lunes, 30 de marzo de 2015

Un poquito de humor, por favor

Echando un vistazo al Twitter, veo un tuit del Hematocrítico, un cachondo mental al que, si no lo conocéis aún, ya estáis tardando. Yo lo conocí, como me imagino que mucha gente, por su magnífico y descacharrante Tumblr El Hematocrítico de Arte, pero también hace otras cosas, como escribir una columna en El Diario. Por lo que comentaba en el tuit, parece que la última que ha escrito no le ha sentado muy bien a algunos, a juzgar por los comentarios. La columna en cuestión es ésta: Papá, ¿qué te has puesto?

Como podréis ver, en ella se comentan en tono humorístico las fotos de padres con un sentido estético bastante relajado a la hora de vestir. Fotos que, por cierto, están subidas por sus hijos con el consentimiento de los mismos padres. Una gracia sin mayores consecuencias, y parece que los que se lo toman con más humor son los propios retratados. Pues bien, en los comentarios al artículo de Hematocrítico les ha faltado tiempo para criticarlo: que si eso con las madres no se atrevería a hacerlo, que si está de moda meterse con los hombres... Y yo me quedo pensando "pero, por favor, relajaos un poquito, que esto es para echarse unas risas de lo más inofensivas".

Que a ver, entiendo que a veces es verdad que por evitar conductas machistas nos vamos al otro extremo y nos reímos gratuitamente de los hombres, a la vez que nos ponemos un poco talibanes con los defectos de las mujeres. A mí tampoco me hace gracia, por ejemplo, esa web de citas que te insta a "adoptar un tío" como si fuera un cachorrillo o un tamagochi, porque los hombres no son ni una cosa ni la otra y se merecen el mismo respeto que nosotras, y desde luego una web que tuviera el mismo enfoque centrándose en la "adopción" de mujeres ni siquiera habría salido de los límites de la cabeza de un publicista porque sabría que nada más abrir la boca le iba a caer la del pulpo, y con razón. Digo esto por poner un ejemplo, pero hay otros muchos parecidos. Pero una cosa es respetar a los demás, y otra no saber reírse de uno mismo. Concho, que es la pura realidad: ¿quién no ha visto a su padre sentado en el sofá un domingo por la mañana leyendo el periódico, con una camiseta más vieja que la tos y unos pantalones de pijama de estampado inverosímil combinados con calcetines y chanclas de mercadillo? ¿Qué me decís de los abuelos en bermudas veraniegas que van enseñando las canillas? Por no hablar de la escasa habilidad que demuestran a la hora de combinar la ropa de sus hijos, que puede ser un tópico, pero tiene mucho de real (que se lo pregunten al padre de mi hijo, que no tendría empacho ninguno en combinar rayas y cuadritos si le dejara). Por supuesto, soy capaz de reconocer al mismo tiempo que algunos de mis estilismos caseros podrían constituir causa fundada para una demanda de divorcio. Pero es que es así: a veces no tienes ni tiempo ni ganas de andar buscando las prendas adecuadas para conjuntarlas, y si bien para la calle procuras arreglarte, por tu propia autoestima y satisfacción, porque te gusta que los demás te vean bien, y porque también aprecias que te mantengan en tu puesto de trabajo, en casa, pues mira, es tu casa y haces lo que te da la gana en ella, y fun y pin, como diría una amiga. De la libido de mi marido ya me encargo yo, gracias.
Quien dice padres "estilosos", dice guiris, que todos nos hemos reído de ellos, pero una cosa hay que reconocer: van cómodos, y cuando te acostumbras a viajar te das cuenta de que eso es fundamental. Vale, la camisa de flores es para dejarte daltónico. Pero el pavo va tan a gusto.

