentía cómoda, sin dejar de llevar mi chupa de cuero con una mini vaquera y botazas cuando me apetecía, pero poniéndome también vestidos de colores vivos en verano, por ejemplo, porque me gustan y porque son mucho más fresquitos que las camisetas negras, que dan un calor horrible, qué queréis que os diga. También me ayudó el hecho de que los trabajos que he tenido no han sido de cara al público, así que en eso he tenido bastante libertad. Y, por supuesto, acabé mandando al guano a esos garitos de pachangueo; pase lo que pase, cuando salgo sólo voy a sitios donde me encuentre a gusto, y si no, pues me voy a casa, que no es ningún delito. A eso también ayuda que el tiempo pone a cada uno en su lugar y, aunque conservo a algunos de mis mejores amigos de la adolescencia, el tiempo y el sentido común han hecho una buena criba y he conseguido acabar rodeada de gente con la que de verdad me apetece estar.

En fin, si algo bueno tiene la madurez es que te suele ayudar a llegar a un punto en el que te encuentras a gusto contigo misma y con tu vida. Ahora, más o menos, hago lo que quiero con quien quiero y cuando me apetece. Pero eso no quiere decir que haya dejado de lado mis antiguas aficiones. Ya decía antes que el heavy metal sigue siendo mi música favorita y le tengo especial cariño a los grupos heavies de la época dorada del género, los ochenta. Por eso me hizo ilusión cuando, mientras trabajaba en el Depósito Legal, me encontré con este libro: 


Leí la sinopsis y me atrajo irremediablemente: era una crónica de los años dorados del heavy metal desde la perspectiva personal de un americano de mi misma edad que, por ese motivo, habría vivido situaciones muy parecidas a las que viví yo en mi adolescencia, y que ahora era crítico musical. Tenía todos los ingredientes necesarios para que me sintiera identificada con el tema del libro, tratados además desde un punto de vista ligeramente humorístico e intrascendente que hacía que me resultara más atractivo. Lo apunté en mi lista de pendientes, y unos meses después terminé por comprarlo.

La verdad es que, al leerlo, sentí una ligera decepción. Chuck Klosterman tiene mi misma edad, pero no vivió la misma adolescencia que yo, al menos no en muchos sentidos. Para empezar, aunque coincidíamos en el gusto por muchos grupos de la época, en otros no coincidíamos en absoluto: él, como es lógico hasta cierto punto, adora los grupos glam rock de los 80 como Mötley Crüe y Poison, y sobre todo a los Guns'n'Roses, cosa en la que coincidimos, pero al mismo tiempo le aburrían en general los grupos de heavy metal europeos como los Scorpions o Iron Maiden, que son de mis favoritos. Hasta cierto punto es comprensible: mientras que él se crió en un pueblo perdido de los páramos de Dakota del Norte (ni siquiera en el Fargo del título, sino en un pueblo mucho más pequeño), mi adolescencia transcurrió en Vallecas, barrio obrero (más que marginal, por mucho que se hayan empeñado en endosarle esa etiqueta) por excelencia, y mucho más semejante al Birmingham de Black Sabbath o Judas Priest que al medio oeste rural americano.

También da la impresión, por otra parte, de que se avergüenza un poco de su pasado heavy adolescente. Ahora es un crítico musical de reconocido prestigio en revistas que están más orientadas al pop independiente y otros géneros, y no es que sea un impostor por eso: realmente le gustan también esos géneros, igual que yo también escucho música de lo más variada. Pero mientras que yo he seguido escuchando heavy metal y lo he reconocido sin ningún complejo, y asumo que, como pasa en cualquier género, muchas veces ha llegado a extremos ridículos, pero no por ello me avergüenzo, el mismo Klosterman reconoce que a veces se ha sentido coartado a la hora de reconocer delante de según qué personas que en su adolescencia adoraba incondicionalmente a los Mötley Crüe, y en muchas ocasiones ironiza sobre las actitudes y los comportamientos de las estrellas y los fans del género. Leí en un blog en el que reseñaban el libro que alguien comentaba que en realidad Chuck Klosterman nunca había sido un auténtico fan del metal y que ya no le gustaba esa música. Pero, a pesar de todo, no estoy de acuerdo. Ahora está de moda el revival de los ochenta, y es muy normal que grupos musicales actuales reivindiquen que los Maiden fueron su grupo favorito y se pongan camisetas suyas, aunque los grupos en cuestión sean pura filfa comercial que sale a todas horas en la MTV. Incluso se han llegado a cometer herejías como la de perpetrar una película infame de cuyo nombre no quiero acordarme, protagonizada por, entre otros, Tom Cruise, que al parecer interpreta a una especie de parodia de Axl Rose, y que básicamente se dedica a destrozar grandes canciones de grupos de los 80 como Def Leppard, Bon Jovi y otros de ese estilo, convirtiéndolas en numeritos del Disney Channel. Supongo que es la señal de que el revival de los 80 se está agotando, pero el caso es que ahí está, y ahora, como digo, es muy fácil ir de guay presumiendo de que tenías todos los discos de Barón Rojo o de W.A.S.P., por poner un par de ejemplos. Pero, aunque en España seguramente se ha publicado la traducción de Fargo Rock City al rebufo de ese revival, hay un detalle que no carece de importancia: Klosterman publicó este libro en 2001. Entonces aún no se habían vuelto a poner de moda los 80, ni mucho menos. Aún se consideraban el colmo de lo hortera, y todavía podías ser clasificado como un auténtico desfasado cultural y quedar marginado de los círculos "in" si reconocías que lo que de verdad te hacía vibrar no eran los grupos indies, sino tus discos viejos de Saxon y Helloween. Así que, incluso desde esa postura incómoda de sentirte ligeramente avergonzado por haber vendido tu alma al diablo en tu adolescencia por amor al género musical probablemente más denostado de la historia, Chuck Klosterman tuvo valor para reconocer que sí, que la música que más le ha marcado, como no lo volverá a hacer ninguna otra, es el heavy metal.

