viernes, 31 de octubre de 2014

This is Halloween, nanananananana

Ya es 31 de octubre. En España, tradicionalmente, la noche de Todos los Santos. En otros lares, la noche de Halloween. Ahora a mucha gente le ha dado criticar que se celebre la fiesta de Halloween aquí como una moda importada por los todopoderosos Estados Unidos, ajena a nuestra cultura y nuestras tradiciones, y se propagan chascarrillos que comparan celebrar Halloween aquí con que se haga una procesión en honor al Cristo de los Faroles en Wisconsin, por ejemplo. Pero si lo piensas, es curioso que ambas festividades coincidan en la misma fecha, ¿no? Obviamente, como muchos sabéis, es porque tienen el mismo origen: la fiesta de Samhain, el año nuevo del antiguo calendario celta. Como no soy experta en el tema y en este otro blog, muy recomendable por otro lado, lo explican mucho mejor, aquí os enlazo esta entrada para los que queráis informaros del origen de esta celebración: Samhain o el origen de Halloween. Muy resumidamente, Samhain era una fecha clave porque señalaba el comienzo del nuevo año, a mitad de camino entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, ya que era cuando acababa la temporada de cosechas: empezaba a dominar la oscuridad, llegaba el frío y tocaba recogerse en casa hasta que volviera la primavera. Como marca de la muerte de un ciclo que se extinguía y del comienzo de un nuevo ciclo, la noche de Samhain era un tiempo peligroso en el que las fronteras entre el reino de los vivos y el de los muertos se diluían, propiciando el reencuentro con los familiares fallecidos, a los que se rendía tributo y homenaje, tanto por respeto como por precaución. 




Después llegó la romanización y posteriormente la cristianización de aquellos pueblos celtas que habían poblado gran parte de Europa, y según el grado de ambas influencias sus tradiciones fueron absorbidas y desaparecieron o se transformaron de distintas maneras.  En España terminamos celebrando el 1 de noviembre la festividad de Todos los Santos, en la que es tradición visitar los cementerios para honrar el recuerdo de los familiares fallecidos, y se adecentan y acicalan sus tumbas. Parece, pues, que la celebración oficial se ha trasladado al día, pero durante mucho tiempo se han mantenido en el imaginario popular multitud de leyendas sobre la víspera, la noche de Todos los Santos, como en el caso de la Santa Compaña en Galicia, que no se aparece exclusivamente en esa noche, pero sí es una de las más importantes. Mientras tanto, en Irlanda, que no fue romanizada aunque sí cristianizada, se mantuvieron muchas de sus tradiciones de origen celta con leves transformaciones, y muchas de estas tradiciones viajaron al otro lado del Atlántico con la oleada migratoria de irlandeses en el siglo XIX, mezclándose con otras tradiciones, evolucionando y dando lugar al Halloween que hoy conocemos. Muy mercantilizado, sí, muy banalizado, pero no es ninguna invención moderna (como tampoco la Navidad, por mucho que nos digan que la inventó la Cocacola).

En fin, que aunque ambas tradiciones parezcan muy distintas, tienen un origen común, remoto pero rastreable. Una noche de transición entre la vida y la muerte, en la que aquí se institucionalizó el culto religioso a los familiares muertos como recordatorio de los lazos perdidos y de la fugacidad de la vida, y al otro lado del mar, primero en la Isla Esmeralda y luego en el Nuevo Mundo, decidieron enfrentarse a esa fecha incierta y tenebrosa con picardía y humor, como ese Jack O'Lantern que consiguió burlar al mismísimo diablo. Curiosamente, desde una tradición prehispánica completamente distinta pero que seguramente ha influido también en el mismo Halloween americano, los mexicanos han alcanzado una solución parecida y celebran en estos días una de sus fiestas más importantes, en la que son capaces de reírse de la Muerte con respeto, devoción y jolgorio a partes iguales mientras se ponen morados de calaveritas de azúcar (otra coincidencia curiosa la de los dulces: aquí los huesos de santo, allí las calaveras, en Estados Unidos las calabazas cuyo relleno sirve para hacer pasteles...).