Además, a los factores paternal y espaciotemporal se junta otro: la edad. Una ventaja de madurar (o por lo menos de cumplir años, lo de madurar ya es más relativo) es que aumenta significativamente el número de cosas que te la sudan ampliamente, ya que la experiencia te va demostrando que la mayor parte de lo que te ocurre no es tan importante. Y cuando relativizas la importancia de la mayor parte de las cosas que te pasan, la disminución del sentido del ridículo y el aumento del sentido del humor suelen ir aparejados. Sería deseable que todos supiéramos reírnos de nosotros mismos siempre, pero si no traes el sentido del humor de serie, la edad puede ayudar. Aun así, se ve que algunos (cada vez más, me temo) no aprenden. Una lástima, porque en verdad todos necesitamos más humor para afrontar un día a día cada vez más cargado de malas noticias, injusticias y sinsabores. Que, igual que lo cortés no quita lo valiente, el buen humor no quita las ganas de luchar por lo que es justo y necesario. Es más, suele ser un arma bastante eficaz para conseguir ese mismo fin. Así que relajaos un poco, por favor, que es muy sano, que si no vais a acabar con unas contracturas del copón. Ea.

lunes, 23 de marzo de 2015

El Ministerio del Tiempo

Entre las cosas que debo agradecerle a mi padre, hay una que me satisface especialmente. Se podría decir que es consecuencia de otra más importante: el amor por la lectura que nos han legado tanto él como mi madre, ya que siempre estuvo presente en casa, en forma de libros que llenaban la librería del salón, libros que veía a mi padre leer con regularidad. Mi madre, entre el poco tiempo que le dejaba cuidar de nosotros y los problemas de vista que arrastra desde joven, había perdido la costumbre de leer habitualmente, pero procuró fomentar también la afición en mi hermano y en mí no escatimando en la compra de libros de todo tipo, tanto de narrativa como de divulgación (después fuimos usuarios asiduos de la biblioteca municipal de mi barrio desde el momento en que la abrieron).

Ese amor por la lectura engloba otra querencia más concreta, el amor por las historias de ficción, que también disfruté desde siempre en formato audiovisual. Y, dentro de esas historias, a mi padre le gustaban la ciencia ficción y la aventura. Uno de mis primeros recuerdos es cuando, los domingos por la tarde, después de comer, mi padre y yo veíamos la mítica serie de "La Masa" (que era como en la prehistoria se conocía al increíble Hulk :P) protagonizada por Lou Ferrigno. Mientras, mi hermano se iba con mi madre a ver "La casa de la pradera", que a mí me parecía un inmenso pestiño, a la salita, donde teníamos la vieja televisión en blanco y negro, porque al pobre le asustaba ver la transformación que sufría Bruce Banner, cosa bastante lógica porque el pobre apenas tenía tres años y ver que un tipo normal se convertía en un monstruo verde feísimo debía de acojonar bastante a una criatura de esa edad XD.

Pasaron los años y con ellos las series y películas que me marcaron: Una nueva esperanza, que entonces era simplemente La guerra de las galaxias, en un cine de reestreno de mi barrio a los nueve años, edad ideal para quedar enganchada a las historias galácticas de por vida; "Ulises 31", que me llevó a leer la Odisea, primero con extrañeza porque ¿dónde estaban los robots, los alienígenas y las naves espaciales, y por qué hablaban tan raro? y después con placer; la mítica "V", que nos reveló que no todos los extraterrestres eran buenos como E. T.; ya en la adolescencia, series como "Star Trek: la Nueva Generación", películas como Terminator o Robocop, y un sinfín de lecturas de clásicos de la ciencia ficción y la fantasía en la biblioteca de mi barrio terminaron por convertirme en la friki que soy. Ya ni os cuento cuando se estrenaron las películas de Peter Jackson de El señor de los anillos, o lo que he disfrutado en estos últimos años con el boom de las películas de superhéroes de la Marvel, sólo por no cansaros con multitud de ejemplos más.

