jueves, 19 de febrero de 2015

Entre las dos orillas

¡Buenas! Vuelvo a la carga en mi faceta de reseñista aficionada. Digo lo de aficionada porque ya sabéis que no es algo a lo que me dedique habitualmente y cuando lo hago es simplemente porque me ha gustado especialmente una obra que he leído y, en la pequeñísima medida de mis posibilidades, quiero difundirla para que los demás también podáis disfrutar con ella. 

Como sabéis, soy seguidora de las novelas de Virginia Pérez de la Puente. Ya comenté aquí en su momento El sueño de los muertos y Mi alma por mi rey, dos de las novelas (la segunda es una novela corta... al menos según los estándares de la autora :P) de su saga de Ridia. También leí en su momento La elegida de la muerte y Soñando con bosques, que forman parte de la misma saga. Si queréis más información, aquí tenéis la web de Virginia: Virginia Pérez de la Puente - página oficial y la web de la saga: El Segundo Ocaso.

Hace pocos días he terminado de leer la por ahora última novela de la saga, Entre las dos orillas. Si contamos sólo las novelas largas, sería la tercera de la saga, y la quinta si incluimos las dos novelas cortas. En su momento señalé que las anteriores novelas se pueden leer independientemente, y también se podría decir lo mismo de Entre las dos orillas, pero en este caso os aconsejaría que leyerais al menos las otras dos novelas largas, si no lo habéis hecho ya, porque os aportarán una visión de conjunto que os ayudará a disfrutar más de esta nueva novela. De hecho, los protagonistas de La elegida (la mercenaria Issi y su compañero Keyen) y El sueño (Kal y Dila), que no habían coincidido en las novelas anteriores, sí lo hacen en ésta; cada uno sigue su propia trama, pero según avanza la novela se va viendo cómo todas las tramas tienden a confluir en otra trama superior que implica a buena parte del continente de Ridia (y, suponemos, alcanzará al resto en las próximas novelas, porque ya la autora ha avisado de que le quedan otras tres. Con dos ovarios).

Esto tiene otra consecuencia: como los principales protagonistas y otros personajes que ya aparecían en las anteriores novelas y que cobran aún más importancia en ésta ya nos han sido presentados y también conocemos bastante sobre la geografía, la política y la historia del continente de Ridia, la acción comienza antes y con más fuerza que en los otros libros. Desde el principio se entra en materia, y el ritmo va acelerando en progresión constante hasta llegar a un clímax verdaderamente impactante. No es tanto una progresión tipo montaña rusa, sino más bien un aumento en la intensidad que, sin hacerse notar mucho, se acumula peligrosamente hasta estallar como una olla a presión. Y ya lo creo que estalla. Ya lo veréis, ya. 

Como decía, si ya habéis leído las dos primeras novelas (más las dos novelas cortas), la mayoría de los personajes os serán conocidos. (Si no, no os preocupéis, la autora incluye un prefacio muy apañado en el que os pone en antecedentes sobre lo más importante que ha ocurrido hasta el momento.) Pero también hay personajes nuevos, y entre ambos grupos destacaría a dos personajes: uno que no conocíamos de antes salvo por alguna mención previa, Iven, y otro que ya nos había sido presentado, pero muy de soslayo, aunque en sólo dos breves apariciones ya nos había deslumbrado: el emperador niño de Monmor. La relevancia de Iven se debe sobre todo a que es el catalizador que desencadena la acción principal: es el primer hombre que regresa de entre los muertos (ya veréis por qué) y su condición será decisiva para el desarrollo de los acontecimientos y su resolución (y, por cierto, gracias a él podemos disfrutar al principio de la novela de un capítulo verdaderamente hilarante que demuestra que la fantasía y el humor no están reñidos en absoluto, aunque conforme va avanzando la historia su tono se va oscureciendo progresivamente de manera muy consecuente). Porque sí, amigos, en la novela hacen su aparición los no muertos. Pero, gracias a la pericia de la autora, esto no se convierte en una novela de zombies; de hecho, no tiene nada que ver con el subgénero zombi tan en boga en los últimos años. En este caso, los que regresan de entre los muertos no andan por ahí comiendo cerebros: sencillamente, la gente deja de morir por un motivo que ahora no os voy a explicar para no destripar la trama :P, y esto se traduce en que todo el sistema social ridiano se subvierte y corre peligro de venirse abajo. Los no muertos, después de volver a la vida, siguen existiendo: no comen, no beben, no duermen, ni siquiera respiran, pero siguen teniendo conciencia de sí mismos, recuerdan cómo eran y se mantienen tal como se encontraban en el momento de fallecer, en peor o mejor estado. De hecho, Iven es el único personaje que podría recordar más al zombi clásico porque en el momento de su "resurrección", después de llevar muerto más de dos años, se encuentra bastante deteriorado, pero ahí terminan todos los paralelismos. Las paradojas propias de esa especie de vida después de la muerte y la reacción de la sociedad en su conjunto, especialmente de los que ostentan el poder, hacia la situación de estos no muertos y su papel en una sociedad que no sabe muy bien cómo afrontar semejante problema, tiene consecuencias que, creo, pocas veces se han tratado en otras novelas y que por más lógicas que nos parezcan no dejan de ser un punto a favor de la autora, que ha sabido sacarle bastante jugo, y a las que nosotros también podemos sacarles muchas interpretaciones (¿os he dicho alguna vez que una de las cosas que más me gustan de la fantasía y la ciencia ficción es la aplicabilidad que tienen a la hora de analizar el mundo real? Pues aquí hay bastante materia para analizar).

