lunes, 5 de noviembre de 2012

La flor del Norte

No soy buena reseñando libros, artículos y otros escritos. Vergüenza debería darme como filóloga que soy, pero nunca he conseguido dominar el arte del comentario XD. Aun así, de vez en cuando encuentro obras que pienso que merece la pena comentar porque me han parecido muy valiosas, tanto por su valor artístico propio como por el conocimiento añadido que aportan. Es el caso de una novela histórica que me ha prestado mi amiga María, y que paso a comentar:

La novela en cuestión es La flor del Norte, de Espido Freire. La verdad, la leí porque mi amiga me la recomendó y me fío mucho de su criterio, ya que en general la novela histórica no es que no me atraiga, sino que me temo que, como género, está bastante contaminado de morralla. Con eso de que el argumento, en cierto modo, ya está servido, me da la impresión de que es pasto de muchos malos escritores que, a falta de imaginación, creen que con meter un poco de intriga y algunas escenas escandalosas, ya tienen servido el best seller. Por no hablar de la nefasta moda de la novela de intriga esotérica que utiliza la Historia como excusa para desencadenar la trama, que para el gran público inició Katherine Neville con El 8 y consagró Dan Brown con El código da Vinci. Ejemplos claros, sobre todo el último, del best seller en su peor sentido: entretenidos de leer, no lo niego, pero absolutamente nada más, sobre todo en el caso de Dan Brown; pura literatura kleenex de usar y olvidar. Puesto que no me sobra tiempo precisamente para desperdiciarlo con mala literatura, en cuanto una novela me huele aunque sea ligeramente a esa clase de subgénero, la descarto.

Realmente, como en otros géneros, el resultado depende sobre todo de la maestría del autor. Dejando aparte esa marea de novela pseudohistórica mal escrita, quedan bastantes ejemplos estimables de novela histórica bien escrita. Ya son clásicos ejemplos como Yo, Claudio de Robert Graves, así que no me extenderé más. En cambio, no había leído nada de Espido Freire, ni siquiera la novela con la que alcanzó la fama y el premio Planeta, Melocotones helados. Reconozco que una vez más mis prejuicios me llevaban a asociarla con contemporáneas suyas del estilo de Lucía Etxebarría que no me simpatizan especialmente, como diría el Chavo del 8 :P, aunque no ponía en duda que su obra tuviera cierta calidad literaria. Pero, como digo, no me sobra tiempo para leer y siempre tenía otros libros pendientes. Pero hice caso de mi amiga, y ahora me alegro de ello. La flor del Norte, tanto por su temática como por lo logrado de su estilo, me ha satisfecho más de lo que me esperaba.

¿Y qué o quién es esa flor del Norte? Así es como llamaban a Kristina Haakonardóttir, Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega, que por carambolas de las alianzas matrimoniales entre casas reales europeas acabó casada con don Felipe, infante de Castilla y hermano de Alfonso X el Sabio. De ella no se sabe mucho, aparte de que murió en Sevilla, en 1262, por causas desconocidas, a los 28 años de edad. La suposición habitual es que no fue capaz de adaptarse al clima andaluz, y eso unido a la melancolía de la lejanía de su tierra natal precipitó su fin. De su largo viaje a través de Inglaterra y Francia da cuenta una saga de Sturli Thordasson, sobrino del famoso poeta islandés Snorri Sturlusson, autor de la Edda menor y otras sagas.

Basándose en esos pocos datos y en lo que se conoce de ambas cortes, noruega y española, de esa época, Espido Freire construye una trama muy interesante y verosímil. Se puede decir que la novela tiene dos partes, aunque no estén diferenciadas formalmente: la vida de Kristina en la corte de su padre, y su posterior periplo por la Castilla de Alfonso X. Como me atrae muchísimo todo lo que tenga relación con los países nórdicos, su cultura y su historia, no puedo negar que la primera parte me ha encantado. Se nota que las fuentes históricas de ese período todavía deben de estar influidas por las leyendas de la época y es difícil deslindar lo que es mito de lo que es historia, pero eso no le quita mérito al relato y le dota de un gran encanto. Me ha parecido deliciosa la manera en que Freire retrata la corte noruega, cómo se nota que la transición entre el feroz mundo vikingo marcado por las luchas entre los dos clanes noruegos principales, los bagler y los birkebeiner, y la corte de Bergen, más refinada y que aspira a asimilarse a otras cortes europeas e integrarse en el orbe cristiano, aún no está completada y la frontera entre el antiguo orden pagano y el nuevo cristiano aún es muy difusa. De entre la familia real, destaco especialmente el personaje de la abuela de Kristina, Inga de Varteig, de origen humilde pero con una determinación por sobrevivir tan férrea y una astucia tan afilada que llegó a ser reina y madre y abuela de reyes.

Podría parecer que la parte "castellana" es menos atractiva en ese sentido, ya que, aparte de estar bastante documentada históricamente, nos es más cercana. Pero también es muy interesante conocer los entresijos de la itinerante corte castellana de Alfonso X, y ver al rey y a su numerosa y variada familia a través de los ojos de Kristina. Comprobamos la paradoja del rey del que ha perdurado su fama de sabio a través de los siglos y que, sin embargo, empeñado como estaba en conseguir la corona del Sacro Imperio Romano (empeño al que, por cierto, el padre de Kristina había renunciado, demostrando más sentido común), desangraba el reino de Castilla con impuestos para obtener más oro con el que sufragar su empresa, que como sabéis al final resultó vana. También resulta apasionante el personaje de su suegro, Jaime I de Aragón, que aparece brevemente pero deja una huella propia de un coloso de su tiempo. Por no hablar de la variada colección de hermanos de Alfonso X, cada uno con su propio carácter, y de las intrigas de la reina Violante, su esposa. Lo mejor es el retrato de la sociedad de la época, tan estratificada. No sólo la división entre clases es muy patente, cosa que en la sociedad noruega también ocurre aunque parezca menos evidente, sino que, sobre todo, nos resulta chocante la naturalidad con que todos, incluida la propia Kristina, asumen el hecho de que exista la esclavitud. A Kristina no le resulta extraño en absoluto que pueda disponer de sus esclavos como quiera, incluidas prácticas extremas como la castración para obtener eunucos, y sin embargo ella misma considera que los trata de manera bastante benevolente.

Es uno de los grandes aciertos de la novela: reflejar la, a nuestros ojos, contradictoria personalidad de la protagonista, que sin embargo no lo es en absoluto: ella piensa y actúa como cualquier mujer noble de la época lo haría, y no ve ninguna contradicción en ello porque para la mentalidad de la época no la hay. La autora hace un esfuerzo, y a mi juicio lo consigue, por reflejar esa mentalidad, y para ello se apoya formalmente en un estilo arcaizante pero que suena natural, no impostado. Es una delicia leer ese castellano medievalizado pero fluido en el que la trama se va desvelando de forma gradual y muy bien dosificada, hasta llegar a un final que puede sorprender y que, obviamente, no es más que una conjetura, pero no por ello deja de ser muy verosímil, y un buen colofón para una historia que tal vez no fue así, pero pudo serlo y, en cualquier caso, reúne las virtudes que creo que deben caracterizar a una buena novela histórica: respetar los hechos históricos en los que se basa y con ellos urdir una trama verosímil y que atrape al lector a través de una narración bien hilada y estructurada y un estilo artísticamente digno y logrado, consiguiendo que hechos y personajes históricos que de por si ya son atractivos lo sean aún más si cabe, sin faltar a la verdad.

En fin, creo que queda claro que recomiendo esta novela :P. Si os animáis a leerla, espero que la disfrutéis.

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