Todas estas películas y series con las que disfrutaba tenían algo en común: no eran de producción española. Se daba por sentado que la industria audiovisual española no tenía medios para producir series y películas propias de temática fantástica sin provocar vergüenza ajena, y por lo demás parecía que tampoco era algo que interesara especialmente al público, cosa que la cartelera se encargaba periódicamente de desmentir, pero los cineastas y realizadores españoles, salvo algunas honrosas excepciones en las dos últimas décadas como Álex de la Iglesia o Jaume Balagueró y otros directores más centrados en el terror, no se daban por aludidos, ni tampoco las cadenas de televisión, más allá de muestras muy puntuales como la estupenda La cabina de Antonio Mercero o las "Historias para no dormir" de Narciso Ibáñez Serrador. Sobre todo, a partir de los años 90, con el auge de las cadenas privadas, proliferaron como setas las series familiares tipo "Médico de familia" o "Los Serrano", que, más allá de su calidad (que no digo que no la tuvieran, al menos al principio, antes de que las estiraran como chicles que ya han perdido el sabor), a mí particularmente no me enganchaban mucho, pero parecían tener mucho éxito entre el público general. Nada que reprochar, al fin y al cabo era su objetivo. Pero, aunque con el tiempo la temática de las series se ha diversificado bastante y han evolucionado adaptándose a los tiempos actuales, aun así las cadenas televisivas no destacan especialmente por su afán de innovación, y suelen ir a lo seguro, lo que saben que ha triunfado previamente, de modo que lo habitual es que se copien unas a otras. El resultado es que acabé saturada de series clónicas "para toda la familia" (esto es, básicamente para los abuelos, que son los que se tiran todo el día viendo la tele) y llevaba años sin ver prácticamente la televisión, y desde luego ni me acordaba de lo que era estar pendiente de una serie de televisión en su medio original. Si una serie me interesa especialmente, la veo en internet o en dvd, a la hora que quiero y sin anuncios. Sí que veo algunas series cuando las pillo por entretenerme si no tengo otra cosa que hacer (situación cada vez más rara), pero se trata de series de estructura episódica que no tengo que seguir habitualmente para no perderme: "Bones", "Castle", "El mentalista", divertidas, bien hechas y poco exigentes con mi nivel de atención.  Posiblemente me haya perdido buenas series emitidas en las cadenas nacionales por el camino, pero ya digo que últimamente no es tiempo lo que me sobra.

Pero hace pocos meses se empezó a rumorear por internet que se estaba preparando una nueva serie que se salía de esos esquemas. Una serie de ciencia ficción, en apariencia similar a la idolatrada "Doctor Who" (idolatrada por los frikis, porque entre el público español en general, exceptuando a los televidentes catalanes, que en esto siempre han sido un poco privilegiados en comparación, no se conocía), y además producida por Televisión Española, lo que llamaba aún más la atención ya que, seamos sinceros, en la última legislatura la televisión pública no ha destacado precisamente por su afán de innovación. Dejémoslo en que los que la dirigen ahora están a otras cosas.

El caso es que la noticia me pareció tan extraordinaria que me mantuve atenta a las novedades, no sin cierta precaución por si terminaba siendo un fiasco, pero expectante por si me llevaba una sorpresa. Y tanto que me la llevé.


A estas alturas ya sabréis que estoy hablando de "El Ministerio del Tiempo". No es difícil deducirlo, ya que he titulado así esta entrada :P. También si sois usuarios habituales de Twitter y Facebook sabréis el revuelo que se ha montado. El caso es que cuando emitieron el primer capítulo, mi marido y yo, por primera vez en mucho tiempo, pusimos la tele aposta, y encima en el primer canal de Televisión Española, que no veíamos desde hace ni se sabe, dispuestos a darle una oportunidad, y si no nos convencía, dejarla pasar (como nos ocurrió, por ejemplo, con "Alatriste", y no creáis que no nos pesó; está visto que el espadachín de Pérez-Reverte tiene todavía menos suerte que Stephen King con las adaptaciones a cine y televisión).

