jueves, 24 de mayo de 2012

Mis chulazos favoritos

La inspiración es caprichosa, ya sabéis. Me puedo tirar dos meses sin escribir nada aquí, y luego hacerlo dos días seguidos, como ahora es el caso. De hecho, la inspiración para esta entrada me viene directamente de la entrada de ayer, que surgió a raíz de la noticia sobre la boda de un superhéroe, Estrella del Norte. Mirando el cómic que me había regalado mi hermano, pensaba "vaya con el dibujito", porque hay que ver cómo dibujan a los superhéroes :)____. Muchos no me gustan, demasiado musculados o con trajes demasiado ridículos, pero en el caso de Estrella del Norte se aúnan el atractivo y la elegancia, juzgad vosotros mismos en la foto de la derecha. El personaje es homosexual, pero eso no me impide admirarlo :P.

Eso me hizo pensar en los personajes, reales o ficticios, que me han gustado desde que era una adolescente. Es un fenómeno que existe desde que en las cortes medievales las jóvenes damiselas suspiraban por los trovadores más atractivos y talentosos, incluso desde antes, pero en la era pop ha llegado a su máxima expresión, y como buena ochentera que soy, obviamente no me iba a sustraer de ello. Amores platónicos que, salvo en nuestros delirios adolescentes más exacerbados, siempre hemos sabido que no van a pasar nunca del umbral de la imaginación, pero ¿y lo bien que se lo pasa una (o uno) alegrándose la vista y entregándose a fantasías con nuestros ídolos favoritos? Así que hay voy con una lista de mis amores platónicos, o mis chulazos preferidos, que diría mi amiga Ninotchka Ni:

David Bryan dándolo todo al teclado
El primero podría haber sido Bon Jovi, of course. Fue, junto con Europe, el primer grupo heavy (podría discutirse mucho sobre si son heavies o no, pero por mor de la concisión, dejémoslo así) que me gustó, y en parte no voy a negar que influyó la imagen tan atractiva de sus componentes. Pero, aunque tampoco le haría ascos, no fue el mismo Jon Bon Jovi el que me encandiló. A mí el que de verdad me gustaba era su teclista, David Bryan, a la izquierda de estas líneas. Ahí lo tenéis, tal como a mí me gustaba, con sus pelos cardados :P. Con el tiempo he acabado aborreciendo esos cardados (no sabéis lo que estropean el pelo), pero como dice el Reno Renardo, crecí en los ochenta, y entonces era lo que molaba... Probablemente a muchas les parecerá una herejía que me gustara más que el cantante, pero a mí me gusta quien me da la gana, y fun y pin :P. Otro músico heavy, en este caso cantante, que me parecía monísimo de la muerte y muy achuchable, era Michael Kiske, con un peinado igualmente ochentero pero mucho más Pantene:
Michael Kiske luciendo torso

Ays, qué mono era ^^ Daban tantas ganas de atusarle esa melena dorada... *___* Aparte de eso, es un gran cantante, una de mis voces favoritas dentro del heavy metal. Luego renegó del metal, se cortó el pelo y engordó, que es lo que suele pasar (bueno, lo de renegar del metal no tanto, y además no sé por qué, aunque el caso es que parece que ha vuelto con el grupo que se ha montado con Kai Hansen, su antiguo compañero de Helloween), pero para la posteridad y para la imaginación queda esa imagen efébica que llenó carpetas de chicas heavies como yo. La verdad es que lo de los chulazos enseñando torso (y además sin depilar, que es algo que parece que ha desaparecido del mapa, los pelos en el pecho, snifff) era algo muy habitual en el heavy metal, sobre todo dentro del hard rock americano; podría dar muchos ejemplos, pero tampoco es plan de hacer esta entrada kilométrica, así que continuaré con la lista. Sólo añado, de momento, otro nombre que no puedo olvidar, porque también sigue siendo uno de mis cantantes favoritos. Se le ha acusado de haberse vuelto un moñas, sobre todo en la etapa más comercial de su grupo a finales de los ochenta, y en los últimos años lo de no aceptar muy bien el paso del tiempo le ha pasado factura en forma de estiramiento facial exagerado, pero aun así, ¿quién podía resistirse a un madurito tan interesante como David Coverdale?:

