jueves, 29 de marzo de 2012

Allons enfants de la Galaxie!

Como miembro fundador y única integrante (por ahora :P) del ERREQUEERRE (Resistente en Reserva de la Alianza Rebelde), quiero manifestar mi apoyo a la huelga general. ¡Ni las fuerzas imperiales ni los sindicatos vendidos al Lado Oscuro podrán con nosotros!

Imagen tomada de: P.I.F.I.A.


¡Que la Fuerza nos acompañe!

miércoles, 28 de marzo de 2012

Los malditos

Como muchos sabéis, durante varios años he estado dando la brasa en el Fotolog :P. Ahora que me he hecho este blog, y después de la chapuza que armaron hace pocos meses, a causa de la cual muchos estuvimos a punto de perder todas esas entradas, no creo que vuelva a usarlo. Pero le tengo cariño porque durante ese tiempo fue lo más parecido a un diario que he tenido nunca, y de vez en cuando me descolgaba con rayadas como la que reproduzco a continuación, y que perpetré el 5 de febrero de 2009. Entenderé que os dé pereza leerlo, pero me costó un buen rato escribirlo y al menos quería preservarlo también aquí, además de en el disco duro de mi ordenador. Si alguien quiere ver el original, aquí lo tiene: Los malditos.


 
Hoy toca tocho-post, no digáis que no avisé. Aún estáis a tiempo de huir :P.

El otro día hablaba de una de mis grandes adicciones, la música, pero la otra es la literatura. Igual que escucho prácticamente cualquier tipo de música, con pocas excepciones, también leo de todo. Pero mis gustos casi siempre han tirado por géneros malditos a los ojos de la crítica tradicional y del público general. No me voy a hacer la exquisita, eso de hacerme la guay vacilando de que sólo me gustan géneros minoritarios no me va; huyo de los que van de "auténticos", que para mí sólo han conseguido desvirtuar la palabra.

De hecho, los géneros que más me gustan no tienen esa aura de "exquisitos" que tienen otros supuestamente underground y a la vanguardia; todo lo contrario, se les tacha de "géneros populares", normalmente en sentido peyorativo, igual que el término "friki" sigue teniendo para la mayoría de la gente esa carga de menosprecio con la que nació. El heavy metal siempre ha sido pasto de desprecio y parodias (no digo que en ocasiones no se las mereciera), igual que, en la literatura, la ciencia ficción y la fantasía no han sido valoradas generalmente por su calidad, y también en ese caso hay ejemplos deleznables.

Pero los prejuicios se aplican en conjunto; si no, no serían prejuicios. Así que escritores tan dignos de recibir un Nobel como cualquier escritor "realista" encumbrado o que, por lo menos, no tienen nada que envidiar a otros escritores conocidos en estilo, profundidad intelectual y capacidad de entretener al lector, se ven reducidos a la etiqueta de "escritores de género" o, como mucho, les conceden el estatus de "escritores de culto" como si les hicieran un favor. Seguro que tenéis en mente a Tolkien; también pienso en autores como Ray Bradbury, Ursula K. Le Guin, Kurt Vonnegut o Philip K. Dick, por citar algunos de los ejemplos más notorios de excelentes escritores "de género". Irónicamente, escritores mundialmente reconocidos y galardonados como Doris Lessing, Philip Roth o Haruki Murakami escriben de vez en cuando obras que se podrían encuadrar sin ningún problema en la ciencia ficción o la literatura fantástica, si las entendemos en su sentido más amplio. Por no hablar de Borges o Cortázar. Porque una cualidad que tienen estos géneros es que pueden servir de vehículo a cualquier tema, por polémico que sea, lo que ha permitido en muchos casos esquivar la censura en países donde la libertad de expresión estaba seriamente coartada; curiosamente, en los países del Este la literatura de ciencia ficción estaba muy valorada y su popularidad llegaba a todos los niveles. Stanislav Lem era lectura obligada en los institutos, y hoy día Andrzej Sapkowski es en Polonia como aquí Pérez Reverte. En el mundo anglosajón no son tan radicales, pero aquí muchos te siguen mirando con condescendencia si, en lugar de leer a Javier Marías (que también me gusta), te ven con un libro de Arthur C. Clarke. Igual que ocurre con el heavy metal, que no creo que termine nunca de salir de su gueto, aunque cuente con músicos geniales y su calidad media sea bastante superior a toda esa mierda que se tragan los oyentes habituales de los 40 Criminales. No me meto en gustos, claro, y comprendo que no es una música apta para todos los oídos (aunque según qué géneros, que el heavy metal es mucho más variado de lo que se piensa). Pero mis oídos tampoco soportan los 40 Latinos y los tengo que sufrir en muchos bares si quiero tomarme una caña .

