domingo, 30 de agosto de 2015

Hijos del dios tuerto

Como siempre, retomo el blog al cabo de meses... El verano ha sido muy productivo para otras cosas, pero en mi caso no para escribir :P. De hecho, llevo más de un mes queriendo escribir esta entrada y no veía el momento, pero por fin he agarrado el teclado y ya no lo suelto hasta que acabe XD.

Digo que hace más de un mes que quería escribir esta entrada porque fue cuando terminé de leer Hijos del dios tuerto, la última novela publicada de Virginia Pérez de la Puente. Ya he comentado de ella otras novelas de su saga de Ridia en este mismo blog, pero ésta es especial. Primero, porque no pertenece a dicha saga, sino que es independiente, y segundo, y sobre todo, porque trata dos temas especialmente queridos para mí: la mitología nórdica y el mundo vikingo. Aunque no se trata sólo de eso, como podéis ver en la sinopsis que nos brinda la propia autora:



¿Quieres cambiar tu destino, Harek Haraldsson? Llegarán tras el deshielo. Llegarán sedientos de sangre, sedientos de vidas, sedientos de venganza. Y no puedes impedirlo.
¿Quieres cambiar tu destino, Loki? Tu camino está trazado. El camino hacia la traición, el camino hacia la muerte, el camino hacia la destrucción de los mundos. Y no puedes evitarlo.
El destino no se puede esquivar. El destino no se puede cambiar. El destino es.

Las nornas tejen en su tapiz el pasado, presente y futuro de los nueve mundos, entrelazando los hilos de las vidas de dioses, hombres y monstruos. Ocultas bajo las raíces de Yggdrasill, las tres hilanderas empiezan a hilvanar un hilo de oro: el hilo de un héroe, Harek Haraldsson, jarl de un clan de vikingar que se prepara para el ataque de otro fiordo con el que mantiene una deuda de sangre.

Mientras se debate entre la responsabilidad de proteger a su gente y la tentación de sucumbir a la sed de venganza, Harek ignora que su hilo está entretejido con los hilos de los dioses. De sus decisiones dependerá el destino de los æsir y su victoria o derrota en el Ragnarök, que llegará, como los enemigos de su clan, después del hielo.
Como podéis deducir, hay dos tramas principales en la novela, que transcurren en mundos diferentes pero están entrelazadas. Una, la que me llamó primero la atención por esa relación con la mitología nórdica, es la de los dioses asgardianos, a los que las nornas les revelan parte de su futuro, nada halagüeño para ellos: nada más y menos que el Ragnarok. En ese sentido, me recuerda un poco a Señores del Olimpo, la excelente novela de Javier Negrete, pero con la novedad de que Hijos del dios tuerto no se centra sólo en la trama divina, sino que ésta se une con otra trama centrada en el mundo humano, que a muchos seguramente os recordará a la serie Vikings, lo cual en sí no es mala comparación precisamente. Pero, ojito: esta novela, aunque por diversas circunstancias haya sido publicada ahora, fue escrita hace cosa de cuatro años, así que no se trata precisamente de un arrebato para seguir la última moda ;-). Esta otra trama transcurre en un poblado vikingo cuyo jarl, Harek Haraldsson, guarda un sorprendente parecido con el dios Thor. Sea por ese parecido o por razones que sólo las nornas comprenden, el destino de este hombre queda ligado al de los dioses: de él dependerá que se desencadene el Ragnarok o no.

Obviamente, los dioses no están dispuestos a sucumbir a ese destino por las buenas, y tratarán de controlar el destino de Harek por diferentes medios. Pero, aunque Thor y sobre todo Odín tienen papeles importantes en esta tarea, el que resulta más implicado por varios motivos es, para mí, el mejor personaje de la novela: Loki. Aparte del atractivo con que el dios nórdico ya cuenta de por sí en los mitos originales por su naturaleza astuta y retorcida, el retrato psicológico que de él se va trazando a lo largo de la novela es magistral. Ya en otras novelas la autora ha demostrado su dominio a la hora de perfilar personajes complejos y llenos de matices; como comenté en su momento, me encantó especialmente el personaje de Vanakao de Venver en Mi alma por mi rey, que se terminaba por revelar como el auténtico protagonista de la historia, cuando en principio parecía un secundario, más o menos relevante pero no principal. Pues en el caso de Loki es todavía más notorio: desde el primer momento se convierte en un robaescenas nato, por recurrir a la terminología cinematográfica, y según va avanzando su papel en la trama nos vamos enganchando más y nos implicamos emocionalmente con sus peripecias y sus desvelos hasta un clímax de los que te dejan ojiplático y sin uñas.

También es muy destacable que, aunque por supuesto los utiliza y adapta para sus fines narrativos, la autora respeta bastante los mitos originales, insertándolos en la historia de una manera muy lograda y consiguiendo hacerlos comprensibles a nuestra mentalidad sin por ello desvirtuarlos: lo comento como algo que aplica en general a toda la trama de Asgard, pero en el caso de Loki es aún más patente, y en ocasiones brinda escenas geniales. No os voy a espoilear nada, pero, por ejemplo, hay un comentario sobre cierta experiencia sexual bastante bizarra del dios de las mentiras que me hizo partirme de risa, sobre todo por la aplastante naturalidad con que él la asume XD.

En ese aspecto se nota que la autora se ha documentado mucho y seriamente, pero no sólo en la vertiente mitológica. También en la trama que transcurre en Sørfjord, el pueblo que dirige Harek, se ha esmerado por reproducir lo más fielmente posible la forma de vida cotidiana de los vikingos, según los testimonios documentales y arqueológicos con los que actualmente se cuenta. Por supuesto, igual que sucede con los dioses, ese trasfondo documental está supeditado a la acción y al retrato de los personajes, cada uno con su propia personalidad y evolución. Pero aun así se agradece que se haya tomado tantas molestias en reflejar el modo de vida de la época en la que transcurre la acción, sin concesiones a tópicos, por más implantados que estén. Incluso en el lenguaje respeta en la medida de lo posible las denominaciones originales, aunque no os inquietéis: se entienden bien por el contexto, y de todas formas al final del libro hay dos apéndices muy interesantes: el primero sobre las runas (cada capítulo está encabezado por una runa distinta, de la que se ofrece el significado en el apéndice), y el segundo, un glosario muy útil, en el que podréis resolver cualquier duda al respecto. En fin, si no tienes idea de mitología nórdica, no te preocupes porque vas a disfrutar igualmente de la novela y no tendrás problema para seguir la narración, pero si además es un tema que te interesa la disfrutarás aún más.

Como siempre, destacan el depurado estilo de la autora, su facilidad para escribir diálogos ágiles y muy naturales, el cuidado sutil con que trata la caracterización y evolución de sus personajes y las descripciones de su entorno trabajadas pero precisas, sin demorarse en detalles inútiles. Las dos tramas avanzan de manera paralela hasta unirse en un determinado punto; posiblemente la trama de Asgard da la impresión, al menos al principio, de tener más acción, mientras que la que transcurre en Sørfjord es más pausada, aunque a cambio se profundiza más en las relaciones y las motivaciones de los protagonistas humanos y, para compensar, antes de que ambas tramas se fusionen asistimos al desarrollo de una batalla muy impactante. Finalmente, todo encaja y se llega a un final que es autoconclusivo y consecuente, pero lo suficientemente abierto como para que, si la autora quisiera, pudiera escribir otra novela sobre el tema. Ya ha manifestado que en principio esto no es otra saga como la de Ridia, sino que es una novela única, y como tal se lee y se disfruta plenamente, pero yo ahí lo dejo por si acaso :P. Todo sea por leer más novelas chachis sobre vikingos buenorros y dioses molones :P.