David Coverdale, la apoteosis del rizo rubio
Oh, yeah. Pedazo de hombre. Ya digo que no ha llevado nada bien el paso del tiempo y si ahora ves sus fotos actuales no sabes si está intentando convertirse en clon de Jane Fonda o es que le han pegado un susto de muerte y se ha quedado así, pero su gloriosa madurez ochentera nos ponía orgásmicas a todas. Al menos, su voz sí sigue siendo orgásmica...

Ya digo que podría citar muchos chulazos melenudos que nos hacían suspirar a mis amigas y a mí, porque había abundancia de ellos en los años 80. Ahí seguía el incombustible Paul Stanley, de Kiss, el auténtico adalid del pelo en el pecho; Joey Tempest, que tanto dinero dio a las peluquerías gracias a todas las chicas que iban pidiendo que les hicieran el mismo moldeador que a él; Yngwie Malmsteen, que tenía un culo tan perfecto como Jon Bon Jovi; James Hetfield, que, aunque os sorprenda, para algunas de nosotras también tenía su aquel... Y un largo etcétera con el que ya digo que no os voy a dar la brasa. Pero no sólo de rock vive la adolescente ochentera, y por supuesto recopilé un buen puñado de ídolos de las películas que marcaron mi juventud. 

El primero no podía ser otro que Daniel Day-Lewis. Si alguna de mis contemporáneas no se enamoró de este póster promocional de El último mohicano, que levante la mano y la llamaré mentirosa:

Esa melena al viento... ¡Aghfffs!



Es, seguramente, la película en la que más irresistiblemente guapo está. En otras tal vez no se luce tanto, pero esos ojos profundamente azules, esos rasgos marcados, ese aire atormentado, ese inmenso talento con el que actúa en absolutamente cualquier papel que te puedas imaginar... ¿Qué adolescente no se enamoraría de él, y seguiría babeando ya en la madurez? Si tengo que elegir un actor fetiche, me quedo con él.

Una toalla para secarle, por favor...
Otro actor con el que suspiraba y que posiblemente os sorprenda es Kevin Bacon. Tiene una cara rara, lo sé, como también sé que algunos lo consideráis directamente feo, y con ganas, pero tiene algo que siempre me ha puesto. Nunca ha llegado al estatus de estrella, pero siempre se ha mantenido con tesón y buenas actuaciones. Desde que se hizo famoso de yogurín en Footloose hasta hoy, que encarna a un morboso Sebastian Shaw en X Men: First Class, ha pasado mucho tiempo, pero se mantiene bastante bien. Para que veáis lo impresionante que ha llegado a estar el que hoy sigue siendo un madurito interesante:









Keanu Reeves. Ay, omá, qué rico

Potente, ¿verdad? Otro actor, más joven y con tipo de atractivo totalmente distinto, pero que también empezó a hacerse famoso a finales de los ochenta, aunque su gran década fueron los noventa, es Keanu Reeves. Una vez superada su desgarbada adolescencia, se convirtió primero en oscuro objeto de deseo del cine independiente con Mi Idaho privado, se reveló después a las masas como todo un bombón en Le llaman Bodhi, y se convirtió en una estrella de las carpetas, sobre todo, gracias a Speed. Después ha seguido su carrera con altibajos, alternando éxitos como Drácula o Matrix con incursiones en la comedia romántica que por nuestra salud es aconsejable olvidar. Reconozcámoslo: no es un actor al que le vayan a dar un Oscar. Pero en la mayoría de las ocasiones cumple, y sigue teniendo un no se qué que qué sé yo que pa qué :P. Es lo que tiene la mezcla de razas (es medio chino, hawaiano, inglés y qué sé yo qué más), que produce unos ejemplares verdaderamente superiores :P.