Lo curioso es que esos géneros suelen ir unidos en los gustos de los que los disfrutamos. No siempre, desde luego; hay mucha gente a la que sólo le gusta el heavy pero no lee ciencia ficción, fantasía o terror (o no leen, directamente). Y muchos lectores de esos géneros no escuchan heavy metal. Pero, desde sus inicios, el heavy ha bebido de esas fuentes literarias, probablemente más que ninguna otra música. Ahora parece que se asocia más con la fantasía, sobre todo la de inspiración tolkieniana, y siempre ha estado asociado al terror. Pero en los años 80, en la edad de oro del heavy metal, la temática futurista era la que dominaba en las letras de las canciones y en las portadas de los discos. Por eso la imagen que ilustra esta entrada es la portada del Somewhere in Time de Iron Maiden, uno de mis discos favoritos de siempre, con su estética directamente tomada de Blade Runner. Supongo que era lo que tocaba. En esa época de guerra fría y enfrentamiento nuclear, las novedades informáticas nos alucinaban, todavía pensábamos que en el 2000 viajaríamos en naves espaciales y los supuestos avistamientos de ovnis aún eran una noticia cotidiana. Hoy no hay guerra fría, sino decenas de guerras calientes y crisis por todo el planeta, seguimos viajando en coches que funcionan con gasolina, la luna continúa mirándonos desde arriba fría y distante y, desencantados de las profecías futuristas y de la tecnología que, sin embargo, nos rodea, volvemos los ojos a fantasías medievalizantes para evadirnos de la rutina, y eso también se refleja en la música que escuchamos.


El caso es que, de una forma u otra, el heavy metal siempre ha estado unido a una imaginería fantástica, en el sentido más amplio de la palabra, el que engloba ciencia ficción, fantasía heroica y terror. Nunca me había planteado por qué hasta que escogí en 5º de carrera una asignatura optativa, "Literatura anglogermánica s. XVIII-XIX" (es decir, Romanticismo) y que ya he comentado alguna vez que fue una de mis favoritas de toda la carrera, en buena parte gracias al profesor que la impartía, Abraham, uno de los mejores profesores que he tenido en mi vida. Éste llamó mi atención al comentar que el rock duro era el último movimiento romántico musical del siglo XX. Todo empezó cuando a Black Sabbath se le ocurrió vincular su música con el satanismo. Que fueran satánicos de verdad o no es lo de menos; realmente, salvo en el caso de algunos grupos de black metal noruego que están lo suficientemente pirados como para creérselo, el satanismo en el rock era más una pose estética que otra cosa. Pero la rebeldía nihilista que ya cundía en los primeros setenta, producto del desencanto respecto a los ideales hippies, entroncaba perfectamente con la rebeldía que representó en su momento el movimiento romántico que surgió a finales del siglo XVIII en Alemania y Gran Bretaña. La rebelión contra las encorsetadas normas artísticas neoclásicas que ensalzaban la razón y las reglas y tomaban como modelo el mundo clásico produjo que los románticos se fueran al otro extremo, exaltando los sentimientos, la pasión, la rebeldía contra las normas establecidas, y que reivindicaran la Edad Media, para ellos lo opuesto al clasicismo. ¿Y qué mayor rebelión que rebelarse contra el mismísimo Dios? De ahí surgió el satanismo, precisamente.

Así que de ahí puede venir la explicación de que toda esa imaginería fantástica se haya asociado al heavy metal: la rebeldía satánica, la tenebrosa iconografía gótica como opuesto del concepto clásico de la belleza, la idealización medievalizante que luego inspiró la fantasía heroica y su complementario producto de la industrialización, la evasión a mundos futuros...

Somos los últimos románticos. Hay que joderse.

lunes, 26 de marzo de 2012

Género tonto

Siempre ha circulado por ahí esa coña de que los documentales (con la coletilla de "la 2", que prácticamente los emitía en exclusiva hasta que se inventaron los canales temáticos) eran muy útiles, sobre todo para echarse unas buenas siestas (personalmente creo que el Tour es mucho mejor, pero eso va en gustos). También tenían el dudoso honor de ser la respuesta más adecuada para quedar bien en las encuestas sobre los gustos televisivos, y al mismo tiempo la más falsa. 