En fin, como os podéis imaginar a estas alturas después de la chapa que os he soltado XD, he disfrutado leyendo esta novela y la recomiendo, por supuesto :). Si queréis más información, podéis consultar la página de la autora: Hijos del dios tuerto. Y si os decidís a leerla, está disponible en Amazon, tanto en formato digital como físico, en ambos casos a precios muy asequibles, sobre todo teniendo en cuenta lo cuidada que está la edición. Espero que la disfrutéis tanto como yo o más :).

domingo, 19 de julio de 2015

Always look on the bright side of life

De esto que hoy me he levantado de buen humor. No es por nada en especial, posiblemente porque esta noche ha hecho un poco más de fresco y he dormido mejor :P. El caso es que, mientras escuchaba el Spotify, me ha salido aleatoriamente una canción de un grupo de cachondos de principios de los 90 que ya no creo que muchos más recuerden aparte de los viejunos como yo, pero que sigue teniendo su gracia. Hablo de los Terrorvision y su (casi) one hit wonder, Oblivion:



Como comentaba hace un rato en mi Facebook, a pesar de que a principios de los 90 parecía que todo era depresión, llanto, dolor y crujir de dientes por obra y gracia del rodillo grunge, que parecía haber arrasado con el glam rock de los 80 (y ojo, conste que grupos como Pearl Jam, Nirvana o Soundgarden me encantan, lo que ocurre es que hay vida musical más allá de ellos), había grupos como los Terrorvision o los Ugly Kid Joe que reivindicaban con su música un lugar para el humor y el cachondeo en el rock. Lugar que siempre ha estado ahí, porque desde las letras ingenuamente picantonas de los pioneros del rock en los 50 al gamberrismo punk de los Sex Pistols, pasando por la ironía ácida de Frank Zappa, el rock ha servido para reivindicar la alegría de vivir y el derecho irredento a rebelarse contra los que nos la quieren quitar.

Ese espíritu rebelde puede ponerse trascendente y correr el riesgo de volverse cargante, o aligerarse por medio del humor y correr el riesgo de perder fuerza y quedarse en mera anécdota. Pero pienso que el humor muchas veces es más efectivo cuando se trata de llamar la atención sobre asuntos graves. La verdad, he reflexionado mucho más sobre la naturaleza humana leyendo a Terry Pratchett que a Platón. Hala, echadme a los perros si queréis, pero soy firme seguidora de aquella sabia máxima de Michi Panero: «En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo». Y conste que lo digo siendo consciente de que yo misma me puedo poner muy intensa a veces (a las pruebas me  remito en este mismo blog), pero prometo que estoy intentando corregirme. Así que no me alargo más. Sed felices y no perdáis el sentido del humor, porque a pesar de la crisis, de los politiqueos y de la mierda que es el mundo en general, siempre tienes la opción de ver el lado bueno de la vida, como decían otros grandes filósofos del siglo XX:


Buen domingo a todos :).

PD: esta entrada está dedicada, cómo no, a Javier Krahe. Y no por postureo, porque hace muchos años que lo escucho y me ha dado verdadera pena que nos dejara tan pronto. Escuchadlo, coño, ¿a qué esperáis?:


PPD: Acabo de ver que mi anterior entrada habla precisamente sobre el pollo que se montó a costa de los dichosos tuits de Guillermo Zapata. También les dedico esta entrada a toda esa gente que no tiene sentido del humor y no puede soportar que los demás lo tengan :P.

lunes, 15 de junio de 2015

Antes todos éramos Charlie

Supongo que ya estaréis enterados respecto a la polémica sobre los tuits de Guillermo Zapata, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid apenas recién estrenado con el equipo de Ahora Madrid y ya a punto de dejar su puesto, por lo que parece. Todo viene de aquí: Los tuits antisemitas del nuevo concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Por si tenéis activado el AEDE Blocker, os aclaro que es la noticia del ABC en la que se daba cuenta de unos tuits supuestamente antisemitas del nuevo edil. Eso sí, sacados de contexto, tal como él mismo explica en esta entrevista de El Diario a Guillermo Zapata.  En el momento en que escribo esto, que yo sepa aún no se ha decidido si este hombre dimitirá de su cargo o no. El caso es que él ya ha explicado (por desgracia, un poco tarde, ahí es donde probablemente falló) que no es antisemita en absoluto ni quería mofarse de las víctimas del terrorismo, entre otras lindezas, sino que esos tuits eran ejemplos de chistes macabros dentro de una conversación tuitera con Nacho Vigalondo (al que habían censurado en El País por una situación parecida) sobre la validez del humor negro. 

Esta conversación se desarrolló en 2011, cuando aquí todavía muchos no sabíamos qué era Twitter hasta que nos enteramos por las noticias sobre la Primavera Árabe. En ese momento, Guillermo Zapata no estaba embarcado en ninguna carrera política, y probablemente si le hubieran dicho que podía llegar a ser concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid le habría parecido un chiste, no sé si macabro o surrealista. Admito que eso no tiene por qué disculparle: aunque me gusta el humor negro (me encantan, por ejemplo, las tiras de Cyanide & Happiness), personalmente tengo mis límites y no me hicieron gracia, por ejemplo, los chistes que en su momento se sacaron sobre Miguel Ángel Blanco, Irene Villa o Lady Di (supongo que mi límite está en cuando se personaliza a las víctimas de ese humor). Pero tampoco se me ocurrió que los que contaban esos chistes fueran malas personas necesariamente, ni los censuraba por ello (como mucho les decía "joder, macho, qué bestia", y a otra cosa). Lo queramos o no, el humor negro forma parte de la cultura humana, como una expresión más de desahogo ante situaciones dolorosas; más o menos desafortunada, pero está ahí, por mucho que le pese a la corrección política. Creo que más que de censurar, se trata de educar a todos en valores éticos que potencien la empatía y el respeto por los demás, y es posible que esos chistes de tan mal gusto acaben desapareciendo, entre otras muchas manifestaciones más o menos negativas de la naturaleza humana.

Pero, mientras tanto, esos chistes están ahí, y Guillermo Zapata tiene que afrontar las consecuencias de haberlos citado en un medio en el que es muy fácil sacarlos de contexto y usarlos como arma arrojadiza. Él ya ha explicado que no era su intención en absoluto denigrar a nadie y ha pedido perdón, pero pongamos que, aun así, debe asumir una responsabilidad y, si es necesario, dimitir. Por unos tuits que escribió hace cuatro años, cuando era una persona anónima que no tenía intención de intervenir en política. Pero vale. Aceptamos barco, por mor de la transparencia y de dar ejemplo. Me parece correcto. Entonces, ¿por qué no dimite también, por ejemplo, Rafael Hernando, diputado del PP, por haber ofendido a los familiares de los desaparecidos durante la guerra civil y la posguerra a manos de los franquistas, cuando dijo que "algunos se han acordado de su padre, parece ser, cuando había subvenciones para encontrarle", como se cuenta en este artículo?: Cómo atizar a la memoria histórica (a través de diez casos) . Anda, que no ha dimitido. Y eso que él lo decía en serio, no en broma. Es más, se archivó la querella que víctimas del franquismo habían interpuesto porque "el Supremo considera que no fueron 'expresiones vejatorias' y las ampara la libertad de expresión": Archivada la querella de víctimas del franquismo contra Rafael Hernando. No sé, digo yo que o jugamos todos o rompemos la baraja, ¿no?