Sean Bean, vuelve el Hombre
El chulazo al que voy a referirme ahora, sin embargo, es de pura cepa inglesa. Pero quién podría objetarle nada, por mucho que sea de la pérfida Albión a... Sean Bean (babas, babas, babas). Ese hombre spoiler que transpira masculinidad por todos los poros de su cuerpo... Realmente, ya le conocíamos de muchas películas anteriores, aunque casi siempre como secundario (de lujo, eso sí), pero ya en su Inglaterra natal se había creado una merecida fama como héroe romántico con una serie histórica que arrasó entre las inglesitas: Sharpe. Algún día tengo que hacerme con los deuvedeses de esa serie, ambientada en las guerras napoleónicas, tiene que ser todo un espectáculo. Pero todos sabemos que el papel que le llevó a la fama mundial fue el de Boromir en la trilogía de El señor de los anillos. No sólo imponía su presencia como orgulloso gondoriano, encima bordaba su papel, dándole una complejidad y una humanidad que, por mucho que suene a herejía, superaba al propio personaje de la obra de Tolkien. Es más, cada vez que coincidía en escena con otro chulazo que marcó a muchas, Viggo Mortensen, que también se dio a conocer al gran público con su papel de Aragorn, por muy bien que éste hiciera su papel y muy macizo que también estuviera, Sean Bean se lo comía con patatas. Después ha persistido en su manía de morirse en casi cada película y serie en la que aparece, de ahí que le llamemos cariñosamente "hombre spoiler" y que se ganara merecidamente su papel de Eddard Stark en la serie de Juego de tronos, pero se le sigue queriendo y babeando profusamente por él. Sean, espoiléame lo que quieras, corazón, yo me dejo XD.

Ay, esa sonrisilla de medio lado...
Y antes de que esta entrada se haga más larga que un día sin pan o lo que nos queda de año hasta que estrenen El hobbit, voy terminando con el que es mi último chulazo favorito: Robert Downey Jr. Ejemplo clarísimo de que no es necesario tener unos rasgos perfectos o un cuerpo de gimnasio (aunque no va mal equipado :P) para provocar sueños húmedos. Para eso ya tiene carisma de sobra. Podría haber sido el típico chico malo echado a perder, como Mickey Rourke, pero tuvo el suficiente sentido común como para regenerarse a tiempo, y hoy es una auténtica estrella. Pocas veces un actor y un personaje estuvieron tan hechos el uno para el otro como Robert Downey Jr. y Tony Stark (Iron Man), pero también luce su maravilloso encanto, su gran talento interpretativo y su enorme sentido del humor como Sherlock Holmes y en muchos otros papeles (una película que os recomiendo, por ejemplo, y que no es demasiado conocida, es Kiss Kiss, Bang, Bang: lo adoraréis y además os lo pasaréis bien con la propia película). Esa combinación de chulería (pero con gracia) y trasfondo sensible no se puede resistir... 

¡Ah! Una última mención: Michael Fassbender. No podía terminar sin al menos traer a colación al último descubrimiento del olimpo masculino hollywoodiense, un hombre que, además de ser un actorazo, es de los pocos que consiguen aunar belleza y masculinidad sin parecer ni un afeminado ni un macho man sobrado de hormonas. Una belleza clásica, casi comparable a la del mismísimo Paul Newman, ejemplo máximo de la belleza viril. Deseando estoy que llegue el estreno de la próxima de X Men... ¡Y es que encima hace de Magneto, el mejor villano de la Marvel! ¿Qué más se puede pedir? Yo no necesito más, desde luego.

Esto sí que es un atractivo magnético...

Me dejo unos cuantos más en el tintero, pero ya no quiero abusar más de vuestra paciencia. Estaré encantadísima de que hagáis vuestras aportaciones comentando cuáles son vuestros chulazos favoritos, y también de que me rebatáis respecto a los míos si no estáis de acuerdo ;). ¡Opiniones, disertaciones, explayaos, babead!