Eshto es una fieshtaaaaaaaaaaaaaaaa


En fin, que Halloween no nos es tan ajeno como podríamos creer. Y, por otra parte, ¿desde cuándo que una fiesta no sea autóctona ha sido un impedimento para adoptarla? Como si nos hiciera falta una excusa para irnos de parranda siempre que tenemos ocasión :P. Personalmente estoy encantada de adoptar todos los Halloween, Oktoberfest y demás fiestas que haga falta, hasta el Día de la Marmota XD. Que a tus seres queridos los puedes recordar y honrar siempre que quieras, no sólo una vez al año, y las fiestas no hacen daño :P. Por circunstancias personales, este año más que Halloween lo que voy a celebrar es la recogida de níscalos, para la que también ésta es fecha muy propicia, pero os deseo a todos los que queráis celebrarlo un feliz y divertido Halloween, Samhain o lo que os apetezca en la compañía que os sea más grata. Para vosotros va dedicado este vídeo, ya un auténtico clásico:



Nos vemos el mes que viene ;).

lunes, 27 de octubre de 2014

We are standard

No es una noticia nueva, pero tampoco había encontrado el momento hasta ahora para ponerme a escribir. Supongo que ya os habréis hartado de ver noticias y fotografías sobre la tremenda transformación que, cirugía mediante, se ha infligido Renée Zellweger. Por si aún queda alguien en el planeta que no se haya enterado, he aquí el antes y el después:





La primera vez que vi las fotos, pensé: "No puede ser. Es otra persona, se han equivocado". La explicación principal a una transformación tan radical es el retocado brutal de los ojos: por lo que explican en este artículo: La explicación médica al cambio radical en el rostro de Renée Zellweger, le han practicado lo que se llama una blefaroplastia, esto es, básicamente le han quitado piel de los párpados, supongo que para hacer que los ojos parezcan más grandes y redondos. De paso, se le ha cambiado la posición de las cejas, que también influye bastante en la expresión. También parece que le han retocado más partes de la cara, pero los ojos son los que marcan el cambio definitivo, porque afectan totalmente a su expresión, a su identidad incluso. No sé ella, pero yo me asustaría mucho si me mirara al espejo y viera a otra persona. Porque eso es lo que parece. A lo mejor ella está encantada de la vida con tener una cara nueva, y yo puedo entender que cuando un rasgo en particular que está muy desproporcionado (como una nariz excesivamente aguileña) destaca demasiado, la persona que lo sufre puede tener un gran complejo y la eliminación o el cambio de ese rasgo le puede ayudar bastante. Pero, salvo casos excepcionales, un cambio tan radical a mí me da mucho yuyu. Encima, el cambio, al menos para mi gusto, no ha sido a mejor: no la veo más guapa y además ha perdido justo lo que le daba personalidad. Nunca ha sido un bellezón, pero sí era bastante mona y tenía un algo que le daban justo esos pequeños ojos rasgados, de expresión pícara y llena de vida. Ahora no es más que otra actriz hollywoodiense con los rasgos típicos de cualquiera de esas actrices que salen en una de esas películas de Antena 3 los sábados por la tarde: todas tan parecidas, rubias, monas, rasgos muy equilibrados, muy regulares, muy estandarizados.

Porque ésa es la sensación que me da su nuevo rostro: que es estándar. Supongo que todos habéis oído hablar de las típicas narices de operada, pequeñitas, respingonas, como hechas en un único molde. Como la que se hizo Jennifer Grey, la actriz conocida por Dirty Dancing y por nada más, porque después se operó la nariz y se fastidió la cara y la carrera de actriz que prometía:



 