Ah, que no. Que ya no somos Charlie.

Pues vale.


jueves, 14 de mayo de 2015

Madrid, Madrid, Madrid

Hoy un artículo de Barbijaputa en No Más IVA: Ojalá me ha hecho recordar a Tierno. Lo comentaba hace pocos días en mi Facebook: tal vez don Enrique Tierno Galván no fue tan perfecto como la memoria y el cariño nos lo hacen ver, pero desde luego es el mejor alcalde que Madrid ha tenido nunca. En las primeras elecciones generales, mi padre votó por los socialistas, pero no por los del PSOE, sino por los del PSP (Partido Socialista Popular), que era el partido que dirigía Tierno y luego fue absorbido por el PSOE. Tengo la suerte de poder recordarlo porque, aunque era una niña mientras dirigió la ciudad en la que llevo viviendo desde que tenía tres años, ya tenía uso de razón para apreciar la bonhomía que le definía. Cuando murió yo tenía catorce años, y recuerdo ver por televisión las calles de Madrid colapsadas por las miles de personas que acompañaron su cortejo fúnebre. Mi padre no pudo asistir porque le tocaba trabajar, pero le habría gustado, y lo recuerdo emocionado. A mí también me dio pena, en mi casa lo queríamos.

Nunca he vuelto a sentir aprecio por ninguno de los sucesivos regidores de mi ciudad. A Juan Barranco no le dio apenas tiempo a dejar huella de su paso; una moción de censura colocó en su lugar a Agustín Rodríguez Sahagún, que era un pobrecito que sirvió de puente para que después de él comenzara el calvario pepero de mi ciudad. Primero aguantamos durante ocho largos años a Álvarez del Manzano, del que lo mejor y lo peor que se puede decir es que no hizo NADA. Pero NADA. Bueno, miento: sí que hacía algo. Túneles. Muchos túneles. Para los coches, of course, que desde entonces han sido los niños mimados de la alcaldía madrileña. Tantos túneles hizo que le llamaban el Topo.

Tanta desidia dejó el terreno abonado para que arraigara en él una auténtica garrapata, posiblemente el mayor vendedor de humo que hemos conocido en democracia: Alberto Ruiz Gallardón. Aunque sus medidas como ministro de Injusticia han terminado por descubrir su verdadera naturaleza ultra y reaccionaria, durante mucho tiempo a una buena parte de los madrileños los tuvo engañados, primero como presidente de la Comunidad y luego como alcalde, haciéndoles creer que era lo más progresista y potable dentro del PP: lucía buenas maneras, una educación exquisita hasta la untuosidad que contrastaba con el gañanismo de muchos de sus compañeros de partido, era culto y amante de la música... El resultado, a la vista está: un Madrid reformado de cara a la galería pero con goteras cada vez que llueve, una deuda de tamaño galáctico y, en contra de lo que prometía su supuesto amor por la cultura, cada vez más amuermado. Encima, nos dejó tirados en manos de la que posiblemente sea la peor alcaldesa hasta la fecha, la mujercísima: Ana Botella, que ni fue elegida ni lo habría sido si se hubiera presentado a elecciones. Argh.

En resumen, desde hace veinticinco años aproximadamente mi ciudad viene sufriendo una sucesión de alcaldes a cada cual más atomatable, si me permitís el palabro (porque no me digáis que sus ocasionales salidas al balcón de la Casa de la Panadería no son oportunidades perfectas para practicar el tiro al blanco con tan aprovechable fruta). Han sido elegidos (al menos, casi todos) democráticamente, cierto. Cada uno vota lo que quiere, cierto. No voy a caer en la trampa de afirmar que todos los que votan al PP son gilipollas (aunque los dioses saben que es muy, muy fácil caer en esa trampa). Muchos lo harán por auténtica convicción, otros porque les parece lo más conveniente, otros porque no les gustan las alternativas... Porque, además, la única alternativa viable durante los largos años del bipartidismo, el PSM, se ha dedicado a dinamitarse a sí misma a conciencia y con saña. Pero, francamente, me pregunto si muchos de mis conciudadanos no sufren una miopía aguda. Porque, la verdad, que ahora se presente como candidata a Esperanza Aguirre, a la que ya hemos sufrido durante demasiados años como presidente de la Comunidad, y que tenga muchas posibilidades de salir elegida, me alucina y me agobia tanto que me saca de mis casillas. Que a estas alturas haya tanta gente a la que le merece su confianza e incluso su simpatía una señora que ha gobernado la autonomía de Madrid a su antojo, mangoneando directamente por medio de sus subordinados todo lo que ha podido sin importarle si lo destrozaba (sea Telemadrid, la educación y la sanidad públicas o la moto de un agente de movilidad), dejando que una corrupción sin precedentes en la historia de la democracia por su extensión y su profundidad (salvo, quizá, la de la Comunidad Valenciana) campara a sus anchas bajo sus mismas narices, que se escaqueó con un descaro impresionante cuando se olió que por fin la mierda le podía salpicar, dejando en la estacada a esos subordinados a los que ahora por lo visto sólo conoce de decir "hola y adiós", para volver después con mayor desfachatez aún  y reafirmándose en todas sus actuaciones con una prepotencia insultante... Que haya tanta gente, digo, que a estas alturas todavía la apoye y hasta la jalee, me provoca verdadera tristeza, angustia e indignación.

Supongo que, en parte, esto es resultado del efecto rodillo. Tantos años de gobierno del PP en Madrid han acostumbrado a muchos votantes a un conformismo en el que también influye esa costumbre tan española de votar siempre a tu partido igual que siempre apoyas a tu equipo de fútbol, pase lo que pase y para toda la vida. Pero por primera vez en mucho tiempo parece que ese inmovilismo peligra. Muy probablemente una buena parte de los votantes del PP lo seguirán votando, aunque presentaran de candidato a un monigote pintado de verde fosforito con lunares rosas. Otra parte se abstendrá, y otra votará a Ciudadanos, pero posiblemente contando sólo con esos factores no perderían su mayoría absoluta, o lo harían por muy poco. Hasta ahora, les ayudaba que muchos votantes del PSOE habían dejado de votar, pero no encontraban una alternativa. Pero ahora sí la hay, y es peligrosa, porque ofrece justo todo lo que Esperanza no es. Nunca hasta ahora había hecho propaganda política a favor de nadie, ni siquiera ahora pretendo convencer a nadie de que vote lo mismo que yo, aunque me gustaría. Pero, sinceramente, comparad a Esperanza Aguirre con Manuela Carmena y decidme que no se os cae el alma a los pies. Mientras Aguirre, esa apasionada adalid del liberalismo, ha vivido siempre de la política municipal y autonómica cobrando dinero público, Manuela Carmena ha ejercido durante muchos años de abogada laboralista y luego de juez (es una de los fundadores de Jueces para la Democracia), demostrando su preparación, su valía, su claridad de ideas y, sobre todo, una trayectoria intachable y sin sospecha de falta de rectitud.
Que esta viñeta de Manel Fontdevila siga vigente desde 2009 es para deprimirse

Así que Aguirre, como ve que no tiene otros flancos por donde atacarla, lo ha hecho por la única brecha que ha visto: la polémica sobre el cierre de la empresa del marido de Manuela Carmena. Caso que ya había sido desestimado judicialmente, y que Carmena ha desmentido rápido (desde luego, mucho más rápido que Monedero, por poner un ejemplo) aportando pruebas. Pero a Aguirre no le importa: calumnia, que algo queda. Todo vale con tal de aferrarse al poder del que ha estado mamando toda su vida. En cambio, a Carmena no le hace falta aferrarse a ese poder, porque, para empezar, nunca lo hizo. Como Tierno, después de una larga y fructífera carrera laboral, cuando ya podría disfrutar de su jubilación, se ha embarcado en una carrera política porque quiere y puede, no porque lo necesite.