PD: cariño, de verdad, no te preocupes, que te sigo queriendo igual XD. Éstos son de papel y celuloide, tú eres mi chulazo de verdad :-*.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El superhéroe y su marido

Hoy venía en los periódicos esta noticia: Marvel anuncia la boda gay de uno de sus superhéroes. La boda en cuestión es la de Estrella del Norte, Jean Paul Beauvier cuando va de paisano, canadiense antiguo miembro de Alpha Flight y ahora en las filas de la Patrulla X, con su novio, Kyle Jinadu, un humano normal y corriente. Me ha hecho gracia porque precisamente por mi cumpleaños mi hermano me ha regalado un número antiguo de la Patrulla X (sí, todavía los llamo así, lo de X Men como que me cuesta acostumbrarme) que es, precisamente, el principio del primer crossover de Alpha Flight y los mutantes más famosos del multiverso. El número en cuestión se publicó en Estados Unidos en 1985, y en España lo publicó Forum en 1987, cuando yo era una pipiola que acababa de descubrir el universo Marvel. De hecho, posiblemente ese mismo número todavía esté escondido en algún rincón del sótano de la casa de mis padres, pero vete a saber, así que me hizo ilusión que mi hermano lo rescatara de alguna tienda de cómics para regalármelo, porque recuerdo con mucho cariño lo que disfruté leyendo aquel crossover. 

Portada del número de la boda de Estrella del Norte

Según dice la noticia, Estrella del Norte salió del armario en 1992, pero ya en ese cómic que yo tenía se insinuaba que sufría su orientación sexual en silencio :P. Total, que pasaron unos siete años hasta que lo reconoció públicamente, y han pasado otros veinte para que los de la Marvel se decidieran a casarlo. Una evolución bastante parecida a la de muchos homosexuales en la vida real, me parece. Veinte años para llegar al punto en que se vea normal que un superhéroe se case con su novio (y aun así sabemos que en el fondo no es tan normal, si no, no sería noticia) son bastantes años, o no demasiados, según se mire. (Desde el punto de vista de la sociedad, claro, desde el de los afectados, siempre han sido demasiados años.) ¿Quién nos iba a decir cuando yo leía aquellos tebeos que España sería uno de los primeros países en permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo? Ahora parece normal, pero entonces habríamos flipado bastante. 

El caso es que esa normalidad se abre paso en muchos ámbitos, y también en la ficción. Ahora estamos acostumbrados a que aparezcan personajes homosexuales (más hombres que mujeres, pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión) en películas, series de televisión, cómics... Algunos protagonizan esas series y películas, o por lo menos tienen papeles destacados. Todo muy guay, muy políticamente correcto y muy happy, happy. Tomemos, por ejemplo, el caso de Modern Family. Ahí tenemos a esa simpática parejita, Cameron y Michell, que viven juntos y tienen una preciosa niñita adoptada en Vietnam. Son divertidos, encantadores, viven su situación con mucha naturalidad, y son aceptados con la misma naturalidad por el resto de la familia, incluido el padre de Mitchell, que por muy cavernícola que parezca a primera vista parece haber evolucionado y aunque se da a entender que al principio le costó aceptar la homosexualidad de su hijo, ahora lo acepta plenamente e incluso se lleva mejor con Cameron que con su otro yerno, Phil Dunphy (para mí el mejor personaje con diferencia, qué crack XD).
Mitchell y Cam, familia feliz