Veo esto y no puedo evitar acordarme de una de las mujeres más bellas del séptimo arte, Sophia Loren, que una vez contó que de joven, cuando empezaba su carrera como actriz, le habían sugerido que se operara la nariz para aumentar su atractivo (como si le hiciera falta). Ella se negó, alegando que su nariz era una parte fundamental de su rostro y que si la cambiaba, cambiaba todo y dejaba de ser ella. Así que continuó luciendo su rostro hermoso y único. Evitó la estandarización. Porque no es algo nuevo, el afán por uniformizar los rasgos para alcanzar el ideal de belleza de cada época ha estado siempre presente: desde la palidez artificiosa de las estatuas femeninas y la raya de los ojos tan marcada en los egipcios, pasando por el famoso perfil griego de las estatuas clásicas, a los labios finos, los ojos grandes y dulces y las frentes despejadas de las madonnas medievales que reflejaban los gustos de cada momento, o esa costumbre tan cruel de vendar los pies de las niñas chinas de buena familia para que no crecieran de forma natural y se quedaran reducidos a pequeños muñones envueltos en seda.

Hoy día los cirujanos plásticos no recurren a técnicas tan brutales e inhumanas, pero pueden cambiar completamente la cara y el cuerpo de una persona. No es el único modo de estandarizarnos: a raíz de la noticia me acordé de una conversación que tuve este verano con Carlos y con una amiga nuestra, Erika. Como en ese momento estábamos sin ordenador, había retomado la costumbre de ver la tele :P (que ahora he vuelto a perder, de hecho todavía no me he molestado en resintonizar los canales digitales). De vez en cuando veía un programa que echaban (supongo que aún seguirá) en ese canal tan peculiar que es Divinity: "Cambio de look". Es una especie de reality que consiste en cambiar de apariencia a una persona de manera más o menos integral, desde su peinado a su forma de vestir, pasando por su maquillaje y lo que haga falta. En muchos casos, las personas (siempre mujeres, parece que los hombres no necesitan ese tipo de cambios o no se sienten presionados para ello) necesitan un verdadero cambio, no sólo porque vayan hechas unos adefesios sino porque esos cambios repercuten en otros aspectos de su vida: un look más adecuado les puede ayudar a encontrar trabajo, lucir menos desaliñadas les ayuda a mejorar su autoestima, lo que repercute en el resto de aspectos de su vida, en sus relaciones... Nos contaba Erika que en algunos casos el cambio era integral y ayudaban a que esas personas superaran graves problemas personales, lo cual me parece bien. Pero había otras personas que en principio llevaban vidas normales y a las que, al ver cómo eran "antes", pensaba: "Pero si tampoco va tan mal; vale que no le vendría mal dejar de usar esa minifalda, o le puede venir bien jubilar ya ese poncho hippy que está ya pasadísimo y no la favorece, pero por lo demás ¿qué problema hay?". Mujeres que tenían su propia imagen, más o menos afortunada, pero no especialmente cantosa ni desfavorecedora. Pero sus familiares y amigos insistían en que tenían que cambiar de look, que era algo imprescindible para que su vida mejorara y que no podían soportar verlas así. A las mujeres que querían cambiar de look les presentaban varias opciones en cuanto a colecciones de prendas de vestir y peinados, seleccionados por los amigos y familiares junto con los estilistas del programa, para que eligieran los que más les gustaban y aplicaran esos cambios. El aliciente del programa, claro, está al final, cuando se muestran el "antes" y el "después", y lo curioso es que en el después siempre aparecían bastante favorecidas, eso no lo niego, pero de una manera similar en todas ellas: a mí la impresión que me da es que las vestían a todas de presentadoras de televisión, por explicároslo de una manera gráfica. Como unas Marilós Montero de la vida, vamos. Y las ves y dices: sí, está guapa, pero ¿va a ir a comprar al supermercado con ese vestidito tan mono y ese peinado de peluquería? ¿Y cuando esa moda se pase dentro de unos años, entonces qué harán?