Yo que vosotros me lo pensaría. Por mi parte, ya lo tengo claro. Votaré a Carmena.


lunes, 30 de marzo de 2015

Un poquito de humor, por favor

Echando un vistazo al Twitter, veo un tuit del Hematocrítico, un cachondo mental al que, si no lo conocéis aún, ya estáis tardando. Yo lo conocí, como me imagino que mucha gente, por su magnífico y descacharrante Tumblr El Hematocrítico de Arte, pero también hace otras cosas, como escribir una columna en El Diario. Por lo que comentaba en el tuit, parece que la última que ha escrito no le ha sentado muy bien a algunos, a juzgar por los comentarios. La columna en cuestión es ésta: Papá, ¿qué te has puesto?

Como podréis ver, en ella se comentan en tono humorístico las fotos de padres con un sentido estético bastante relajado a la hora de vestir. Fotos que, por cierto, están subidas por sus hijos con el consentimiento de los mismos padres. Una gracia sin mayores consecuencias, y parece que los que se lo toman con más humor son los propios retratados. Pues bien, en los comentarios al artículo de Hematocrítico les ha faltado tiempo para criticarlo: que si eso con las madres no se atrevería a hacerlo, que si está de moda meterse con los hombres... Y yo me quedo pensando "pero, por favor, relajaos un poquito, que esto es para echarse unas risas de lo más inofensivas".

Que a ver, entiendo que a veces es verdad que por evitar conductas machistas nos vamos al otro extremo y nos reímos gratuitamente de los hombres, a la vez que nos ponemos un poco talibanes con los defectos de las mujeres. A mí tampoco me hace gracia, por ejemplo, esa web de citas que te insta a "adoptar un tío" como si fuera un cachorrillo o un tamagochi, porque los hombres no son ni una cosa ni la otra y se merecen el mismo respeto que nosotras, y desde luego una web que tuviera el mismo enfoque centrándose en la "adopción" de mujeres ni siquiera habría salido de los límites de la cabeza de un publicista porque sabría que nada más abrir la boca le iba a caer la del pulpo, y con razón. Digo esto por poner un ejemplo, pero hay otros muchos parecidos. Pero una cosa es respetar a los demás, y otra no saber reírse de uno mismo. Concho, que es la pura realidad: ¿quién no ha visto a su padre sentado en el sofá un domingo por la mañana leyendo el periódico, con una camiseta más vieja que la tos y unos pantalones de pijama de estampado inverosímil combinados con calcetines y chanclas de mercadillo? ¿Qué me decís de los abuelos en bermudas veraniegas que van enseñando las canillas? Por no hablar de la escasa habilidad que demuestran a la hora de combinar la ropa de sus hijos, que puede ser un tópico, pero tiene mucho de real (que se lo pregunten al padre de mi hijo, que no tendría empacho ninguno en combinar rayas y cuadritos si le dejara). Por supuesto, soy capaz de reconocer al mismo tiempo que algunos de mis estilismos caseros podrían constituir causa fundada para una demanda de divorcio. Pero es que es así: a veces no tienes ni tiempo ni ganas de andar buscando las prendas adecuadas para conjuntarlas, y si bien para la calle procuras arreglarte, por tu propia autoestima y satisfacción, porque te gusta que los demás te vean bien, y porque también aprecias que te mantengan en tu puesto de trabajo, en casa, pues mira, es tu casa y haces lo que te da la gana en ella, y fun y pin, como diría una amiga. De la libido de mi marido ya me encargo yo, gracias.
Quien dice padres "estilosos", dice guiris, que todos nos hemos reído de ellos, pero una cosa hay que reconocer: van cómodos, y cuando te acostumbras a viajar te das cuenta de que eso es fundamental. Vale, la camisa de flores es para dejarte daltónico. Pero el pavo va tan a gusto.

Además, a los factores paternal y espaciotemporal se junta otro: la edad. Una ventaja de madurar (o por lo menos de cumplir años, lo de madurar ya es más relativo) es que aumenta significativamente el número de cosas que te la sudan ampliamente, ya que la experiencia te va demostrando que la mayor parte de lo que te ocurre no es tan importante. Y cuando relativizas la importancia de la mayor parte de las cosas que te pasan, la disminución del sentido del ridículo y el aumento del sentido del humor suelen ir aparejados. Sería deseable que todos supiéramos reírnos de nosotros mismos siempre, pero si no traes el sentido del humor de serie, la edad puede ayudar. Aun así, se ve que algunos (cada vez más, me temo) no aprenden. Una lástima, porque en verdad todos necesitamos más humor para afrontar un día a día cada vez más cargado de malas noticias, injusticias y sinsabores. Que, igual que lo cortés no quita lo valiente, el buen humor no quita las ganas de luchar por lo que es justo y necesario. Es más, suele ser un arma bastante eficaz para conseguir ese mismo fin. Así que relajaos un poco, por favor, que es muy sano, que si no vais a acabar con unas contracturas del copón. Ea.

lunes, 23 de marzo de 2015

El Ministerio del Tiempo

Entre las cosas que debo agradecerle a mi padre, hay una que me satisface especialmente. Se podría decir que es consecuencia de otra más importante: el amor por la lectura que nos han legado tanto él como mi madre, ya que siempre estuvo presente en casa, en forma de libros que llenaban la librería del salón, libros que veía a mi padre leer con regularidad. Mi madre, entre el poco tiempo que le dejaba cuidar de nosotros y los problemas de vista que arrastra desde joven, había perdido la costumbre de leer habitualmente, pero procuró fomentar también la afición en mi hermano y en mí no escatimando en la compra de libros de todo tipo, tanto de narrativa como de divulgación (después fuimos usuarios asiduos de la biblioteca municipal de mi barrio desde el momento en que la abrieron).

Ese amor por la lectura engloba otra querencia más concreta, el amor por las historias de ficción, que también disfruté desde siempre en formato audiovisual. Y, dentro de esas historias, a mi padre le gustaban la ciencia ficción y la aventura. Uno de mis primeros recuerdos es cuando, los domingos por la tarde, después de comer, mi padre y yo veíamos la mítica serie de "La Masa" (que era como en la prehistoria se conocía al increíble Hulk :P) protagonizada por Lou Ferrigno. Mientras, mi hermano se iba con mi madre a ver "La casa de la pradera", que a mí me parecía un inmenso pestiño, a la salita, donde teníamos la vieja televisión en blanco y negro, porque al pobre le asustaba ver la transformación que sufría Bruce Banner, cosa bastante lógica porque el pobre apenas tenía tres años y ver que un tipo normal se convertía en un monstruo verde feísimo debía de acojonar bastante a una criatura de esa edad XD.

Pasaron los años y con ellos las series y películas que me marcaron: Una nueva esperanza, que entonces era simplemente La guerra de las galaxias, en un cine de reestreno de mi barrio a los nueve años, edad ideal para quedar enganchada a las historias galácticas de por vida; "Ulises 31", que me llevó a leer la Odisea, primero con extrañeza porque ¿dónde estaban los robots, los alienígenas y las naves espaciales, y por qué hablaban tan raro? y después con placer; la mítica "V", que nos reveló que no todos los extraterrestres eran buenos como E. T.; ya en la adolescencia, series como "Star Trek: la Nueva Generación", películas como Terminator o Robocop, y un sinfín de lecturas de clásicos de la ciencia ficción y la fantasía en la biblioteca de mi barrio terminaron por convertirme en la friki que soy. Ya ni os cuento cuando se estrenaron las películas de Peter Jackson de El señor de los anillos, o lo que he disfrutado en estos últimos años con el boom de las películas de superhéroes de la Marvel, sólo por no cansaros con multitud de ejemplos más.