Leyendas urbanas aparte, todos hemos crecido sabiendo que ahí estaban, los viéramos o no. Servidora, que para eso sí que ha sido una friki desde pequeñita, se los veía con su señor padre y disfrutaba de ellos, aunque reconozco que acabé un poco harta de ver cuarenta veces al mismo guepardo del Serengueti cazando a la misma gacela con el Kilimanjaro al fondo (con la cumbre nevada, of course). Te podían interesar o no los temas que trataran, te podían aburrir o no porque a lo mejor el género documental no era lo tuyo, pero poseían algo que nadie les podía discutir: prestigio. La ciencia, cuando yo era pequeña, gozaba de ese prestigio. Los científicos, los investigadores, los divulgadores, eran tenidos por gente que, aunque aparentara ser rarita, al menos se tomaba su trabajo en serio y lo desempeñaba con rigor. La expresión "rigor científico" no es un pleonasmo, aunque su uso estereotipado pueda haberla vaciado de sentido a nuestros perezosos oídos. El conocimiento que generaban sus investigaciones era respetado y no se ponía en duda sin conocimiento de causa. Eso conllevaba un riesgo: que los propios científicos se endiosaran y pensaran que su palabra era ley; lo cual es cierto, cuando se ha demostrado empíricamente su hipótesis, claro, pero ellos son los primeros que tienen que dudar de todo por sistema, y por si acaso. Pero somos humanos y la presunción es un defecto en el que es fácil caer. Aun así, el método científico funciona, y sus resultados probaban que el trabajo esforzado de los científicos serios era digno de respeto. 

Sí, al final la atrapaba. ¿Os creíais que esto era como con el Coyote y el Correcaminos?
 
Parece que ya no es así. Paradójicamente, la presunción se ceba mejor en los ignorantes, y en las últimas décadas, cuidadosamente alentados por un sistema educativo cada vez más ruinoso gracias a las políticas desmanteladoras de lo público (la res publica: de ahí viene el término república, como sabéis; así que si desmontan lo público, me temo que no es precisamente una república de ciudadanos libres lo que nos espera), han ido imponiendo por la fuerza del consumo, el gran motor de nuestra sociedad, sus criterios. El esfuerzo, la dedicación al estudio y, sobre todo, el pensamiento libre de prejuicios, no están de moda. Está más de moda salir en Gran Hermano o dejarte preñar por un famosete y llevarte un pastón por la patilla, cuestan mucho menos trabajo y lo puede hacer cualquiera; también son más divertidos los cuentos para no dormir que cuenta Fríker Jiménez que esos coñazos sobre años luz y bacterias anaeróbicas. No es que antes no hubiera gente que aspirara a vivir del cuento o que despreciara el conocimiento; la diferencia es que antes no se enorgullecían de ello. 

Ante este panorama, hay quien ha debido de pensar aquello de "si no puedes con el enemigo, únete a él". Este fin de semana (y con esto llegamos al origen de este fabuloso ladrillo que os estoy soltando :P) he visto un par de documentales que me han hecho reflexionar sobre ello. El que más me preocupó fue uno de un canal nuevo, Discovery Max. Parece que está dedicado en exclusiva a emitir documentales de todo tipo, lo que en principio es prometedor. Pero a tenor de lo que vi, temo que el resultado no sea el que yo esperaba. El documental en cuestión trataba sobre el tiburón blanco (sí, el de la famosa película). La premisa, al parecer, era comprobar si tan encantador animalejo devora seres humanos con la misma alegría que un atún crudito, o si por el contrario no somos una presa especialmente apetecible para él y, por tanto, él no es un peligro potencial para los incautos bañistas. Ya me mosqueó el tono general en el que se había realizado el documental: dos o tres conceptos más sencillos que el mecanismo de un botijo se repetían una y otra vez, por si no te habías enterado a la primera; los presentadores hablaban como si fueran vendedores de la Teletienda, y la forma en que exponían cómo se llevaba a cabo el experimento aprovechaba recursos sensacionalistas más propios de un programa de sucesos tipo "Cops". 