Modas. Estándares. Tu cara no es igual que la de esas modelos, así que eres fea. Si no te gusta tu cara, en vez de aceptarte tal como eres y mejorar sin perder tu esencia, cámbiatela. Aunque, en realidad, no estés más guapa. Aunque ya no parezcas tú. Aunque veas una mentira frente al espejo todas las mañanas del resto de tu vida.

martes, 21 de octubre de 2014

Video killed the radio star

¡Hola de nuevo! Mi inspiración caprichosa ha vuelto para daros la brasa otra vez. Hoy la culpa es de un vídeo que vi compartido hace poco en el Caralibro, un vídeo ochentero donde los haya. Ya se sabe que se suele decir que los ochenta fueron la edad de oro de los videoclips, y no por nada: es cierto que fue cuando se sentaron las bases definitivas de la manera estándar de grabar videoclips tal como estamos acostumbrados a visionarlos ahora, y se crearon verdaderas obras maestras como el archicitado "Thriller" de Michael Jackson, sin olvidar otras joyitas como "Wild boys" de Duran Duran, "Sledgehammer" de Peter Gabriel o "Take on me" de A-Ha, y vídeos tan entrañablemente gamberros como el "We're not gonna take it" de Twisted Sister. Luego llegarían los años 90, tan feos y sosos, en los que se pusieron de moda los vídeos en blanco y negro de atmósfera depresiva, pero eso es tema para otra entrada. Aun así, no han logrado borrar el recuerdo de los vídeos de los 80, tan expresivos y divertidos.

Pero también, como no podía ser menos en una época de estética tan extrema como los 80, hubo desvaríos rayantes, a medio camino entre el terror y el ridículo más desopilantes. Vídeos que te provocan desde la risa cómplice y nostálgica de cuando éramos jóvenes y horteras (ahora sólo somos sosos :P) hasta el deseo de arrancarte los ojos por no sufrir más. En concreto, el vídeo que me ha impulsado a escribir sobre el lado oscuro de los clips ochenteros ha sido éste, que además mereció su "versión literal", con la que gracias al descojono que provoca se puede superar el horror estético que te induce:






Si habéis sobrevivido al shock, podemos continuar. Otro clásico de los vídeos cutres de la época es el "Tarzan boy" de Baltimora. No sólo por el abuso del chroma y ese efecto raro que hacían con los colores, sino porque el pobre Baltimora iba vestido y maquillado como si se hubiera encargado de ello su sobrina de cinco años con el maletín de la señorita Pepis. No llega al nivel de WTF del vídeo de Bonnie Tyler, pero es que eso es casi imposible. A cambio, es una buena muestra de cómo se las gastaban en tan gloriosa década:




Y, cómo no, siendo una como es una heavy con solera, no puedo dejar de recordar algunos de los vídeos más impactantes del metal ochentero. Hay mucho donde elegir, pero lo primero que se me viene a la cabeza es este inefable vídeo que perpetraron los Mötley Crüe al comienzo de su carrera. Algo así sólo se podía producir en los 80, sin duda.


En una línea parecida, a medio camino entre la estética de los primeros videojuegos y la de las imitaciones de Mad Max y de la imaginería fantástica de cartón piedra a lo "Señor de las bestias" (que ya tiene tela), se atrevieron a producir su primer vídeo conocido los Queensryche, banda que luego se volvió bastante más sobria (y produjo discos cojonudos como "Operation: Mindcrime" o "Empire"). Pero antes de eso, el metal ochentero corría fuerte por sus venas y les impelía a crear vídeos como este "Queen of the Reich" (por otra parte, canción muy en la onda de la NWOBHM y entrañablemente powermetalera que me sigue gustando aunque ya haya perdido un poco la costumbre de tolerar que me perforen los tímpanos con esos chillidos, y conste que Geoff Tate me parece un cantante genial).
  
Podría seguir con muchos ejemplos, pero no quiero cansaros. Si la entrada tiene éxito, me podría plantear escribir otra con más vídeos horribles/cutres/hilarantes. O mejor todavía, proponed vosotros los vídeos que queráis: aquellos que, a pesar de su estética bizarra y sangraojos, o precisamente por ella, os hace sonreír cuando los volvéis a ver o escucháis las canciones que escenificaban. Por ahora, me despido con un vídeo absolutamente icónico de los 80; no es exactamente horrible (de hecho, seguramente a muchos les alegrará la vista), pero a su manera es un clásico digno de esta improvisada lista, y ha sido imitado y parodiado hasta la saciedad: "Simply irresistible" de Robert Palmer. Que lo disfrutéis.


sábado, 18 de octubre de 2014

Mi alma por mi rey

Dos reyes.
Un trono.
Una guerra.
Cuando la lealtad choca con el rencor,

el amor muere por la traición
y el alma de un hombre se parte en dos.