Todas estas películas y series con las que disfrutaba tenían algo en común: no eran de producción española. Se daba por sentado que la industria audiovisual española no tenía medios para producir series y películas propias de temática fantástica sin provocar vergüenza ajena, y por lo demás parecía que tampoco era algo que interesara especialmente al público, cosa que la cartelera se encargaba periódicamente de desmentir, pero los cineastas y realizadores españoles, salvo algunas honrosas excepciones en las dos últimas décadas como Álex de la Iglesia o Jaume Balagueró y otros directores más centrados en el terror, no se daban por aludidos, ni tampoco las cadenas de televisión, más allá de muestras muy puntuales como la estupenda La cabina de Antonio Mercero o las "Historias para no dormir" de Narciso Ibáñez Serrador. Sobre todo, a partir de los años 90, con el auge de las cadenas privadas, proliferaron como setas las series familiares tipo "Médico de familia" o "Los Serrano", que, más allá de su calidad (que no digo que no la tuvieran, al menos al principio, antes de que las estiraran como chicles que ya han perdido el sabor), a mí particularmente no me enganchaban mucho, pero parecían tener mucho éxito entre el público general. Nada que reprochar, al fin y al cabo era su objetivo. Pero, aunque con el tiempo la temática de las series se ha diversificado bastante y han evolucionado adaptándose a los tiempos actuales, aun así las cadenas televisivas no destacan especialmente por su afán de innovación, y suelen ir a lo seguro, lo que saben que ha triunfado previamente, de modo que lo habitual es que se copien unas a otras. El resultado es que acabé saturada de series clónicas "para toda la familia" (esto es, básicamente para los abuelos, que son los que se tiran todo el día viendo la tele) y llevaba años sin ver prácticamente la televisión, y desde luego ni me acordaba de lo que era estar pendiente de una serie de televisión en su medio original. Si una serie me interesa especialmente, la veo en internet o en dvd, a la hora que quiero y sin anuncios. Sí que veo algunas series cuando las pillo por entretenerme si no tengo otra cosa que hacer (situación cada vez más rara), pero se trata de series de estructura episódica que no tengo que seguir habitualmente para no perderme: "Bones", "Castle", "El mentalista", divertidas, bien hechas y poco exigentes con mi nivel de atención.  Posiblemente me haya perdido buenas series emitidas en las cadenas nacionales por el camino, pero ya digo que últimamente no es tiempo lo que me sobra.

Pero hace pocos meses se empezó a rumorear por internet que se estaba preparando una nueva serie que se salía de esos esquemas. Una serie de ciencia ficción, en apariencia similar a la idolatrada "Doctor Who" (idolatrada por los frikis, porque entre el público español en general, exceptuando a los televidentes catalanes, que en esto siempre han sido un poco privilegiados en comparación, no se conocía), y además producida por Televisión Española, lo que llamaba aún más la atención ya que, seamos sinceros, en la última legislatura la televisión pública no ha destacado precisamente por su afán de innovación. Dejémoslo en que los que la dirigen ahora están a otras cosas.

El caso es que la noticia me pareció tan extraordinaria que me mantuve atenta a las novedades, no sin cierta precaución por si terminaba siendo un fiasco, pero expectante por si me llevaba una sorpresa. Y tanto que me la llevé.


A estas alturas ya sabréis que estoy hablando de "El Ministerio del Tiempo". No es difícil deducirlo, ya que he titulado así esta entrada :P. También si sois usuarios habituales de Twitter y Facebook sabréis el revuelo que se ha montado. El caso es que cuando emitieron el primer capítulo, mi marido y yo, por primera vez en mucho tiempo, pusimos la tele aposta, y encima en el primer canal de Televisión Española, que no veíamos desde hace ni se sabe, dispuestos a darle una oportunidad, y si no nos convencía, dejarla pasar (como nos ocurrió, por ejemplo, con "Alatriste", y no creáis que no nos pesó; está visto que el espadachín de Pérez-Reverte tiene todavía menos suerte que Stephen King con las adaptaciones a cine y televisión).

Oh, maravilla. Cuando terminó ese primer capítulo, ya éramos fans convencidos. No es que sea la mejor serie del mundo, y es posible que fuéramos con las expectativas bajas para no llevarnos una gran decepción. Pero, aun así, superó sobradamente esas expectativas: no sólo no era una simple copia de "Doctor Who" como vaticinaban algunos talibanes agoreros, sino que bebía de múltiples fuentes y las mezclaba de forma muy inteligente para generar un producto muy digno y que no tenía nada que envidiar a series extranjeras aclamadas. Y, sobre todo, era lo más divertido que habíamos visto en años. No sólo por los continuos guiños frikis y el humor tan irónico y cotidiano que desprendían unos diálogos ágiles e ingeniosos, o porque, por una vez, se notaba que, aun sin una millonada brutal en efectos especiales, se contaba con los medios suficientes para producir algo digno y estos medios se aprovechaban al máximo y con eficacia, sino también por un guión trabajadísimo, imaginativo, valiente y sin complejos, que conseguía enganchar con una trama milimetrada que no daba un respiro y te dejaba con ganas de más, y era representado por unos actores extraordinarios que se notaba que disfrutaban como enanos: incluso Rodolfo Sancho, cuyo personaje me pareció al principio el más plano, ganó puntos en los siguientes capítulos y ahora me encanta, y qué voy a decir de Nacho Fresneda, que está absolutamente genial como Alonso de Entrerríos (mi personaje favorito y el de muchos, sin duda). También Aura Garrido es una revelación, y el resto de actores están todos fantásticos. En fin, se nota que todos los que participan en la serie disfrutan haciéndola, especialmente sus creadores, los hermanos Pablo y Javier Olivares, que, irónicamente, también fueron guionistas de "Los Serrano", lo que demuestra que los guionistas españoles, además de tener oficio, cuando se les deja trabajar con libertad son capaces de una versatilidad insospechada. Os recomiendo, por cierto, quedaros a ver los making off que se emiten después de cada capítulo, son interesantísimos.

Así que decidimos que íbamos a seguir viendo la serie, por supuesto. Pero entonces comenzaron los problemas: cambios de día y hora, audiencia más bien discreta aunque no escasa (por televisión, que vía online por la web de RTVE tiene muchísimos seguidores, y por otra parte la audiencia en televisión ha aumentado capítulo a capítulo), contraprogramación de otras cadenas con series que también tienen bastante audiencia... Como no sería la primera vez que ocurriera, y los espectadores ya estamos bastante maleados y escamados con los tejemanejes de las cadenas televisivas con tal de ganar audiencia a cualquier precio, muchos se temieron lo peor: que una vez terminada esta primera temporada, RTVE no se molestaría en producir más temporadas. Hoy en día, o triunfas como la cocacola en los primeros capítulos, o despídete (que se lo digan a la pobre "Firefly", o a otras series españolas que enseguida han desaparecido en cuanto no han dado el resultado esperado a la primera), y no parecía que Televisión Española estuviera muy por la labor de apoyar la serie. Tal vez la reacción de los fans parezca exagerada, pero, la verdad, viendo cómo está el percal televisivo en los últimos años, y para una vez que podemos disfrutar de una serie de calidad que no se parece a las demás sino que explora un campo tan poco trabajado y tan maltratado en la ficción española, el temor a que no te dejen seguir disfrutándola cuando ya te has ilusionado es comprensible. Por eso, y porque ya sabéis que me gusta compartir las cosas que me gustan, es por lo que escribo esta entrada. No digo que haya que ver la serie a la fuerza, hay gustos para todo. Pero si no la has visto, por probar a ver un capítulo no pierdes nada, y te puedes llevar una agradable sorpresa. También puedes verla online y luego seguirla en abierto, si te apetece y te cuadra. Esta noche, desde luego, voy a ver el quinto capítulo, que encima está ambientado en los años ochenta, mi década fetiche. Espero que lo disfrutéis. Yo seguro que lo haré.