El tiburón blanco, ese gran amigo del hombre
Hasta ahí, todo bastante irregular, pero bueno, están están mostrando cómo llevan a cabo el experimento, mostrando unos hechos. El experimento en si consistía en que, de forma alterna, introducían en el agua diversos cebos (trozos de atún, de foca, etc.) y uno de los presentadores del documental, clavadito por cierto a uno de los hermanos Wayans (sí, los de Scary Movie), al que iban introduciendo en jaulas progresivamente más pequeñas. Como sospechaban que el tiburón no atacaba al susodicho porque estaba enjaulado, procedieron a usar un gran recipiente de metacrilato, a ver si el tiburón, que supuestamente no distinguiría el material transparente, atacaba o no al humano con la misma saña que al pedazo de atún. Primero bajaron al muchacho metido en la jaula de metacrilato; el tiburón pasó de él. Después, metieron medio atún (enorme bicharraco, por cierto) en la misma jaula de metacrilato. Mientras que en todas las anteriores escenas se mostraban imágenes subacuáticas de los ataques del tiburón... justo en ésta no hubo escena bajo el agua que lo mostrara: sólo mostraron cómo sumergían la jaula con el trozaco de atún, y acto seguido mostraban cómo sacaban la jaula, supuestamente rajada con el ímpetu del golpe que le había dado el tiburón y sin trozo de atún, supuestamente extraído de ella y devorado por el escualo. No sabía si reír o cabrearme: ¿qué nos querían hacer creer? Si la cámara no funcionó bajo el agua precisamente en ese momento, ¿por qué no lo explicaron, y por qué no volvieron a rodar con una cámara en condiciones? La única conclusión a la que pude llegar (si a alguien mejor pensado que yo o con más experiencia en estos temas se le ocurre otra, le agradecería que me lo explicara, a lo mejor es que soy muy cortita) es que querían demostrar a toda costa la tesis de que el tiburón blanco no ataca al ser humano, y sus planes se habían visto frustrados porque el bicho no es tan tonto y había detectado la presencia de la jaula de metacrilato. Ante esa situación, había dos opciones: o que el presentador se volviera a sumergir sin jaula ni nada (y si a alguien se le ocurrió proponérselo, seguro que le enseñó por dónde podía ir a Madrid), o directamente falsear los datos, romper la jaula y decir que había sido el tiburón. A cuadros me quedé, en cualquier caso, ante una manipulación tan burda.

En fin, es un caso extremo, pero con que sólo haya uno ya es suficientemente preocupante. Si los propios realizadores de documentales, que se supone que sirven para divulgar conocimientos que se obtienen mediante el método científico, se saltan a la torera este método para atraer más audiencia en aras de la espectacularidad y la afirmación de tópicos, incluso aunque sea con buena intención, mal vamos. 

Ya digo, es el caso más extremo que he visto. No creo (o al menos eso espero) que eso sea lo más común. Pero sí noto tendencias parecidas en otros documentales. El otro que vi este fin de semana fue uno que se incluía en una serie que no tiene mala pinta (por lo menos para mí, que me gustan la geología, la historia de la evolución y todas esas frikadas). La serie en cuestión trata sobre las grandes extinciones que ha sufrido la vida en la Tierra, de las cuales la de los dinosaurios no ha sido una de las más destructivas. En éste en concreto se hablaba sobre una extinción masiva que hubo hace 200 millones de años, al final del período Triásico, causada principalmente por la fragmentación del entonces único continente, Pangea: se abrió una fisura de un cabo a otro del continente que acabó dando lugar a lo que hoy es el océano Atlántico. El documental reconstruía, a través de las aventuras y desventuras de varias especies de la época, cómo este proceso geológico y sus catastróficas consecuencias (erupciones masivas, aumento brutal del nivel de CO2 en la atmósfera, etc.) provocaron aquella extinción masiva. 