Oh, maravilla. Cuando terminó ese primer capítulo, ya éramos fans convencidos. No es que sea la mejor serie del mundo, y es posible que fuéramos con las expectativas bajas para no llevarnos una gran decepción. Pero, aun así, superó sobradamente esas expectativas: no sólo no era una simple copia de "Doctor Who" como vaticinaban algunos talibanes agoreros, sino que bebía de múltiples fuentes y las mezclaba de forma muy inteligente para generar un producto muy digno y que no tenía nada que envidiar a series extranjeras aclamadas. Y, sobre todo, era lo más divertido que habíamos visto en años. No sólo por los continuos guiños frikis y el humor tan irónico y cotidiano que desprendían unos diálogos ágiles e ingeniosos, o porque, por una vez, se notaba que, aun sin una millonada brutal en efectos especiales, se contaba con los medios suficientes para producir algo digno y estos medios se aprovechaban al máximo y con eficacia, sino también por un guión trabajadísimo, imaginativo, valiente y sin complejos, que conseguía enganchar con una trama milimetrada que no daba un respiro y te dejaba con ganas de más, y era representado por unos actores extraordinarios que se notaba que disfrutaban como enanos: incluso Rodolfo Sancho, cuyo personaje me pareció al principio el más plano, ganó puntos en los siguientes capítulos y ahora me encanta, y qué voy a decir de Nacho Fresneda, que está absolutamente genial como Alonso de Entrerríos (mi personaje favorito y el de muchos, sin duda). También Aura Garrido es una revelación, y el resto de actores están todos fantásticos. En fin, se nota que todos los que participan en la serie disfrutan haciéndola, especialmente sus creadores, los hermanos Pablo y Javier Olivares, que, irónicamente, también fueron guionistas de "Los Serrano", lo que demuestra que los guionistas españoles, además de tener oficio, cuando se les deja trabajar con libertad son capaces de una versatilidad insospechada. Os recomiendo, por cierto, quedaros a ver los making off que se emiten después de cada capítulo, son interesantísimos.

Así que decidimos que íbamos a seguir viendo la serie, por supuesto. Pero entonces comenzaron los problemas: cambios de día y hora, audiencia más bien discreta aunque no escasa (por televisión, que vía online por la web de RTVE tiene muchísimos seguidores, y por otra parte la audiencia en televisión ha aumentado capítulo a capítulo), contraprogramación de otras cadenas con series que también tienen bastante audiencia... Como no sería la primera vez que ocurriera, y los espectadores ya estamos bastante maleados y escamados con los tejemanejes de las cadenas televisivas con tal de ganar audiencia a cualquier precio, muchos se temieron lo peor: que una vez terminada esta primera temporada, RTVE no se molestaría en producir más temporadas. Hoy en día, o triunfas como la cocacola en los primeros capítulos, o despídete (que se lo digan a la pobre "Firefly", o a otras series españolas que enseguida han desaparecido en cuanto no han dado el resultado esperado a la primera), y no parecía que Televisión Española estuviera muy por la labor de apoyar la serie. Tal vez la reacción de los fans parezca exagerada, pero, la verdad, viendo cómo está el percal televisivo en los últimos años, y para una vez que podemos disfrutar de una serie de calidad que no se parece a las demás sino que explora un campo tan poco trabajado y tan maltratado en la ficción española, el temor a que no te dejen seguir disfrutándola cuando ya te has ilusionado es comprensible. Por eso, y porque ya sabéis que me gusta compartir las cosas que me gustan, es por lo que escribo esta entrada. No digo que haya que ver la serie a la fuerza, hay gustos para todo. Pero si no la has visto, por probar a ver un capítulo no pierdes nada, y te puedes llevar una agradable sorpresa. También puedes verla online y luego seguirla en abierto, si te apetece y te cuadra. Esta noche, desde luego, voy a ver el quinto capítulo, que encima está ambientado en los años ochenta, mi década fetiche. Espero que lo disfrutéis. Yo seguro que lo haré.