Pero si hay otro importante catalizador de la acción en la novela, y, sobre todo, si hay un personaje que destaque por encima de los demás, es el emperador de Monmor. Oh, sí, amigos, aunque en conjunto es una historia bastante coral y no se puede decir que haya un protagonista claro al uso, ésta es su novela. Ya os comentaba que en sus breves apariciones anteriores se hacía evidente que el personaje prometía mucho. Pues lo que prometía lo cumple: descubrimos que el emperador niño no es tan niño, que de hecho tal vez nunca fue niño, y que su mente maquiavélica lleva urdiendo una fabulosa telaraña desde antes incluso de que comenzara la historia de la primera novela y que envuelve a toda Ridia, incluyendo Monmor, el imperio sobre el que reina, y que se nos presenta en esta novela en toda su complejidad. Ya veíamos venir los tiros, y a lo largo de la historia se va viendo cómo el personaje despliega su potencial. Pero cuando piensas "qué cabrón, cómo se está saliendo con la suya, pero bueno, sí da miedo pero a lo mejor no tanto, también es humano y tiene alguna debilidad".... JA. JA. JA. Y más JA. Os aseguro que su último golpe os dejará con la boca abierta. Y una vez que consigues cerrar la boca, entonces la vuelves a abrir para acordarte de la autora y toda su familia. Ya veréis, ya. Os aviso desde ya: la autora no tiene piedad. No lo digo sólo por este personaje, sino por las peripecias que sufren otros muchos. Agarraos que vienen cuervas.

Porque, ya digo, hay bastantes más personajes, unos conocidos, como el rey Adelfried de Thaledia, otros nuevos, como Osvan el mayordomo, todos con sus propias tramas dentro de la general, con los que empatizas o los odias con facilidad, gracias a la precisión con que se les retrata a través de sus acciones. Porque, como ya veíamos en las otras novelas, la autora maneja magistralmente la narración por medio de tempos meticulosamente medidos y de un estilo muy natural precisamente porque está muy trabajado (ya sabéis, esto es como el maquillaje, cuanto menos se nota mejor, pero no se nota precisamente porque la maquilladora se lo ha currado muchísimo :P). Ese estilo y los diálogos ágiles con múltiples registros siguen siendo la marca de la casa, y hacen muy agradable la lectura. La autora consigue aunar las ventajas del best seller (lectura liviana, tramas que enganchan) con una escritura elaborada y rica, lo que demuestra que un buen libro puede entretener sin por ello empobrecer su calidad. Y lo consigue en uno de los géneros más denostados por los críticos "sesudos", la fantasía. De paso, también rompe otro tópico: que las novelas autopublicadas en Amazon lo son porque no tienen la suficiente calidad como para que las saquen las editoriales tradicionales, como suelen decir las malas lenguas. Hay de todo, por supuesto, pero en este caso os puedo asegurar que ya quisieran muchas editoriales establecidas publicar algo con tanta calidad como esta novela. No sólo por la calidad de la historia en sí, sino porque la autora se ha currado la edición al máximo: la corrección (de Natalia Cervera, que ha corregido, entre otros, los libros de Canción de Hielo y Fuego para Gigamesh) y maquetación son impecables, la portada y los mapas han sido realizados por Fernando López Ayelo, un excelente ilustrador, y el resultado final no puede ser más profesional.

