lunes, 21 de mayo de 2012

Cuarenta

Sí, cuarenta. Ésos son los años que he cumplido. Un número redondo, rotundo, acojonante. Es la auténtica frontera: acabas de pasar el umbral de la mitad de tu vida, si hacemos caso de las estadísticas de mortalidad; a partir de ahí, cuentan las leyendas, sólo puedes ir cuesta abajo. Ya ni el cacareado alargamiento de la juventud nimileurista que caracteriza a los treintañeros de este país te vale: tienes cuarenta años, ya no eres joven, y ni siquiera puedes protestar si los dependientes de las tiendas te llaman señora. Para las mujeres, esto en teoría es especialmente grave. Se supone que nos volvemos invisibles de repente, que los hombres ya no se fijan en ti y te ignoran mientras siguen persiguiendo a las mozas de veintitantos. Por no hablar de los empresarios, para los que sólo eres un currículum más tirado a la papelera. Uf, cuarenta, malo, seguro que ya tiene hijos, y si no los tiene, o está loca por tenerlos deprisa y corriendo antes de que se le pase el arroz, o  es una solterona  amargada porque no tiene con quién tenerlos, o peor, una mujer con experiencia laboral suficiente como para no querer aceptar el sueldo y las condiciones laborales de mierda que le quieren imponer, o como mínimo protestar por ellas e intentar mejorarlas. Uf, quita, quita, que se quede en casa fregando los platos.

Total: debería estar deprimida como una cucaracha. (No sé el por qué de la comparación con la cucaracha, será que me parece absolutamente deprimente vivir siempre con el riesgo de ser pisoteada y fumigada, o a lo mejor es que me recuerda al complejo de inferioridad que tenía la cucaracha alien de Men in Black :P). Y, bueno, un poco impresionada sí que estoy, con eso de que ya no puedo considerarme joven ni objetiva ni subjetivamente (también habría que analizar el por qué del valor absoluto de la juventud en nuestra sociedad), y también cuento con que, efectivamente, estoy en el paro. Cobrando todavía, menos mal, ese subsidio que tan mal le sienta a nuestros gobernantes porque parece que lo estoy robando en vez de recuperar lo que he cotizado durante años. Pero sin trabajo, al fin y al cabo. Sin trabajo remunerado, realmente, porque parar, no paro. 

A lo mejor eso influye en parte para que, a pesar de todo, no esté lo supuestamente deprimida que debería estar. El caso es que me sentó peor el cambio de los treinta años que éste. No es que haya prosperado una barbaridad desde entonces, no he salido del rango de nimileurista (miento, hubo tres o cuatro meses hace años que sí lo conseguí gracias a una productividad que cobraba, pero cuando el jefe se dio cuenta nos subió el mínimo exigido para cobrar esa productividad, así que volví a mi sueldo mediocre de nimileurista) y nunca he tenido una estabilidad laboral duradera, pero las circunstancias han cambiado un poco. Siempre he tenido y sigo teniendo buenos amigos, que eso ya es para darse con un canto en los dientes. La familia, bien, gracias, que eso también cuenta. Eso se ha mantenido así, por lo que doy gracias al azar, a los dioses antiguos o a quien sea. Sí que ha cambiado, primero, que me independicé, y segundo, que luego conocí a Carlos y soy feliz con él, las cosas como son. No hay que perseguir el amor como si fuera lo único que te pueda hacer feliz, pero qué carajo, cuando tienes un novio tan estupendo como el mío, te alegra la vida, para qué lo vamos a negar :P. Quiero hacer una mención especial a mis gatitos, que me tienen bastante entretenida y embelesada ^^.

Pero, sobre todo, me he dado cuenta de que soy yo la que decido si me quiero deprimir o no. Cuarenta no deja de ser una cifra. Los números son útiles, las fechas nos ayudan a organizarnos, pero no tienen por qué clasificarnos. Obviamente, mi cuerpo no es el que era, pero conozco mis límites y tampoco me cuesta respetarlos; ellos, a cambio, procuran seguir siendo flexibles. Por otro lado, mis cuarenta años no son los mismos que los de mi abuela, por ejemplo, que a esas alturas ya había tenido cinco hijos y había pasado por una guerra y una posguerra. 