Wooolaaaaaaaaas. La falta de tiempo y de ideas han propiciado que otra vez tardara un poco en escribir una nueva entrada, pero teniendo en cuenta la media que llevaba últimamente no está mal que haya tardado menos de un mes en volver a escribir :P. Además, la ocasión lo merece. Si no recuerdo mal, ya lo comenté en la última entrada de septiembre: tenía proyectado hacer una reseña de lo que estaba leyendo cuando lo terminase. Y voy a cumplir mi promesa.



¿Y qué es lo último que he leído? Pues se trata de la novela corta (bueno, corta para los estándares de su autora :P) cuyo título encabeza esta entrada: Mi alma por mi rey, de Virginia Pérez de la Puente. Forma parte del ciclo de Ridia o de El Segundo Ocaso, integrado por varias novelas de las cuales hasta ahora se han publicado cuatro: La elegida de la muerte, El sueño de los muertos y las dos precuelas de ésta, Soñando con bosques (publicada en edición no venal, o sea, gratuita) y Mi alma por mi rey. Si queréis más información, aquí la encontraréis: El Segundo Ocaso: novelas.

Hasta ahora, la novela que más éxito (y merecido) ha tenido ha sido El sueño de los muertos, que ya comenté en su momento: El sueño de los muertos. La elegida de la muerte como novela debut era muy estimable y la recomiendo, pero se notaba que en El sueño de los muertos la autora había progresado y ya desplegaba todas sus armas de escritora con gran eficacia: trama muy bien construida, historia muy interesante, estilo impecable, personajes complejos y carismáticos, diálogos brillantes... Elementos que ya incluía en su primera novela, pero que en la segunda había madurado y pulido. En su momento no pude comentar Soñando con bosques por falta de tiempo, pero se trataba de una novela corta que también demostraba una gran calidad y se hacía muy amena de leer, además de añadir el interés de presentarnos el origen de algunas de las incógnitas que se nos planteaban en El sueño de los muertos sobre los personajes protagonistas. En la misma línea se presenta Mi alma por mi rey, pero diría que Virginia se ha vuelto a superar. Esta novela corta nos revela otra parte de la historia de los personajes de ESDLM, a pesar de lo cual se puede leer independientemente sin necesidad de que hayas leído las otras novelas, aunque si has leído las anteriores eso le añade más interés, por supuesto. Pero más allá de ese interés, lo que cuenta es la calidad de la novela en sí. Y os puedo asegurar que no defrauda en absoluto: todos los elementos que citaba antes (trama, personajes, estilo, etc.) como siempre son sobresalientes, pero destacaría en especial el retrato de los personajes y su desarrollo. Aunque para los que hayamos leído previamente ESDLM nos puede dar la impresión inicial de que el protagonista es un joven Angarad de Teilhil enfrentado a un grave dilema personal, el resto de los personajes tienen una gran relevancia y están brillantemente retratados con los rasgos de carácter justos y necesarios para comprenderlos, empatizar con ellos y admirarlos u odiarlos según sea el caso. Pero ninguno deja indiferente, desde luego. Y según avanzas en la lectura, te das cuenta de que algunos son auténticos robaescenas, como se diría en lenguaje cinematográfico, y en el caso concreto de uno, que para mí es el auténtico protagonista, he acabado enamorándome de él como personaje, con todos sus defectos y virtudes: Vanakao de Venver, la auténtica revelación desde mi punto de vista como lectora de ESDLM. El padre de Nikao de Venver, personaje secundario pero importante en la trama de ESDLM, aparece aquí como un hombre de pasado tortuoso y presente complicado que no le ayudan precisamente a superar sus inseguridades, justo en el momento en que más necesita superarlas. La relación con su mujer Tenakia, otro personaje admirable, destaca por su falta de convencionalismos y es un punto más a favor de este gran personaje.