¿Los humanos qué? No me tomes el pelo, anda...
El tema, ya digo, me resultaba atractivo; pero empecé también a notar ciertos rasgos que no me gustaron. Las simulaciones en 3D eran bastante cutres, aunque para mí eso es lo de menos. Comprendo también que procuraran simplificar para no abrumar con datos, y la claridad expositiva me parece un objetivo loable, pero se pasaban un poco, porque daba la impresión de que sólo existían cuatro o cinco especies de animales en ese momento sobre la Tierra, y de nuevo recurrían a la repetición de conceptos muy simples hasta la saciedad. Pero esto de por si podía disculparse, si estaba destinado a un público con unos conocimientos muy básicos. Lo que me fastidió más era el enfoque que daban al asunto de la evolución: una y otra vez hablaban de la importancia que tenía que la que, al parecer, en ese momento era la única especie representante de los primeros mamíferos sobreviviera gracias a sus aptitudes para acabar siendo el más remoto antepasado de nuestra especie. Por la forma en que lo explicaban, parecía que daban a entender que eso no se debía al azar, sino que ese bichillo similar a una zarigüeya estaba destinado a sobrevivir para dar lugar a nuestra especie, culmen de la evolución. Me vino a la nariz un tufillo creacionista muy sospechoso. Y mira, por ahí sí que no paso: si ese bicho sobrevivió fue de puro churro, y más de churro todavía ha sido que nuestra especie haya llegado a existir. A la evolución el destino se la trae floja, oigan; las especies quieren sobrevivir y prosperar, por supuesto, pero que lo hagan por sus características es fruto del azar. Resulta que aquel bichillo tenía unas características que en ese momento le fueron favorables, pero en otro le podían haber perjudicado y ahora este rollo lo podría estar tecleando un extraño individuo dotado de tentáculos y antenitas, o de escamas y colmillos de un palmo de largo. Y desde luego que nuestra especie no es el culmen de la evolución. A lo mejor ese honor se lo merecerían las cucarachas, o los protozoos que nadan en cualquier charco, perpetuándose desde hace cientos de millones de años sin tener que cambiar apenas su diseño inicial: eso es lo que se podría llamar éxito evolutivo.

Sir David Attenborough & friends
En fin, a pesar de todo, ya digo, este documental era más potable que el del tiburón blanco, y no estoy en contra de que la divulgación científica se realice de forma amena y sencilla para que llegue a todo el mundo; de hecho, se supone que ésa es su finalidad. Pero aunque sólo haya puesto estos dos ejemplos, sé que hay muchos documentales que siguen esa línea (curiosamente, suelen ser de procedencia estadounidense, por qué será) y me temo que se está yendo a lo fácil, a llamar la atención del espectador por métodos más propios del espectáculo que de la ciencia. En vez de apelar a su inteligencia, se apela a su capacidad de asombro, a dejarlo pasmado, y yo creía que el pasmo era lo contrario de la inteligencia... Y me pregunto si acaso otra especie que está a punto de extinguirse es la de aquellos grandes divulgadores como sir David Attenborough, que te explicaba con claridad y un gran sentido del humor la vida de los grandes primates africanos y conseguía interesarte de verdad sin dar por hecho que tenía que explicarlo como a los tontos porque tú lo fueras, o por qué las televisiones no tienen el valor de producir series tan ambiciosas como la que para mí es la mejor serie documental de la historia de la televisión: Cosmos, de mi héroe infantil y de todos los tiempos, Carl Sagan. Debe de ser el signo de los tiempos: a más información, más confusión; cuanto más proliferan este tipo de programas, más baja su nivel en general. En vez de aspirar a igualarnos por arriba, lo hacemos por abajo. A lo mejor, cuando todos seamos igual de tontos, consigamos ser felices. ¿Método científico? ¿Para qué? ¿Para conocer la verdad y descubrir que no es como querríamos que fuera? Quita, quita.

Carl, te echo de menos


 

miércoles, 21 de marzo de 2012

El nombre del mundo es bosque

Tomo prestado el título de un libro de Ursula K. Le Guin (qué infalible inventiva tiene esta mujer para los títulos, por cierto) porque hoy es el Día Mundial del Árbol. Como he dicho en el Caralibro, no soy muy partidaria de los "días de", no me parecen muy efectivos. Tampoco creo que éste lo sea. Mientras escribo, en el Amazonas, en otras selvas tropicales y en los bosques septentrionales siguen talando árboles (habrán talado unas cuantas hectáreas para cuando termine de escribir esta entrada, seguro :P), grandes áreas del mundo sufren un proceso imparable de desertización a causa del cambio climático cuando no son pasto de los incendios forestales y no parece que las industrias multinacionales tengan intención de cambiar sus políticas. No es algo nuevo; aunque parezca mentira, los Monegros no eran un desierto, sino que en la Antigüedad estaban cubiertos de bosques de sabinas, de ahí su nombre: los bosques eran tan densos que de lejos los montes aparentaban ser de color negro. En la Edad Media empezaron a talarlos para construir la flota de la corona aragonesa que dominó el Mediterráneo, y en el XVII el proceso se agudizó hasta el desastre. Tal vez el ecosistema de los Monegros actuales sea igualmente valioso ahora, pero si ocurre lo mismo con el Amazonas no creo que nos vaya a compensar lo suficiente que surja otro ecosistema desértico allí, por muy especial que sea.