viernes, 13 de marzo de 2015

No hay justicia

Ya lo sabréis a estas alturas, por desgracia. Ayer, 12 de marzo de 2015, Terry Pratchett murió. No por esperado duele menos. Tampoco voy a contar nada que no sepáis ya, ni mi humilde esquela aportará nada nuevo ni especialmente inspirado. Habrá homenajes mucho mejores que el mío, pero necesito dejar constancia de lo importante que era para mí. A muchos les resultará absurdo, incluso ridículo, que alguien a quien no conoces personalmente llegue a ser tan influyente en tu vida y que te duela tanto su ausencia. Posiblemente, son los mismos que tampoco entienden por qué puedes llorar por tu gato y no lo haces por un familiar tuyo (con el que posiblemente no tenías contacto desde hace años ni nada en común salvo la sangre, pero eso parece que no se tiene en cuenta). En fin. Seguro que a sir Terry se le ocurriría algún aforismo genial sobre eso, pero el problema es que ya no está aquí para hacerlo. Por boca de uno de sus mejores personajes, si no el mejor, la mismísima Muerte, ya él mismo constató que no existe la justicia, sólo Ella. Por eso se nos ha ido tan prematuramente uno de los mejores escritores contemporáneos. Pero de eso la Muerte tampoco tiene culpa, sólo hace su trabajo. Lo malo es que es jodidamente buena haciéndolo.


La cosa es que no se trata sólo de que Pratchett combinara magistralmente humor con fantasía, o que tuviera una imaginación desbordante que le permitiera producir cerca de cuarenta novelas desde que publicó El color de la magia en 1983. Ni siquiera que éstas fueran tan entretenidas que, en mi caso, fui capaz de zamparme casi todas en cuestión de meses sin intercalar otras lecturas entre medias cuando me vine a vivir con el que hoy es mi marido que, oh, ventura, es devoto lector de Pratchett (otro motivo más para amarle, of course). Ya había tenido el gusto de leer varias de sus novelas antes, pero aquella inmersión en el Mundodisco y alrededores me hizo fan absoluta del hombre del sombrero. No obstante, eso no es lo principal. Para mí, lo principal es que, bajo todas esas historias hilarantes, bajo toda esa exuberancia narrativa, subyace un análisis de la naturaleza humana que, al menos a mí, me ha hecho reflexionar mucho más que cualquier tratado filosófico. Y, sobre todo, late una profunda emoción, un amor por la humanidad tan consciente de que la humanidad no se merece ese amor como resignado a existir porque, a pesar de que la lucidez y el café klatchiano se empeñan en mostrarnos que los humanos no tenemos remedio, hay una pizca de bondad en el fondo que justifica que la lucha deba continuar. Porque Terry Pratchett era uno de esos escasos seres humanos que demuestran que, en realidad, las personas verdaderamente inteligentes no son malvadas. No, los que nos gobiernan, los que rigen los destinos del mundo, desde su escaño en el congreso o desde su sillón en el despacho de las oficinas de su gran multinacional, generalmente son inteligentes a su manera, pero les falta la auténtica sabiduría. Lo que pasa es que esa falta de sabiduría la suplen con astucia, descaro y egoísmo. Los auténticos sabios son dolorosamente conscientes de la maldad humana, de lo frágil que es la vida, y sienten una empatía con sus semejantes que les incapacita para luchar por el poder, porque eso implicaría volverse malvado y ruín, y acabarían dañando a los demás. Por eso va el mundo como va. Pratchett lo sabía, y nos lo enseñaba a cada nueva novela que escribía. Ya no podrá hacerlo más, y es casi lo que más me duele, saber que cuando termine de leer las novelas que tengo pendientes aún (si no me equivoco, me quedan las últimas cuatro o cinco de Mundodisco, la trilogía del Éxodo de los Gnomos, y creo que un par más) ya no habrá más. Aunque seguramente las disfrute tanto como todas las demás, ahora no podré evitar sentir un poco de amargura cuando las termine. Pero siempre podré releerlas (es más, seguro que lo haré, y con algunas no será la primera vez). Al menos, mientras queden personas que quieran leer sus libros, Terry Pratchett seguirá vivo en sus páginas.