No me puedo dejar en el tintero (debería decir en el teclado :P) a otro gran personaje que aparece al final del relato y que ya viene asomando la patita desde La elegida de la muerte, pero que en Mi alma por mi rey empieza por fin a desplegar todo su potencial, el cual espero que estalle en todo su esplendor en la próxima novela de la saga: el jovencísimo y sorprendente emperador de Monmor. Eso sí que es crear hype, ya lo creo que sí. Como las nuevas incógnitas que aparecen en esta novela corta y que espero que también se resuelvan en la próxima novela de la saga... O si no nos enfadamos, señora  De la Puente :P. Servidora no pega leches como Bud Spencer, pero puede ser muuuuuuuy pesada. Sólo aviso.

En fin, que por todas estas razones recomiendo encarecidamente la lectura de esta novela (y de las anteriores, of course). Y aún añado otra: su precio ridículamente asequible. Por un eurito la tenéis en Amazon, como aperitivo de lo que será la próxima novela de El Segundo Ocaso: Mi alma por mi rey.  Si no tenéis un libro electrónico, no hay problema, se puede leer en el ordenador (yo lo he hecho porque tengo mi kindle estropeado), pero merece la pena.
Si esto es sólo el aperitivo, no sabéis con qué avidez espero el plato principal.      

miércoles, 1 de octubre de 2014

El hombre y el oso

Pues nada, se ve que después de tanta sequía ando desatada y vuelvo a la carga, dos entradas en la misma semana, toma ya. La verdad es que se trata de algo puramente anecdótico, pero no todo va a ser follar, digooo, filosofar, que para algo ya indico en el subtítulo del blog que esto, básicamente, trata de mis desvaríos.

El caso es que hoy en el Facebook nos hemos estado echando unas risas a costa de una "noticia" (de alguna manera hay que llamarla) que ha enlazado mi amiga Virginia Pérez de la Puente (de la que, por cierto, voy poco a poco leyendo su última novela, que pronto comentaré por aquí, ya voy avisando :P; de momento, lo que he leído tiene muy buena pinta, espero poder confirmar la primera impresión). He aquí el germen de esta entrada:

Justin Bieber se deja crecer el bigote

Efectivamente, señoras y señores. Justino Biberón se está dejando crecer un amago de bigote que de momento no pasa de una pelusilla testimonial que apenas se distingue si no llevas gafas de aumento. Qué digo gafas de aumento, el telescopio Hubble a lo mejor capta algo si afinan mucho el enfoque, pero lo dudo. Yo misma me puedo dejar más bigote, las cosas como son, y sé de amigos que gracias a esta noticia dejarán de tener complejo de barbilampiños, porque al lado de esta criaturita de Dios parecerán hipsters asalvajados. Por supuesto, la "noticia" (ya digo que la llamo así porque no sé de qué otra forma llamarla; bastante habrá tenido el pobre becario de ABC con tener que redactarla) ha servido de cachondeo generalizado y la conversación ha derivado en lo que consideramos que sí son auténticos bigotes, viniendo a colación dignos ejemplares del mostacho frondoso como Freddie Mercury, Sacha Baron-Cohen en su papel de Borat, etc. También se han mencionado otros ejemplos de ejemplares masculinos propietarios de frondosas barbas, que ahora abundan más por mor de la moda que se ha difundido en los últimos años entre los hipsters antes mencionados.

Otra polémica, por cierto, la de la moda barbuda. Por una parte, se agradece que la barba haya dejado de ser patrimonio de unos pocos para normalizarse; la verdad es que en los últimos años se estaba imponiendo tan dictatorialmente la moda de los hombres depilados que es una gozada contemplar el brote frondoso del vello facial. Ojo, tampoco hay que pasarse: la barba a lo ZZ Top no es precisamente sexy :P. Por otra parte, el efecto contraproducente es que ahora parece que llevar barba es cosa de hipsters, y los hombres que siempre la han llevado ahora están mosqueados porque los confunden con esos modernillos :P. Personalmente, me encantaría que la moda se normalizara y por fin dejarse la barba se considere una opción normal  dentro de la estética masculina y no una cosa de bohemios y guarros vaguetes. Cómo me gustaría ver con barba a presentadores de telediario, empresarios, presidentes... Oh, wait. No, a ÉSE no. No lo quiero ver ni con barba ni sin barba, argh. En fin, olvidemos esto último que he dicho por el bien de nuestra salud mental :P.