viernes, 13 de marzo de 2015

No hay justicia

Ya lo sabréis a estas alturas, por desgracia. Ayer, 12 de marzo de 2015, Terry Pratchett murió. No por esperado duele menos. Tampoco voy a contar nada que no sepáis ya, ni mi humilde esquela aportará nada nuevo ni especialmente inspirado. Habrá homenajes mucho mejores que el mío, pero necesito dejar constancia de lo importante que era para mí. A muchos les resultará absurdo, incluso ridículo, que alguien a quien no conoces personalmente llegue a ser tan influyente en tu vida y que te duela tanto su ausencia. Posiblemente, son los mismos que tampoco entienden por qué puedes llorar por tu gato y no lo haces por un familiar tuyo (con el que posiblemente no tenías contacto desde hace años ni nada en común salvo la sangre, pero eso parece que no se tiene en cuenta). En fin. Seguro que a sir Terry se le ocurriría algún aforismo genial sobre eso, pero el problema es que ya no está aquí para hacerlo. Por boca de uno de sus mejores personajes, si no el mejor, la mismísima Muerte, ya él mismo constató que no existe la justicia, sólo Ella. Por eso se nos ha ido tan prematuramente uno de los mejores escritores contemporáneos. Pero de eso la Muerte tampoco tiene culpa, sólo hace su trabajo. Lo malo es que es jodidamente buena haciéndolo.


La cosa es que no se trata sólo de que Pratchett combinara magistralmente humor con fantasía, o que tuviera una imaginación desbordante que le permitiera producir cerca de cuarenta novelas desde que publicó El color de la magia en 1983. Ni siquiera que éstas fueran tan entretenidas que, en mi caso, fui capaz de zamparme casi todas en cuestión de meses sin intercalar otras lecturas entre medias cuando me vine a vivir con el que hoy es mi marido que, oh, ventura, es devoto lector de Pratchett (otro motivo más para amarle, of course). Ya había tenido el gusto de leer varias de sus novelas antes, pero aquella inmersión en el Mundodisco y alrededores me hizo fan absoluta del hombre del sombrero. No obstante, eso no es lo principal. Para mí, lo principal es que, bajo todas esas historias hilarantes, bajo toda esa exuberancia narrativa, subyace un análisis de la naturaleza humana que, al menos a mí, me ha hecho reflexionar mucho más que cualquier tratado filosófico. Y, sobre todo, late una profunda emoción, un amor por la humanidad tan consciente de que la humanidad no se merece ese amor como resignado a existir porque, a pesar de que la lucidez y el café klatchiano se empeñan en mostrarnos que los humanos no tenemos remedio, hay una pizca de bondad en el fondo que justifica que la lucha deba continuar. Porque Terry Pratchett era uno de esos escasos seres humanos que demuestran que, en realidad, las personas verdaderamente inteligentes no son malvadas. No, los que nos gobiernan, los que rigen los destinos del mundo, desde su escaño en el congreso o desde su sillón en el despacho de las oficinas de su gran multinacional, generalmente son inteligentes a su manera, pero les falta la auténtica sabiduría. Lo que pasa es que esa falta de sabiduría la suplen con astucia, descaro y egoísmo. Los auténticos sabios son dolorosamente conscientes de la maldad humana, de lo frágil que es la vida, y sienten una empatía con sus semejantes que les incapacita para luchar por el poder, porque eso implicaría volverse malvado y ruín, y acabarían dañando a los demás. Por eso va el mundo como va. Pratchett lo sabía, y nos lo enseñaba a cada nueva novela que escribía. Ya no podrá hacerlo más, y es casi lo que más me duele, saber que cuando termine de leer las novelas que tengo pendientes aún (si no me equivoco, me quedan las últimas cuatro o cinco de Mundodisco, la trilogía del Éxodo de los Gnomos, y creo que un par más) ya no habrá más. Aunque seguramente las disfrute tanto como todas las demás, ahora no podré evitar sentir un poco de amargura cuando las termine. Pero siempre podré releerlas (es más, seguro que lo haré, y con algunas no será la primera vez). Al menos, mientras queden personas que quieran leer sus libros, Terry Pratchett seguirá vivo en sus páginas.

Muchas gracias por todo, señor Pratchett. Le echaré de menos.

lunes, 2 de marzo de 2015

III Sides to Every Story: yours, mine and the truth

Hace poco caí en la cuenta de que llevaba mucho tiempo sin escuchar a Extreme, y eso no puede ser, así que me los enchufé en el Spotify a saco. Entre otras cosas, me sirvió para redescubrir un discazo, "III Sides to Every Story", el posterior al celebérrimo "Pornograffiti", y darme cuenta de que ahora me gusta más que el predecesor que les dio la fama hasta extremos a veces estomagantes; todavía hoy no puedo escuchar "More than Words" sin que me entren ganas de vomitar arco iris. Otra buena canción que la radio fórmula se encargó de estropear a base de machacarla... 

Arf


Los Extreme estaban sin duda en la plenitud de su creatividad; se podía decir que eran la cara amable y comercial, pero no por ello de menor calidad, de aquel movimiento a caballo entre el funk y el rock que triunfó al filo de los 90, del que hoy el único rastro, ya bastante desvaído, con cierta presencia en las listas de éxitos que queda son los Red Hot Chilli Peppers. En su momento, otros abanderados del funk rock en sus distintas ramificaciones y filias de finales de los 80 y principios de los 90 fueron los Living Colour, a los que tampoco estaría de más recordar, los Jane's Addiction, y otros grupos pioneros más de culto como Primus y Fishbone, que abrieron camino a aquel movimiento que reivindicaba, actualizándolo, el origen del rock dentro de la música negra.
Arf, arf, arf

Pero el grunge, por las fechas en que se grabó "III Sides" (1992), ya estaba arrasando con todo y probablemente perjudicó a los Extreme en cuestión de ventas, ya que dentro de ese espectro eran los que más cerca se encontraban del glam rock de los 80 al que Kurt Cobain y compañía se encargaron de defenestrar. Aun así por esa época les vi en el antiguo Palacio de los Deportes como teloneros de Aerosmith (creo que era la gira del "Get a Grip", ni os cuento lo que era ver a Steven Tyler en ese momento pegando saltos mortales) y puedo asegurar que eran unos cracks en el escenario; Gary Cherone lo daba todo en escena y qué voy a decir de Nuno Bettencourt, que es un puto máquina con la guitarra y encima estaba buenorrísimo :)_____.