Queramos o no, nuestra vida está ligada a los árboles. Y nuestra imaginación también. Desde Yggdrasil hasta los arcianos, desde el cabalístico árbol de la vida hasta los ents, desde el roble sagrado de los celtas hasta el olmo machadiano, los árboles son una referencia constante en todas las culturas desde que nuestra especie, paradójicamente, se bajó de ellos. 

Árboles que contienen el mundo, que nos suben a los cielos, que horadan con sus raíces la tierra hasta llegar a los infiernos, que son depositarios de la sabiduría de la naturaleza, que se ramifican y florecen  en nuestros sueños y se enraízan en nuestras pesadillas. Árboles que nos dan sombra, belleza, refugio, alimento, oxígeno, árboles que nos dan la vida. Sería justo devolvérsela cuando nuestros cuerpos ya no la tengan. Que las semillas se nutran de nuestros restos y un día crezca un hermoso roble o un esbelto álamo allí donde mis cenizas acaben reposando. Aunque espero que eso sea dentro de bastantes años, claro :P. Mi alma hobbit adora los árboles, pero no adelantaré acontecimientos voluntariamente; dejaré el sacrificio al albur del azar, el destino o el bromista que se inventó este gran chiste, si es que existe. Hasta entonces, pasearé entre los árboles, respirando el aire fresco y dejándome acariciar por los rayos de sol que se filtren entre las ramas. No estaría de más plantar unos cuantos, de paso. Mientras haya tiempo.


jueves, 15 de marzo de 2012

¿Y dónde está la casa?

Seguro que esa pregunta se la ha hecho más de uno. Una de las paradojas de Madrid es que su parque más grande reciba el nombre de Casa de Campo. El nombre le viene de la casa de campo que levantó una familia noble de Madrid, los Vargas, en lo que entonces era su finca, al otro lado del Manzanares. Como a Felipe II le pillaba muy cerquita del Alcázar y también limitaba con el Pardo, donde tenía otro palacio que supongo que os sonará de algo, el muy cuco fue comprando y expropiando terrenos hasta que se hizo con un coto de caza bastante apañado. En posteriores reinados la finca se iría expandiendo; en el reinado de Felipe IV perdió importancia frente al Retiro, mientras que los primeros Borbones volvieron a interesarse por ella. En el XIX estuvo a punto de desaparecer bajo los cimientos de un pueblo de nueva construcción (la especulación inmobiliaria viene de lejos), pero por suerte el plan no llegó a realizarse. En 1931, coincidiendo con la proclamación de la II República (de hecho fue una de las primeras medidas que se tomaron), por fin fue cedida al Ayuntamiento para su uso y disfrute por el pueblo de Madrid. Por su posición estratégica se convirtió en uno de los frentes de la capital durante la guerra civil, y después estuvo cerrada hasta 1946. Desde entonces ha continuado abierta al público, se han construido en ella el parque de atracciones y el zoológico, y por ella han pasado vecinos de Madrid, turistas,  reclutas de instrucción, toreros en prácticas (vi a dos el otro día), ciclistas, carreristas, locos, prostitutas y muchos más tipos de fauna humana, además de la del zoológico.
Nido de cigüeñas sobre una farola, con un par
Ahora yo soy una parte más de esa fauna. Antes de que me condenaran merecidamente a muerte por el execrable delito de tenerla al lado de casa y no dar ni un triste paseo por ella desde hace meses, decidí redimir parte de mi culpa y el domingo pasado salí a dar un paseo a buen trote, y eso he estado haciendo todos los días (hasta hoy, tengo excusa: he ido a una feria del empleo en el Ifema y a comer con mis papis :P). Mis pantorrillas son dos agujetas enormes, pero con este tiempo la Casa de Campo está que da gloria verla, y eso que todavía hay muchos árboles sin hojas. Algo que me sorprende es que, sin riegos artificiales, la mayor parte del suelo está cubierto de hierba; con un invierno tan seco, me parece un milagro, y eso habla en favor de la refrescante umbría del arbolado. Supongo que cuando llegue el verano la hierba se secará, pero por ahora disfruto de tanto verde a ambos lados de los senderos. De momento, me conozco ya bastante bien todo el circuito alrededor del zoo (es lo que más cerca me pilla de casa :P), he flipado viendo lo cara que es la entrada al parque de atracciones y también he llegado andando hasta el Lago; después de una hora larga de caminata a buen ritmo, eso sí, y teniendo en cuenta que si quería volver a patita me quedaba otra hora larga, opté por comprar una botella de agua, relajarme un rato oteando el skyline y coger el metro para volver a casa. No es plan de desfondarse al cuarto día después de meses y meses de sedentarismo puro y duro :P.