Oh, qué modernos, cómo mola esta serie. ¿Seguro que son tan modernos? Por supuesto está genial que den a Mitchell y Cameron tanto protagonismo como al resto de los personajes. Pero en un momento dado, mi chico me llamó la atención sobre algo en lo que antes no había reparado, y me di cuenta de que tiene toda la razón. Es más, es tan obvio que no sé cómo no lo había visto antes, lo cual supongo que dice bastante de lo que todavía nos falta para alcanzar la verdadera normalidad. Como suele ocurrir en muchas otras parejas gays, mientras Mitchell es más discreto, no tiene demasiada pluma y le costó más salir del armario, Cameron es una auténtica locaza, con mucha más pluma y ningún complejo, el alma de la fiesta. De hecho, cuando adoptaron a su hija decidieron que Cameron dejaría su trabajo para ocuparse de la niña a tiempo completo porque le apetecía ejercer de mamá y Mitchell tiene un absorbente trabajo como abogado que no le deja pasar mucho tiempo en casa. Todo estupendo, es la decisión de los personajes y por lo que parece la toman libremente y están a gusto con ella, pero yo me pregunto: ¿por qué tiene que ser así? ¿Todavía hay que seguir el estereotipo de pareja gay en la que uno de los dos hace de hombre y el otro de mujer? Ya digo que esta pareja en concreto me parece muy divertida, son personajes encantadores y propician unas situaciones verdaderamente cómicas por el contraste de sus personalidades, pero que los hayan creado así me da la impresión de que el mensaje de la serie, en el fondo, no es tan rompedor como nos quieren hacer creer.

Hablo de este estereotipo porque, aunque todavía exista en la vida real, no creo que sea la constante en todas las parejas gays (tanto hombres como mujeres), ni mucho menos. Reconozco que, al ser heterosexual, no conozco demasiado el mundo homosexual, y si cometo algún error o incurro en alguna inexactitud, que los homosexuales que puedan leer esto (si es que lo llega a leer alguien :P) me disculpen. Pero vamos, sé que hay muchos homosexuales que no tienen pluma, igual que no creo que la mayoría de las lesbianas sean del tipo camionero. Y digo yo que habrá muchas parejas en las que ambos miembros sean del mismo tipo, ya sea "camionero", "oso", "maciza a lo Instinto Básico", "locaza" o, simplemente, personas normales y corrientes que no por tener una orientación sexual u otra tienen que llamar la atención por nada en especial. Es decir, que no tienen por qué llevar un rol determinado en la pareja como los que se han perpetuado durante siglos en las parejas heterosexuales. Creo que precisamente las parejas homosexuales tienen una oportunidad de oro para romper con esos roles tradicionales, lo que no sólo les haría un favor a ellos, sino también a los heterosexuales.

En fin, creo que la normalidad total se alcanzará el día en que dos señoras mayores celebren sus bodas de oro con su familia y no sólo todo el mundo lo vea como algo normal, sino que a todos les parezca algo tierno y digno de admiración. Pero mientras tanto, si un superhéroe se casa con su novio, no vamos mal.

lunes, 21 de mayo de 2012

Cuarenta

Sí, cuarenta. Ésos son los años que he cumplido. Un número redondo, rotundo, acojonante. Es la auténtica frontera: acabas de pasar el umbral de la mitad de tu vida, si hacemos caso de las estadísticas de mortalidad; a partir de ahí, cuentan las leyendas, sólo puedes ir cuesta abajo. Ya ni el cacareado alargamiento de la juventud nimileurista que caracteriza a los treintañeros de este país te vale: tienes cuarenta años, ya no eres joven, y ni siquiera puedes protestar si los dependientes de las tiendas te llaman señora. Para las mujeres, esto en teoría es especialmente grave. Se supone que nos volvemos invisibles de repente, que los hombres ya no se fijan en ti y te ignoran mientras siguen persiguiendo a las mozas de veintitantos. Por no hablar de los empresarios, para los que sólo eres un currículum más tirado a la papelera. Uf, cuarenta, malo, seguro que ya tiene hijos, y si no los tiene, o está loca por tenerlos deprisa y corriendo antes de que se le pase el arroz, o  es una solterona  amargada porque no tiene con quién tenerlos, o peor, una mujer con experiencia laboral suficiente como para no querer aceptar el sueldo y las condiciones laborales de mierda que le quieren imponer, o como mínimo protestar por ellas e intentar mejorarlas. Uf, quita, quita, que se quede en casa fregando los platos.