Muchas gracias por todo, señor Pratchett. Le echaré de menos.

lunes, 2 de marzo de 2015

III Sides to Every Story: yours, mine and the truth

Hace poco caí en la cuenta de que llevaba mucho tiempo sin escuchar a Extreme, y eso no puede ser, así que me los enchufé en el Spotify a saco. Entre otras cosas, me sirvió para redescubrir un discazo, "III Sides to Every Story", el posterior al celebérrimo "Pornograffiti", y darme cuenta de que ahora me gusta más que el predecesor que les dio la fama hasta extremos a veces estomagantes; todavía hoy no puedo escuchar "More than Words" sin que me entren ganas de vomitar arco iris. Otra buena canción que la radio fórmula se encargó de estropear a base de machacarla... 

Arf


Los Extreme estaban sin duda en la plenitud de su creatividad; se podía decir que eran la cara amable y comercial, pero no por ello de menor calidad, de aquel movimiento a caballo entre el funk y el rock que triunfó al filo de los 90, del que hoy el único rastro, ya bastante desvaído, con cierta presencia en las listas de éxitos que queda son los Red Hot Chilli Peppers. En su momento, otros abanderados del funk rock en sus distintas ramificaciones y filias de finales de los 80 y principios de los 90 fueron los Living Colour, a los que tampoco estaría de más recordar, los Jane's Addiction, y otros grupos pioneros más de culto como Primus y Fishbone, que abrieron camino a aquel movimiento que reivindicaba, actualizándolo, el origen del rock dentro de la música negra.
Arf, arf, arf

Pero el grunge, por las fechas en que se grabó "III Sides" (1992), ya estaba arrasando con todo y probablemente perjudicó a los Extreme en cuestión de ventas, ya que dentro de ese espectro eran los que más cerca se encontraban del glam rock de los 80 al que Kurt Cobain y compañía se encargaron de defenestrar. Aun así por esa época les vi en el antiguo Palacio de los Deportes como teloneros de Aerosmith (creo que era la gira del "Get a Grip", ni os cuento lo que era ver a Steven Tyler en ese momento pegando saltos mortales) y puedo asegurar que eran unos cracks en el escenario; Gary Cherone lo daba todo en escena y qué voy a decir de Nuno Bettencourt, que es un puto máquina con la guitarra y encima estaba buenorrísimo :)_____.

De ese discazo es una de mis canciones favoritas, "Color Me Blind". Un mensaje contra el racismo del que no acabo de ver muy claro el enfoque (más que ser "ciego" a los colores se trataría de que todos fueran apreciados por igual, ¿no?), pero del que entiendo perfectamente su motivación (el mismo año que sacaron este disco ocurrieron los famosos disturbios de Los Ángeles a raíz de la paliza que sufrió Rodney King), y sobre todo un temazo:



Otra delicia de ese disco es la acústica "Tragic Comic", en la que se lucen demostrando su pericia y su facilidad para producir melodías irresistibles sin necesidad de meter decibelios. Por cierto, me encanta el vídeo, es tan Reality Bites XD :



Y la joya de la corona es la canción que remata el disco, una mini ópera-rock dividida en tres partes, que demuestra la influencia que sobre ellos ejercía la enorme impronta de Queen, además de otra gran influencia que impregna el disco entero, la de los Beatles. No en vano, en el homenaje a Freddie Mercury que se celebró en el Wembley en el 92, Extreme fueron posiblemente los grandes triunfadores; en vez de limitarse como hicieron muchos a cantar sus últimos éxitos, rindieron un auténtico tributo a la banda de Freddie, tocando un estupendo medley de varios de los éxitos de la Reina y demostrando que técnica y artísticamente no tenían nada que envidiar a otros grupos en teoría mucho más exitosos y veteranos que ellos. Extreme supo destilar sus influencias en esta maravilla que, a pesar de su longitud, no cansa. Escuchadla, no os arrepentiréis:



Después, su carrera siguió con altibajos. Se separaron, se volvieron a juntar, mientras Nuno Bettencourt siguió demostrando su habilidad con el hacha en solitario o en colaboraciones... Pero, en cualquier caso, para la historia quedan temazos como éstos. Disfrutadlos, todo el disco merece la pena.