Ayer me llevé la cámara y aproveché para tirar unas cuantas fotos, que son las que acompañan esta entrada. Mientras siga haciendo buen tiempo y la alergia no se me tire a la faringe, pienso seguir aprovechando este chollo que tengo al lado de casa. ¿Veis como Madrid también tiene sus bosques de Ithilien al lado? :P

jueves, 8 de marzo de 2012

Una mañana en el Prado

Alguna cosa buena tenía que tener estar en el paro: hay tiempo para ir al museo del Prado cuando quieras y además te sale gratis :P. Así que, antes de que se la lleven al Louvre, esta mañana he ido a ver la (ahora) famosa copia de la Gioconda. Aquí podéis ver dos imágenes de ella, antes y después de ser restaurada:


Lo primero que me pregunto, obviamente, es a qué cenutrio se le ocurrió, en el siglo XVIII, tapar ese hermoso fondo azulado. Vale que en los retratos clásicos se ha usado mucho el fondo oscuro para resaltar al retratado, que el claroscuro y el tenebrismo son muy propios de España (interpretadlo todo lo figuradamente que queráis, también :P), que en el XVIII español aún imperó hasta muy entrado el siglo el gusto barroco y que el cuadro es una copia, pero un poco de respeto y de por favor, hombre. Lo segundo es que, aunque necesitaba una restauración, no parece haber sufrido tanto el paso del tiempo como la pintura original, que está pidiendo la restauración a gritos:

  
Probablemente la mejor conservación de la copia es otra muestra de lo poco que hemos valorado tradicionalmente lo que poseemos, porque se tiró años  y años guardada en los almacenes del Prado antes de que a alguien se le ocurriera restaurarla. Aun así, la viveza de los colores restaurados es impresionante. ¿Ocurriría lo mismo si los del Louvre se atrevieran a restaurar la obra original de Leonardo? ¿Cambiaría más allá de lo imaginado, hasta el punto de que la expresión de la Mona Lisa nos pareciera distinta y fueran echadas por tierra ciento de hipótesis sobre las circunstancias de la retratada y del retrato? ¿Perdería parte de ese halo de misterio que la ha hecho tan famosa, o por el contrario ganaría puntos con la cara lavada? Desde luego, la copia ha mejorado de forma notoria. No entiendo de arte, aunque tal vez puedo aventurar que intuyo por qué la obra de Leonardo es superior, aparte de tecnicismos que no conozco y por tanto no puedo valorar (un chico que iba con una mujer mayor le explicaba a ésta que en la copia apenas se había usado el sfumato, por lo visto técnica muy propia de Leonardo; si queréis saber lo que es, aquí tenéis la Wiki, que además cita como ejemplo a la Gioconda: Esfumado o sfumato). A primera vista, en la copia la modelo me parece incluso más atractiva que en la original, pero su expresión no tiene tanto interés. Es una mujer joven, aparentemente satisfecha con su vida, que sonríe serenamente pero sin nada que esconder. En cambio, la Gioconda original muestra una expresión un poco más enigmática; su sonrisa parece insinuarse de forma más leve, su mirada parece más hermética. O a lo mejor da esa impresión porque se le notan menos las cejas :P. Tal vez eso es lo que les da miedo a los del Louvre, que un día restauren la Gioconda original y se encuentren con que era una Belén Esteban del Renacimiento XD. 

Ya que estaba allí, he dado una vuelta después de estar un rato observando a la Mona Lisa de pega. Está en la misma planta que los pintores flamencos del XV y el XVI, así que se pueden hacer comparaciones muy curiosas. No he visto el famoso cuadro recién descubierto de Pieter Brueghel el Viejo, El vino en la fiesta de San Martín (ignoro si está expuesto, creo que sí, pero como tengo una habilidad innata para desorientarme, seguro que por eso no lo he encontrado), pero sí estaba, entre otros, el famosísimo El triunfo de la muerte:


Me ha sorprendido comprobar que es un cuadro pintado en pleno siglo XVI, posterior incluso a la Mona Lisa. Ya digo, soy una ignorante y estaba convencida de que Brueghel era contemporáneo de El Bosco, que vivió en el siglo XV (murió en 1516, pero vaya, por unos añitos...). Mientras en el XVI el Renacimiento en Italia estaba consolidado desde hacía más de un siglo, los cuadros de Brueghel todavía muestran un estilo y una iconografía plenamente medievales. En cambio, El Bosco, siendo anterior y con un estilo igualmente medieval, parece adelantarse no años, sino siglos, a la pintura de su época. ¿O no os parecen increíblemente modernas y dignas del surrealismo más transgresor las figuras de pesadilla de El jardín de las delicias? Francamente, y sin negarle mérito a Dalí, viendo sobre todo la parte del infierno, lo primero que he pensado ha sido "Dalí, copiota" XD. Lo segundo que he pensado, lo confieso, es con qué se colocaba el viejo Jerónimo :P. Bromas aparte, estoy segura que cualquier psicólogo daría su alma por viajar en el tiempo para analizar la mente de Hieronymus Bosch. Ahí tenemos nada menos que la Edad Media destilada en las pesadillas de este hombre y plasmada en un estilo tan de su época y al mismo tiempo tan contemporáneo para nosotros que da miedo. Me imagino que ésa es una de las marcas que delatan a un genio. 

En fin, vaya perorata de aficionada que os he soltado XD. Ya digo que soy una ignorante en cuestiones de arte, lo que no quita para que la pintura me encante. No sé si ya os va a dar tiempo, pero hasta el próximo día 13 la copia de la Gioconda estará en exposición por si queréis ir a verla. Además de la contemplación de un retrato francamente notable, incluso tratándose de una copia, podréis disfrutar de los comentarios gratuitos de gente tan ignorante como yo o más XD, y divertiros buscando dónde están los aseos: los tienen tan camuflados que hasta la señalización te despista y es una odisea encontrarlos :P. Yo lo mismo vuelvo otro día, que ya no me ha dado tiempo a ver las pinturas medievales que están en la misma planta (la 0) y me he quedado con las ganas. Las vi hace tiempo, pero me apetece volver a verlas, y seguro que todavía me quedan partes del Prado que aún no he visto. Cómo mola saber que siempre te queda algo más por descubrir ^^.


martes, 6 de marzo de 2012

La guerra interminable

Tomo prestado el título de la novela de Joe Haldeman para hablar del que probablemente sea el mejor reportero gráfico especializado en conflictos armados de España en la actualidad, Gervasio Sánchez. Hace poco escuché en la radio que un periodista decía que el sueño de cualquier fotógrafo de guerra era quedarse sin trabajo. Por desgracia, nunca les falta. Gervasio Sánchez ha estado en la mayor parte de los conflictos que han surgido desde 1984, desde América Latina a la primera guerra del Golfo, pasando por la guerra de los Balcanes y la de Ruanda. No se ha limitado a ejercer su trabajo, que ya es mucho, sino que se ha implicado activamente en la denuncia de las consecuencias de la guerra y de los intereses creados que la provocan. En el 2008 provocó una polémica cuando recibió el premio Ortega y Gasset de periodismo, y dedicó su discurso a denunciar que España era una de las mayores potencias exportadoras de armas de guerra, especialmente de minas antipersona, y justo bajo el mando de Rodríguez Zapatero se había aumentado la producción. No se cortó un pelo en proclamarlo, a pesar de que sabía que eso le podía conducir al ostracismo, y lo siguió denunciando en su blog: Los desastres de la guerra: El mejor traficante de armas abandona la Moncloa.

A pesar de eso, sigue en activo y ahora se puede ver una exposición antológica de su toda obra. Parte de ella, un bloque denominado "Vidas minadas", está dedicada al seguimiento que hizo durante años de varias personas que conoció durante las guerras de los Balcanes y del centro de África, civiles que en muchos casos aún eran niños y que, con mayor o menor fortuna, han seguido viviendo con las secuelas que les causó la guerra: pérdida de miembros por culpa de las minas antipersona, otras secuelas físicas, pérdidas familiares, destrucción de su entorno, desarraigo... Aun así, han conseguido salir adelante, como la joven de la foto, Sofía Elface Fumo, una mozambiqueña que perdió sus piernas siendo una niña y hoy tiene dos hijos. La exposición se muestra en las antiguas naves de la Tabacalera en Madrid. Aquí tenéis más información: Gervasio Sánchez reúne en una antológica el drama de los conflictos armados. Al enterarme de que se había inaugurado esta exposición, he pensado que sería bueno difundirlo. En cuanto tenga un rato iré a verla.

Ojalá un día los reporteros de guerra se tengan que reciclar laboralmente. Desde luego, por ahora no va a ocurrir.