Total: debería estar deprimida como una cucaracha. (No sé el por qué de la comparación con la cucaracha, será que me parece absolutamente deprimente vivir siempre con el riesgo de ser pisoteada y fumigada, o a lo mejor es que me recuerda al complejo de inferioridad que tenía la cucaracha alien de Men in Black :P). Y, bueno, un poco impresionada sí que estoy, con eso de que ya no puedo considerarme joven ni objetiva ni subjetivamente (también habría que analizar el por qué del valor absoluto de la juventud en nuestra sociedad), y también cuento con que, efectivamente, estoy en el paro. Cobrando todavía, menos mal, ese subsidio que tan mal le sienta a nuestros gobernantes porque parece que lo estoy robando en vez de recuperar lo que he cotizado durante años. Pero sin trabajo, al fin y al cabo. Sin trabajo remunerado, realmente, porque parar, no paro. 

A lo mejor eso influye en parte para que, a pesar de todo, no esté lo supuestamente deprimida que debería estar. El caso es que me sentó peor el cambio de los treinta años que éste. No es que haya prosperado una barbaridad desde entonces, no he salido del rango de nimileurista (miento, hubo tres o cuatro meses hace años que sí lo conseguí gracias a una productividad que cobraba, pero cuando el jefe se dio cuenta nos subió el mínimo exigido para cobrar esa productividad, así que volví a mi sueldo mediocre de nimileurista) y nunca he tenido una estabilidad laboral duradera, pero las circunstancias han cambiado un poco. Siempre he tenido y sigo teniendo buenos amigos, que eso ya es para darse con un canto en los dientes. La familia, bien, gracias, que eso también cuenta. Eso se ha mantenido así, por lo que doy gracias al azar, a los dioses antiguos o a quien sea. Sí que ha cambiado, primero, que me independicé, y segundo, que luego conocí a Carlos y soy feliz con él, las cosas como son. No hay que perseguir el amor como si fuera lo único que te pueda hacer feliz, pero qué carajo, cuando tienes un novio tan estupendo como el mío, te alegra la vida, para qué lo vamos a negar :P. Quiero hacer una mención especial a mis gatitos, que me tienen bastante entretenida y embelesada ^^.

Pero, sobre todo, me he dado cuenta de que soy yo la que decido si me quiero deprimir o no. Cuarenta no deja de ser una cifra. Los números son útiles, las fechas nos ayudan a organizarnos, pero no tienen por qué clasificarnos. Obviamente, mi cuerpo no es el que era, pero conozco mis límites y tampoco me cuesta respetarlos; ellos, a cambio, procuran seguir siendo flexibles. Por otro lado, mis cuarenta años no son los mismos que los de mi abuela, por ejemplo, que a esas alturas ya había tenido cinco hijos y había pasado por una guerra y una posguerra. 

Yo de mayor quiero ser como Tata Ogg, que ha vivido siempre de puta madre y sigue haciéndolo.

 Y, por encima de todo lo demás, es cuestión de mentalidad. La sociedad parece empujarte a conseguir unas determinadas metas a determinadas edades. En eso no es que me haya apresurado precisamente. Muchas mujeres de mi edad están casadas, tienen hijos ya mayorcitos, están hipotecadas hasta las incipientes patas de gallo, etc. No digo que eso sea malo en si (bueno, estar hipotecado sí lo es :P), y si las circunstancias hubieran sido otras y ése hubiera sido mi camino elegido, a lo mejor tampoco me importaría encontrarme ahora en esa situación. Por lo visto, eso es a lo que llaman "éxito social". Pero no ha sido así. A veces pienso que llevo unos diez años de atraso con respecto al programa oficial, porque me encuentro en una situación a la que la mayoría de las personas, al menos hasta hace poco, llegaban alrededor de los treinta. Pero no me han venido así las cosas, y tampoco creo que eso tenga que ser un handicap, ni que tenga que conseguir lo mismo que los demás. Creo que las metas, las cosas que deseas, llegan cuando estás preparada para recibirlas; eso requiere un esfuerzo, por supuesto, no es que espere que me caigan del cielo, sino que hay que trabajárselas, y cuando ya estás lista para aprovecharlas, las consigues. También es verdad que nunca he sido especialmente lanzada ni me he dado demasiada prisa, es mi forma de ser. Tal vez he dado demasiadas vueltas para llegar a este punto, pero esas vueltas también me han hecho aprender más. Así que realmente no doy esos años por perdidos. Es sólo que he llevado mi ritmo, no el que debería llevar según algunos. 

