lunes, 27 de octubre de 2014

We are standard

No es una noticia nueva, pero tampoco había encontrado el momento hasta ahora para ponerme a escribir. Supongo que ya os habréis hartado de ver noticias y fotografías sobre la tremenda transformación que, cirugía mediante, se ha infligido Renée Zellweger. Por si aún queda alguien en el planeta que no se haya enterado, he aquí el antes y el después:





La primera vez que vi las fotos, pensé: "No puede ser. Es otra persona, se han equivocado". La explicación principal a una transformación tan radical es el retocado brutal de los ojos: por lo que explican en este artículo: La explicación médica al cambio radical en el rostro de Renée Zellweger, le han practicado lo que se llama una blefaroplastia, esto es, básicamente le han quitado piel de los párpados, supongo que para hacer que los ojos parezcan más grandes y redondos. De paso, se le ha cambiado la posición de las cejas, que también influye bastante en la expresión. También parece que le han retocado más partes de la cara, pero los ojos son los que marcan el cambio definitivo, porque afectan totalmente a su expresión, a su identidad incluso. No sé ella, pero yo me asustaría mucho si me mirara al espejo y viera a otra persona. Porque eso es lo que parece. A lo mejor ella está encantada de la vida con tener una cara nueva, y yo puedo entender que cuando un rasgo en particular que está muy desproporcionado (como una nariz excesivamente aguileña) destaca demasiado, la persona que lo sufre puede tener un gran complejo y la eliminación o el cambio de ese rasgo le puede ayudar bastante. Pero, salvo casos excepcionales, un cambio tan radical a mí me da mucho yuyu. Encima, el cambio, al menos para mi gusto, no ha sido a mejor: no la veo más guapa y además ha perdido justo lo que le daba personalidad. Nunca ha sido un bellezón, pero sí era bastante mona y tenía un algo que le daban justo esos pequeños ojos rasgados, de expresión pícara y llena de vida. Ahora no es más que otra actriz hollywoodiense con los rasgos típicos de cualquiera de esas actrices que salen en una de esas películas de Antena 3 los sábados por la tarde: todas tan parecidas, rubias, monas, rasgos muy equilibrados, muy regulares, muy estandarizados.

Porque ésa es la sensación que me da su nuevo rostro: que es estándar. Supongo que todos habéis oído hablar de las típicas narices de operada, pequeñitas, respingonas, como hechas en un único molde. Como la que se hizo Jennifer Grey, la actriz conocida por Dirty Dancing y por nada más, porque después se operó la nariz y se fastidió la cara y la carrera de actriz que prometía:



 

Veo esto y no puedo evitar acordarme de una de las mujeres más bellas del séptimo arte, Sophia Loren, que una vez contó que de joven, cuando empezaba su carrera como actriz, le habían sugerido que se operara la nariz para aumentar su atractivo (como si le hiciera falta). Ella se negó, alegando que su nariz era una parte fundamental de su rostro y que si la cambiaba, cambiaba todo y dejaba de ser ella. Así que continuó luciendo su rostro hermoso y único. Evitó la estandarización. Porque no es algo nuevo, el afán por uniformizar los rasgos para alcanzar el ideal de belleza de cada época ha estado siempre presente: desde la palidez artificiosa de las estatuas femeninas y la raya de los ojos tan marcada en los egipcios, pasando por el famoso perfil griego de las estatuas clásicas, a los labios finos, los ojos grandes y dulces y las frentes despejadas de las madonnas medievales que reflejaban los gustos de cada momento, o esa costumbre tan cruel de vendar los pies de las niñas chinas de buena familia para que no crecieran de forma natural y se quedaran reducidos a pequeños muñones envueltos en seda.