De ese discazo es una de mis canciones favoritas, "Color Me Blind". Un mensaje contra el racismo del que no acabo de ver muy claro el enfoque (más que ser "ciego" a los colores se trataría de que todos fueran apreciados por igual, ¿no?), pero del que entiendo perfectamente su motivación (el mismo año que sacaron este disco ocurrieron los famosos disturbios de Los Ángeles a raíz de la paliza que sufrió Rodney King), y sobre todo un temazo:



Otra delicia de ese disco es la acústica "Tragic Comic", en la que se lucen demostrando su pericia y su facilidad para producir melodías irresistibles sin necesidad de meter decibelios. Por cierto, me encanta el vídeo, es tan Reality Bites XD :



Y la joya de la corona es la canción que remata el disco, una mini ópera-rock dividida en tres partes, que demuestra la influencia que sobre ellos ejercía la enorme impronta de Queen, además de otra gran influencia que impregna el disco entero, la de los Beatles. No en vano, en el homenaje a Freddie Mercury que se celebró en el Wembley en el 92, Extreme fueron posiblemente los grandes triunfadores; en vez de limitarse como hicieron muchos a cantar sus últimos éxitos, rindieron un auténtico tributo a la banda de Freddie, tocando un estupendo medley de varios de los éxitos de la Reina y demostrando que técnica y artísticamente no tenían nada que envidiar a otros grupos en teoría mucho más exitosos y veteranos que ellos. Extreme supo destilar sus influencias en esta maravilla que, a pesar de su longitud, no cansa. Escuchadla, no os arrepentiréis:



Después, su carrera siguió con altibajos. Se separaron, se volvieron a juntar, mientras Nuno Bettencourt siguió demostrando su habilidad con el hacha en solitario o en colaboraciones... Pero, en cualquier caso, para la historia quedan temazos como éstos. Disfrutadlos, todo el disco merece la pena.

jueves, 19 de febrero de 2015

Entre las dos orillas

¡Buenas! Vuelvo a la carga en mi faceta de reseñista aficionada. Digo lo de aficionada porque ya sabéis que no es algo a lo que me dedique habitualmente y cuando lo hago es simplemente porque me ha gustado especialmente una obra que he leído y, en la pequeñísima medida de mis posibilidades, quiero difundirla para que los demás también podáis disfrutar con ella. 

Como sabéis, soy seguidora de las novelas de Virginia Pérez de la Puente. Ya comenté aquí en su momento El sueño de los muertos y Mi alma por mi rey, dos de las novelas (la segunda es una novela corta... al menos según los estándares de la autora :P) de su saga de Ridia. También leí en su momento La elegida de la muerte y Soñando con bosques, que forman parte de la misma saga. Si queréis más información, aquí tenéis la web de Virginia: Virginia Pérez de la Puente - página oficial y la web de la saga: El Segundo Ocaso.

Hace pocos días he terminado de leer la por ahora última novela de la saga, Entre las dos orillas. Si contamos sólo las novelas largas, sería la tercera de la saga, y la quinta si incluimos las dos novelas cortas. En su momento señalé que las anteriores novelas se pueden leer independientemente, y también se podría decir lo mismo de Entre las dos orillas, pero en este caso os aconsejaría que leyerais al menos las otras dos novelas largas, si no lo habéis hecho ya, porque os aportarán una visión de conjunto que os ayudará a disfrutar más de esta nueva novela. De hecho, los protagonistas de La elegida (la mercenaria Issi y su compañero Keyen) y El sueño (Kal y Dila), que no habían coincidido en las novelas anteriores, sí lo hacen en ésta; cada uno sigue su propia trama, pero según avanza la novela se va viendo cómo todas las tramas tienden a confluir en otra trama superior que implica a buena parte del continente de Ridia (y, suponemos, alcanzará al resto en las próximas novelas, porque ya la autora ha avisado de que le quedan otras tres. Con dos ovarios).

Esto tiene otra consecuencia: como los principales protagonistas y otros personajes que ya aparecían en las anteriores novelas y que cobran aún más importancia en ésta ya nos han sido presentados y también conocemos bastante sobre la geografía, la política y la historia del continente de Ridia, la acción comienza antes y con más fuerza que en los otros libros. Desde el principio se entra en materia, y el ritmo va acelerando en progresión constante hasta llegar a un clímax verdaderamente impactante. No es tanto una progresión tipo montaña rusa, sino más bien un aumento en la intensidad que, sin hacerse notar mucho, se acumula peligrosamente hasta estallar como una olla a presión. Y ya lo creo que estalla. Ya lo veréis, ya. 

Como decía, si ya habéis leído las dos primeras novelas (más las dos novelas cortas), la mayoría de los personajes os serán conocidos. (Si no, no os preocupéis, la autora incluye un prefacio muy apañado en el que os pone en antecedentes sobre lo más importante que ha ocurrido hasta el momento.) Pero también hay personajes nuevos, y entre ambos grupos destacaría a dos personajes: uno que no conocíamos de antes salvo por alguna mención previa, Iven, y otro que ya nos había sido presentado, pero muy de soslayo, aunque en sólo dos breves apariciones ya nos había deslumbrado: el emperador niño de Monmor. La relevancia de Iven se debe sobre todo a que es el catalizador que desencadena la acción principal: es el primer hombre que regresa de entre los muertos (ya veréis por qué) y su condición será decisiva para el desarrollo de los acontecimientos y su resolución (y, por cierto, gracias a él podemos disfrutar al principio de la novela de un capítulo verdaderamente hilarante que demuestra que la fantasía y el humor no están reñidos en absoluto, aunque conforme va avanzando la historia su tono se va oscureciendo progresivamente de manera muy consecuente). Porque sí, amigos, en la novela hacen su aparición los no muertos. Pero, gracias a la pericia de la autora, esto no se convierte en una novela de zombies; de hecho, no tiene nada que ver con el subgénero zombi tan en boga en los últimos años. En este caso, los que regresan de entre los muertos no andan por ahí comiendo cerebros: sencillamente, la gente deja de morir por un motivo que ahora no os voy a explicar para no destripar la trama :P, y esto se traduce en que todo el sistema social ridiano se subvierte y corre peligro de venirse abajo. Los no muertos, después de volver a la vida, siguen existiendo: no comen, no beben, no duermen, ni siquiera respiran, pero siguen teniendo conciencia de sí mismos, recuerdan cómo eran y se mantienen tal como se encontraban en el momento de fallecer, en peor o mejor estado. De hecho, Iven es el único personaje que podría recordar más al zombi clásico porque en el momento de su "resurrección", después de llevar muerto más de dos años, se encuentra bastante deteriorado, pero ahí terminan todos los paralelismos. Las paradojas propias de esa especie de vida después de la muerte y la reacción de la sociedad en su conjunto, especialmente de los que ostentan el poder, hacia la situación de estos no muertos y su papel en una sociedad que no sabe muy bien cómo afrontar semejante problema, tiene consecuencias que, creo, pocas veces se han tratado en otras novelas y que por más lógicas que nos parezcan no dejan de ser un punto a favor de la autora, que ha sabido sacarle bastante jugo, y a las que nosotros también podemos sacarles muchas interpretaciones (¿os he dicho alguna vez que una de las cosas que más me gustan de la fantasía y la ciencia ficción es la aplicabilidad que tienen a la hora de analizar el mundo real? Pues aquí hay bastante materia para analizar).