El caso es que a mí siempre me han gustado los hombres con barba. Me ponen mucho, los veo más viriles y seductores. Tanto que de hecho estoy casada con un hombre con barba XD (conste que también está guapo cuando se afeita y le quiero igual con o sin ella, pero como más me gusta es con barba). Sé que no soy la única, aunque la mayoría de las mujeres suelan decir que prefieren a los hombres afeitados (o lo decían hasta que vieron a Brad Pitt con barba :P). Y el caso es que no sé exactamente de dónde me viene esa fijación por las barbas, porque durante mi infancia y adolescencia no tenía ningún referente cercano, todos los hombres de mi entorno iban afeitados. Supongo que el principal responsable de mi filia serán las hormonas, pero pensando en ello he caído en que puede haber un lejano culpable. Y ahora es cuando entro en modo abuelita Cebolleta e invoco a la memoria de los viejunos de mi generación: ¿quién de vosotros se acuerda de una serie que echaban en la tele a principios de los años 80, llamada Grizzly Adams? Pues servidora se ha acordado esta mañana, al hilo de esa conversación surgida gracias al despejado labio superior de Justinito.

La serie en cuestión estaba protagonizada por un tal Grizzly Adams, que vivía en una cabaña en las montañas Rocosas (o por ahí, las montañas del salvaje Oeste, vamos) en el siglo XIX, y cuyo mejor amigo era un oso grizzly, de ahí su sobrenombre. El tal Grizzly Adams parecía tener un don especial para comunicarse con los animales, también se llevaba bien con los indios y todo era muy guay y muy naïf en general. Supongo que si ahora viera un capítulo de esa serie me moriría de vergüenza ajena, pero en su momento me gustaba mucho. Buscando información sobre la serie, me he encontrado con que está basada en un personaje real de esa época, James Capen Adams, llamado Grizzly porque tuvo varios osos de esa especie como mascota. La verdad es que su historia no es tan idílica como en la serie, de hecho poco tiene que ver; el Grizzly Adams real era un trampero y cazador que se ganaba la vida cazando y amaestrando animales salvajes (principalmente osos, pero también de otras especies, incluso un tigre que le hirió gravemente) y montó su propio espectáculo, así como también trabajó para otros circos como el famoso Barnum, mientras que en la serie se le presenta como un fugitivo de la ley que huye por haber sido injustamente acusado de un crimen y se refugia en las montañas, donde vivirá como un ermitaño acompañado, como decía, por su oso Ben, un indio y un viejo buhonero amiguetes suyos. Y, como no podía ser de otra manera, Grizzly Adams lucía una barba digna de concurso:




¿Os suena el pavo? Por cierto, el actor se llama Dan Haggerty y después ha tenido mucho éxito en películas como... y series como... pues eso. El caso es que cuando veía la serie yo era todavía demasiado pequeña para que mis hormonas se dieran cuenta de algo, pero algo de impronta me debió de dejar porque ahora mismo si veo a un rubiaco barbado así por la calle me vuelvo una vez, y dos, y a la tercera ya estaría arrastrándome por el suelo agarrada a su tobillo :P. Bueno, ahora no lo haría, vale (soy una patata casada, soy una patata casada) pero antes sí XD.

En fin, ¡que viva la hermosura capilar! ¡Vivan los hombres oso! ¡Hombres con barba, no dejéis que esto se quede en una moda pasajera! ¡Dejad que la naturaleza siga su curso! Y, sobre todo, no lo dudéis, con barba estáis mucho más fermosos. Para muestra, unos cuantos botones:


¡Ahú!