Hoy día los cirujanos plásticos no recurren a técnicas tan brutales e inhumanas, pero pueden cambiar completamente la cara y el cuerpo de una persona. No es el único modo de estandarizarnos: a raíz de la noticia me acordé de una conversación que tuve este verano con Carlos y con una amiga nuestra, Erika. Como en ese momento estábamos sin ordenador, había retomado la costumbre de ver la tele :P (que ahora he vuelto a perder, de hecho todavía no me he molestado en resintonizar los canales digitales). De vez en cuando veía un programa que echaban (supongo que aún seguirá) en ese canal tan peculiar que es Divinity: "Cambio de look". Es una especie de reality que consiste en cambiar de apariencia a una persona de manera más o menos integral, desde su peinado a su forma de vestir, pasando por su maquillaje y lo que haga falta. En muchos casos, las personas (siempre mujeres, parece que los hombres no necesitan ese tipo de cambios o no se sienten presionados para ello) necesitan un verdadero cambio, no sólo porque vayan hechas unos adefesios sino porque esos cambios repercuten en otros aspectos de su vida: un look más adecuado les puede ayudar a encontrar trabajo, lucir menos desaliñadas les ayuda a mejorar su autoestima, lo que repercute en el resto de aspectos de su vida, en sus relaciones... Nos contaba Erika que en algunos casos el cambio era integral y ayudaban a que esas personas superaran graves problemas personales, lo cual me parece bien. Pero había otras personas que en principio llevaban vidas normales y a las que, al ver cómo eran "antes", pensaba: "Pero si tampoco va tan mal; vale que no le vendría mal dejar de usar esa minifalda, o le puede venir bien jubilar ya ese poncho hippy que está ya pasadísimo y no la favorece, pero por lo demás ¿qué problema hay?". Mujeres que tenían su propia imagen, más o menos afortunada, pero no especialmente cantosa ni desfavorecedora. Pero sus familiares y amigos insistían en que tenían que cambiar de look, que era algo imprescindible para que su vida mejorara y que no podían soportar verlas así. A las mujeres que querían cambiar de look les presentaban varias opciones en cuanto a colecciones de prendas de vestir y peinados, seleccionados por los amigos y familiares junto con los estilistas del programa, para que eligieran los que más les gustaban y aplicaran esos cambios. El aliciente del programa, claro, está al final, cuando se muestran el "antes" y el "después", y lo curioso es que en el después siempre aparecían bastante favorecidas, eso no lo niego, pero de una manera similar en todas ellas: a mí la impresión que me da es que las vestían a todas de presentadoras de televisión, por explicároslo de una manera gráfica. Como unas Marilós Montero de la vida, vamos. Y las ves y dices: sí, está guapa, pero ¿va a ir a comprar al supermercado con ese vestidito tan mono y ese peinado de peluquería? ¿Y cuando esa moda se pase dentro de unos años, entonces qué harán?

Modas. Estándares. Tu cara no es igual que la de esas modelos, así que eres fea. Si no te gusta tu cara, en vez de aceptarte tal como eres y mejorar sin perder tu esencia, cámbiatela. Aunque, en realidad, no estés más guapa. Aunque ya no parezcas tú. Aunque veas una mentira frente al espejo todas las mañanas del resto de tu vida.

4 comentarios:

  1. Vaya tochazo, Sonia. Yo no creo que una persona que cambie de aspecto de la noche a la mañana no sea la misma persona. Lo que determina a una persona son sus actitudes, no la ropa, su peinado o demás. Tampoco se puede afirmar que el cambiar te convierta en una mentira, al contrario. Muchas veces nos amoldamos a lo que los cánones de nuestro grupo social nos dictan y no tenemos el valor ni las ganas de mostrarnos tal y como somos. Yo respeto todos los cambios, a peor y a mejor, siempre que sea una decisión propia.

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    1. A ver, todos nos amoldamos más o menos al entorno que nos rodea, eso es así. Pero de ahí a directamente cambiarte la cara... Vale, claro que Renée Zellweger habrá recurrido al cirujano plástico por voluntad propia, y sigue siendo ella, pero aun así, cambiar de rostro me parece algo tan drástico que me cuesta asimilarlo. ¿Hasta qué punto no somos la imagen que mostramos? Es cierto que la personalidad de esta mujer no es su exterior, pero el exterior es lo que vemos los demás, y en un primer momento reaccionamos a ese exterior. Está demostrado que las personas guapas, en igualdad de condiciones, reciben un trato más favorable que las personas feas, y no me refiero sólo a que liguen más, sino que se les dan más oportunidades laborales, se les perdonan más los errores y los delitos que cometan... Es injusto, pero es así. De modo que según la apariencia que ofrezcas, los demás reaccionan de una manera u otra, y eso acaba influyendo en ti, para bien y para mal. Obviamente, tengo que respetar la decisión de Renée Zellweger de cambiar sus rasgos, y no estoy en contra de los cambios porque sí, pero en este caso me parecía innecesario y no creo que haya sido para mejor. Ojalá le beneficie y sea feliz, pero yo no me atrevería a cambiarme a mí misma de esa manera, y eso que no soy guapa y en teoría podría mejorar bastante. De verdad, piénsalo, ¿tú cambiarías tu cara hasta el punto de que no te reconocieran ni tus allegados?

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    2. Y perdón por los tochazos, no lo puedo evitar XD.

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    3. Yo he cambiado mi aspecto con las lentillas e incluso un poco mi forma de vestir. Cambios son cambios, y son inevitables. Apoyo el derecho a todo el mundo a cambiar y seguir siendo el mismo o ser una persona diferente.

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