Yo de mayor quiero ser como Tata Ogg, que ha vivido siempre de puta madre y sigue haciéndolo.

 Y, por encima de todo lo demás, es cuestión de mentalidad. La sociedad parece empujarte a conseguir unas determinadas metas a determinadas edades. En eso no es que me haya apresurado precisamente. Muchas mujeres de mi edad están casadas, tienen hijos ya mayorcitos, están hipotecadas hasta las incipientes patas de gallo, etc. No digo que eso sea malo en si (bueno, estar hipotecado sí lo es :P), y si las circunstancias hubieran sido otras y ése hubiera sido mi camino elegido, a lo mejor tampoco me importaría encontrarme ahora en esa situación. Por lo visto, eso es a lo que llaman "éxito social". Pero no ha sido así. A veces pienso que llevo unos diez años de atraso con respecto al programa oficial, porque me encuentro en una situación a la que la mayoría de las personas, al menos hasta hace poco, llegaban alrededor de los treinta. Pero no me han venido así las cosas, y tampoco creo que eso tenga que ser un handicap, ni que tenga que conseguir lo mismo que los demás. Creo que las metas, las cosas que deseas, llegan cuando estás preparada para recibirlas; eso requiere un esfuerzo, por supuesto, no es que espere que me caigan del cielo, sino que hay que trabajárselas, y cuando ya estás lista para aprovecharlas, las consigues. También es verdad que nunca he sido especialmente lanzada ni me he dado demasiada prisa, es mi forma de ser. Tal vez he dado demasiadas vueltas para llegar a este punto, pero esas vueltas también me han hecho aprender más. Así que realmente no doy esos años por perdidos. Es sólo que he llevado mi ritmo, no el que debería llevar según algunos. 

Y, sobre todo, no me siento acabada, ni en la mitad cuesta abajo de la vida. Al contrario, ahora creo que es cuando empieza lo bueno de verdad. Anda que no será porque me queden cosas por hacer... Sigo teniendo el mismo ánimo y la misma curiosidad de siempre; yo lo atribuyo a que como soy una hobbit, eso me viene de fábrica. Además, los hobbits alcanzamos la mayoría de edad a los treinta y tres años, así que en realidad soy una jovenzuela :P. En fin, que no noto que haya cambiado de un día para otro precisamente. Sigo pensando y sintiendo lo mismo que hace dos días a estas horas, así que me parece que el calendario no me influye demasiado en esta cuestión. Si algo ha cambiado en estos últimos años, ha sido, si acaso, que me he quitado de encima buena parte del empanamiento en el que he estado sumergida casi toda mi vida, y eso es bueno, así que, salvo por el hecho de que ahora tengo resaca si me paso con la cerveza la noche anterior y de que me cuesta más adelgazar, no noto diferencias apreciables. ¿Los cuarenta? Eso es una cadena de radio infame que hace décadas que no escucho, nada más XD.

Así que, como dice el chiste: Virgencita, que me quede como estoy. Del resto ya me encargo yo.

8 comentarios:

  1. Felicidades y que cumplas muchos más, sobre todo si puede ser, mejorando lo mejorable y manteniendo lo bueno que tienes ahora.
    Un abrazo.

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    1. ¡Muchas gracias, Norber! Ojalá se cumpla todo como tú dices :D. Un besote, mapachito ;).

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  2. =) Magnífica entrada, como siempre. Después de todo, sólo es cuestión de números y lo realmente importante es como lo afrontes y visto está que está más que bien afrontado.

    Besazos!! :D

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    1. Muchas gracias, Elena ^^. También rodearse de gente tan maja y tan joven ayuda ;).

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  3. El numerito es lo de menos, lo que importa es cómo se siente uno.
    Mientras te sientas bien, a pesar de todos los contratiempos, que en el momento que nos está tocando vivir son unos cuantos, lo demás poco importa.

    Un abrazo ^^

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    1. Pues sí, tenemos que procurar sentirnos bien y valorar lo positivo, aunque ahora no sean tan buenos tiempos :). ¡Un abrazo, microbio! ^^

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