En fin, me reitero, por si no había quedado claro: me lo he pasado como una enana leyéndola. De verdad que engancha y deja con ganas de más: literalmente, porque el final, aunque lleva las tramas principales a una conclusión, no es cerrado, sino que deja todo preparado para que la acción continúe en la próxima novela, que espero que la autora no tarde mucho en escribir. Más le vale, porque si no conocerá mi ira ¬¬. En serio, merece la pena. Si al final la leéis, no creo que os defraude. Además, tanto ésta como las anteriores tienen el aliciente de que están muy bien de precio (de hecho, Soñando con bosques es una edición gratuita porque se sacó para promocionar El sueño de los muertos). Así que si os apetece leer una novela (o varias) de calidad con aventuras, fantasía y con historias que te entretienen y al mismo tiempo tienen un trasfondo con más miga de la que parece, ésta es mi recomendación.

Ah, y mucho ojito con Tije. Ya sabréis por qué lo digo.

martes, 10 de febrero de 2015

I am your father

Primer post de este año, y estamos casi a mediados de febrero.... En fin, ya sabéis que funciono a golpe de inspiración, y la cabrona es tacaña conmigo. Ahora, cuando estaba a punto de acostarme, se me ha encendido. Pero es por una buena causa :). En fin, allá voy:

En el Lado Oscuro hay galletas... y cereales
Cuenta la leyenda que los frikis no ligan. Especialmente los varones; cuenta también la leyenda que son mayoría, aunque ya sabemos lo poco fiables que suelen ser las leyendas. Esto lo he ido comprobando en los últimos años, y tengo pruebas empíricas que demuestran la falsedad de ambas afirmaciones. Para empezar, yo misma me puedo considerar friki, y tengo unas cuantas amigas que también lo son. También tengo bastantes amigos frikis. Y, cómo no, me he casado con un friki. A lo mejor no lo reconocerá en público y requerirá la presencia de su abogado si le preguntáis, pero lo es :P. (Na, es coña, no tiene complejos, ni con eso ni con muchas otras cosas, afortunadamente.)

El caso es que, como digo, los frikis sí ligan. A veces es cierto que les cuesta más que a los no frikis (para evitar la reiteración del término, con vuestro permiso a partir de ahora los llamaré muggles), pero ligan. De hecho, durante un tiempo circuló un texto especialmente entrañable sobre las bondades de salir con un chico friki: Sal con un friki, que suscribo íntegramente. Pero ahora, a las dos y cuarto de la mañana, cuando hace un rato que por fin mi marido ha conseguido dormir a nuestro pequeño vikingo, que hoy estaba especialmente reacio a caer en brazos de Morfeo, he querido centrarme en otro aspecto de la relación con un hombre friki: no sólo son buenos novios y/o maridos, cuando se da la ocasión son unos padrazos.

Ojo, no estoy diciendo que los muggles sean peores padres. La mayoría de muggles que conozco son padres excelentes, cariñosos y responsables. Por suerte, los padres de hoy en día no tienen miedo de ser cariñosos en público con sus hijos, ni de cambiarles los pañales, darles de comer, bañarles y cualquier otra cosa que contribuya al bienestar de un niño. Por otro lado, tanto entre muggles como entre frikis hay hombres que no quieren ser padres (igual que hay mujeres que no quieren ser madres) por motivos que son perfectamente respetables, razonables y de su exclusiva incumbencia. Pero los frikis que yo conozco que se han reproducido son verdaderos padrazos, eso lo puedo certificar.

¿Cuál es su plus? Que los frikis no han olvidado al niño que llevan dentro. Ellos siguen jugando: a juegos de mesa, de tablero, de rol, a videojuegos de ordenador y de consola, a construir maquetas, a pintar figuras, a lo que sea. Se siguen emocionando con historias universales de aventuras y fantasía, sea por medio de películas, de series, de libros, de canciones... Sobre todo, no han perdido el entusiasmo; lo sienten con la misma intensidad que cuando eran niños, lo aplican en todo lo que emprenden por gusto y lo transmiten. Por eso son los mejores compañeros de juegos para un niño. Puede que al principio les aterrorice que ese pequeño energúmeno que apenas hace dos días ha empezado a andar les alcance esa figurita de Blood Bowl que tanto les costó pintar y se la destroce en dos segundos :P, pero están deseando que se haga un poco más mayor para que puedan echar con él una buena partida con esas mismas figuritas. O para que les pegue una paliza con la Wii, o para construir juntos una ciudad alucinante en el Minecraft o en el Carcassone. O para irse juntos a pegar tiros de mentira en una quedada de Airsoft. Y mientras llega el momento, se divierten tanto como el mismo niño entablando duras batallas de cosquillas y se dejan derrotar por la ternura.

Por eso, y por otras muchas cosas, mi hijo es muy feliz con su padre, y sé que lo seguirá siendo. Carlos, de entre todos los padres frikis tú eres el mejor. Va por ti.