Además, ya digo, todo el libro está escrito en un tono humorístico y autocrítico bastante gracioso y saludable. Hay que saber reírse de uno mismo, y en eso el heavy metal, aunque no lo parezca a ojos de muchos profanos, ha sido más abierto que muchos otros géneros: no hay más que ver a grupos paródicos como los Steel Panther, Spinal Tap o, aquí mismo, los geniales Gigatrón, para darse cuenta de que el heavy metal sabe reconocer sus propios defectos y reírse de ellos. A mí personalmente me encantan, y no son ningún obstáculo para que siga disfrutando de mis grupos favoritos de heavy metal. También, por supuesto, me parece importante que se reconozca que el heavy metal tiene mucho más que ofrecer, tanto a nivel musical como cultural en general, de lo que la mayoría de la gente piensa y que, por mucho que les pese a bastantes críticos y culturetas, ha tenido y tiene millones de fans por todo el mundo que demuestran que algo debe de tener para llegar al alma de tanta gente. Por supuesto, en ese sentido, es muy recomendable un documental (en el que, por cierto, también es entrevistado brevemente el propio Klosterman) que, con rigor y amenidad, realiza una excelente introducción a la historia y el presente del heavy metal: Metal, a Headbanbger's Journey, realizado por el canadiense Sam Dunn, un fan del heavy metal que se hizo antropólogo porque su amor por el heavy metal y toda la cultura y subcultura que le rodea le llevó a interesarse por todo lo que son otras culturas diferentes a la nuestra en general. Mientras que Fargo Rock City es más una crónica sentimental desde un punto de vista personal, Metal: a Headbanger's Journey es un estudio más riguroso y estructurado, en el que se analizan los orígenes y la evolución del movimiento musical, y se incluyen numerosas, instructivas y, al mismo tiempo, muy divertidas entrevistas con grandes estrellas del metal y el rock duro como Bruce Dickinson, Dee Snider, Lemmy Kilmister, Alice Cooper o el siempre recordado Ronnie James Dio. Posiblemente, el documental de Sam Dunn, aunque muy interesante para cualquiera que le guste la música en general, y no sólo el heavy metal, y sienta curiosidad, tendrá más salida entre los fans del heavy, mientras que el libro de Chuck Klosterman, por su enfoque más ligero y humorístico y el medio en el que se mueve el propio autor llegue a un público más amplio. Así es como funciona el mercado, aunque realmente ambos documentos tengan su valor, cada uno en su estilo, e, incluso sin pretenderlo, sean cada uno el complemento perfecto del otro para dar una visión global de lo que ha significado en el mundo de la música y en la cultura popular el heavy metal. En cualquier caso, yo seguiré amando para siempre el heavy metal. Fue lo que dio sentido a mi adolescencia, y sigue siendo una parte muy importante de mi vida. ¡Larga vida al heavy metal!

PD: aunque he tratado este tema en esta entrada porque llevaba rondándome la cabeza desde hace semanas, incluso meses, no me olvido de que tengo otro tema pendiente para la próxima entrada, y es que las chicas de Envidienmiboda, que son unos soles, me han dado otro premio, el Versatile Blogger. Aunque no creo que me lo merezca :P, justo es reconocerlo, y a ello le dedicaré la siguiente entrada en breve. Muchas gracias, chicas :D.