Pero si hay otro importante catalizador de la acción en la novela, y, sobre todo, si hay un personaje que destaque por encima de los demás, es el emperador de Monmor. Oh, sí, amigos, aunque en conjunto es una historia bastante coral y no se puede decir que haya un protagonista claro al uso, ésta es su novela. Ya os comentaba que en sus breves apariciones anteriores se hacía evidente que el personaje prometía mucho. Pues lo que prometía lo cumple: descubrimos que el emperador niño no es tan niño, que de hecho tal vez nunca fue niño, y que su mente maquiavélica lleva urdiendo una fabulosa telaraña desde antes incluso de que comenzara la historia de la primera novela y que envuelve a toda Ridia, incluyendo Monmor, el imperio sobre el que reina, y que se nos presenta en esta novela en toda su complejidad. Ya veíamos venir los tiros, y a lo largo de la historia se va viendo cómo el personaje despliega su potencial. Pero cuando piensas "qué cabrón, cómo se está saliendo con la suya, pero bueno, sí da miedo pero a lo mejor no tanto, también es humano y tiene alguna debilidad".... JA. JA. JA. Y más JA. Os aseguro que su último golpe os dejará con la boca abierta. Y una vez que consigues cerrar la boca, entonces la vuelves a abrir para acordarte de la autora y toda su familia. Ya veréis, ya. Os aviso desde ya: la autora no tiene piedad. No lo digo sólo por este personaje, sino por las peripecias que sufren otros muchos. Agarraos que vienen cuervas.

Porque, ya digo, hay bastantes más personajes, unos conocidos, como el rey Adelfried de Thaledia, otros nuevos, como Osvan el mayordomo, todos con sus propias tramas dentro de la general, con los que empatizas o los odias con facilidad, gracias a la precisión con que se les retrata a través de sus acciones. Porque, como ya veíamos en las otras novelas, la autora maneja magistralmente la narración por medio de tempos meticulosamente medidos y de un estilo muy natural precisamente porque está muy trabajado (ya sabéis, esto es como el maquillaje, cuanto menos se nota mejor, pero no se nota precisamente porque la maquilladora se lo ha currado muchísimo :P). Ese estilo y los diálogos ágiles con múltiples registros siguen siendo la marca de la casa, y hacen muy agradable la lectura. La autora consigue aunar las ventajas del best seller (lectura liviana, tramas que enganchan) con una escritura elaborada y rica, lo que demuestra que un buen libro puede entretener sin por ello empobrecer su calidad. Y lo consigue en uno de los géneros más denostados por los críticos "sesudos", la fantasía. De paso, también rompe otro tópico: que las novelas autopublicadas en Amazon lo son porque no tienen la suficiente calidad como para que las saquen las editoriales tradicionales, como suelen decir las malas lenguas. Hay de todo, por supuesto, pero en este caso os puedo asegurar que ya quisieran muchas editoriales establecidas publicar algo con tanta calidad como esta novela. No sólo por la calidad de la historia en sí, sino porque la autora se ha currado la edición al máximo: la corrección (de Natalia Cervera, que ha corregido, entre otros, los libros de Canción de Hielo y Fuego para Gigamesh) y maquetación son impecables, la portada y los mapas han sido realizados por Fernando López Ayelo, un excelente ilustrador, y el resultado final no puede ser más profesional.

En fin, me reitero, por si no había quedado claro: me lo he pasado como una enana leyéndola. De verdad que engancha y deja con ganas de más: literalmente, porque el final, aunque lleva las tramas principales a una conclusión, no es cerrado, sino que deja todo preparado para que la acción continúe en la próxima novela, que espero que la autora no tarde mucho en escribir. Más le vale, porque si no conocerá mi ira ¬¬. En serio, merece la pena. Si al final la leéis, no creo que os defraude. Además, tanto ésta como las anteriores tienen el aliciente de que están muy bien de precio (de hecho, Soñando con bosques es una edición gratuita porque se sacó para promocionar El sueño de los muertos). Así que si os apetece leer una novela (o varias) de calidad con aventuras, fantasía y con historias que te entretienen y al mismo tiempo tienen un trasfondo con más miga de la que parece, ésta es mi recomendación.

Ah, y mucho ojito con Tije. Ya sabréis por qué lo digo.

martes, 10 de febrero de 2015

I am your father

Primer post de este año, y estamos casi a mediados de febrero.... En fin, ya sabéis que funciono a golpe de inspiración, y la cabrona es tacaña conmigo. Ahora, cuando estaba a punto de acostarme, se me ha encendido. Pero es por una buena causa :). En fin, allá voy:

En el Lado Oscuro hay galletas... y cereales
Cuenta la leyenda que los frikis no ligan. Especialmente los varones; cuenta también la leyenda que son mayoría, aunque ya sabemos lo poco fiables que suelen ser las leyendas. Esto lo he ido comprobando en los últimos años, y tengo pruebas empíricas que demuestran la falsedad de ambas afirmaciones. Para empezar, yo misma me puedo considerar friki, y tengo unas cuantas amigas que también lo son. También tengo bastantes amigos frikis. Y, cómo no, me he casado con un friki. A lo mejor no lo reconocerá en público y requerirá la presencia de su abogado si le preguntáis, pero lo es :P. (Na, es coña, no tiene complejos, ni con eso ni con muchas otras cosas, afortunadamente.)

El caso es que, como digo, los frikis sí ligan. A veces es cierto que les cuesta más que a los no frikis (para evitar la reiteración del término, con vuestro permiso a partir de ahora los llamaré muggles), pero ligan. De hecho, durante un tiempo circuló un texto especialmente entrañable sobre las bondades de salir con un chico friki: Sal con un friki, que suscribo íntegramente. Pero ahora, a las dos y cuarto de la mañana, cuando hace un rato que por fin mi marido ha conseguido dormir a nuestro pequeño vikingo, que hoy estaba especialmente reacio a caer en brazos de Morfeo, he querido centrarme en otro aspecto de la relación con un hombre friki: no sólo son buenos novios y/o maridos, cuando se da la ocasión son unos padrazos.

Ojo, no estoy diciendo que los muggles sean peores padres. La mayoría de muggles que conozco son padres excelentes, cariñosos y responsables. Por suerte, los padres de hoy en día no tienen miedo de ser cariñosos en público con sus hijos, ni de cambiarles los pañales, darles de comer, bañarles y cualquier otra cosa que contribuya al bienestar de un niño. Por otro lado, tanto entre muggles como entre frikis hay hombres que no quieren ser padres (igual que hay mujeres que no quieren ser madres) por motivos que son perfectamente respetables, razonables y de su exclusiva incumbencia. Pero los frikis que yo conozco que se han reproducido son verdaderos padrazos, eso lo puedo certificar.

¿Cuál es su plus? Que los frikis no han olvidado al niño que llevan dentro. Ellos siguen jugando: a juegos de mesa, de tablero, de rol, a videojuegos de ordenador y de consola, a construir maquetas, a pintar figuras, a lo que sea. Se siguen emocionando con historias universales de aventuras y fantasía, sea por medio de películas, de series, de libros, de canciones... Sobre todo, no han perdido el entusiasmo; lo sienten con la misma intensidad que cuando eran niños, lo aplican en todo lo que emprenden por gusto y lo transmiten. Por eso son los mejores compañeros de juegos para un niño. Puede que al principio les aterrorice que ese pequeño energúmeno que apenas hace dos días ha empezado a andar les alcance esa figurita de Blood Bowl que tanto les costó pintar y se la destroce en dos segundos :P, pero están deseando que se haga un poco más mayor para que puedan echar con él una buena partida con esas mismas figuritas. O para que les pegue una paliza con la Wii, o para construir juntos una ciudad alucinante en el Minecraft o en el Carcassone. O para irse juntos a pegar tiros de mentira en una quedada de Airsoft. Y mientras llega el momento, se divierten tanto como el mismo niño entablando duras batallas de cosquillas y se dejan derrotar por la ternura.

Por eso, y por otras muchas cosas, mi hijo es muy feliz con su padre, y sé que lo seguirá siendo. Carlos, de entre todos los padres frikis tú eres el mejor. Va por ti.