Y, sobre todo, no me siento acabada, ni en la mitad cuesta abajo de la vida. Al contrario, ahora creo que es cuando empieza lo bueno de verdad. Anda que no será porque me queden cosas por hacer... Sigo teniendo el mismo ánimo y la misma curiosidad de siempre; yo lo atribuyo a que como soy una hobbit, eso me viene de fábrica. Además, los hobbits alcanzamos la mayoría de edad a los treinta y tres años, así que en realidad soy una jovenzuela :P. En fin, que no noto que haya cambiado de un día para otro precisamente. Sigo pensando y sintiendo lo mismo que hace dos días a estas horas, así que me parece que el calendario no me influye demasiado en esta cuestión. Si algo ha cambiado en estos últimos años, ha sido, si acaso, que me he quitado de encima buena parte del empanamiento en el que he estado sumergida casi toda mi vida, y eso es bueno, así que, salvo por el hecho de que ahora tengo resaca si me paso con la cerveza la noche anterior y de que me cuesta más adelgazar, no noto diferencias apreciables. ¿Los cuarenta? Eso es una cadena de radio infame que hace décadas que no escucho, nada más XD.

Así que, como dice el chiste: Virgencita, que me quede como estoy. Del resto ya me encargo yo.

martes, 8 de mayo de 2012

Love cats

Mucha gente opina que los gatos no son animales de fiar. Que no quieren a sus dueños, que van a lo suyo, que son traicioneros. Pienso que esa gente no ha tenido gatos, o no han sabido relacionarse con ellos, entenderlos. Siempre me habían gustado, pero, desde que hace dieciséis años llegó mi hermano a casa con una bolita de pelo refugiada en una caja de cartón con algodones, se han convertido en una parte esencial de mi vida. 

Pitusa y su mirada intimidante
Aquella bolita de pelo se llama Pitusa y hoy es una señora muy mayor, con achaques propios de su edad. Se tira casi todo el día durmiendo y se ha vuelto más caprichosa, a veces se pone a maullar de madrugada para que mi madre se levante para darle de comer, tarea que también se ha vuelto complicada porque ha desarrollado una alergia alimentaria que le limita mucho la gama de marcas y productos que puede comer. También le duelen los huesos, tiene reúma como cualquier abuelo y a veces la pobre se queja si le tocas en las caderas; un par de veces le han tenido que inyectar antiinflamatorios. Pero sigue siendo mi niña, y a pesar de que hace más de dos años ya que no convivo con ella y con mis padres, cada vez que voy a su casa me maúlla pidiéndome que la coja en brazos, y una vez recogida cómodamente en mi regazo se pone a amasar hasta que se queda dormida. Para que luego digan que los gatos no te quieren ni te recuerdan si te vas. Ojalá tenga unos cuantos años más por delante para seguir mimándola.

Después, he tenido la suerte de que a Carlos también le gusten los gatos (él es más de perros, pero realmente le gustan todos los animales, es lo que tiene poseer un corazón tamaño king size ^^). Así que adoptamos a Bu, que me ha hecho recordar lo divertidos, encantadores, graciosos y adorables que son los gatos jovencitos. Aunque requiera más atención porque quiere jugar contigo muy a menudo y a veces tengas que vigilarle para que no haga alguna pifia, compensa de sobra, y más con un gato tan bueno como Bu, que es un santo varón. La compañía que nos hace no la cambio por nada, creo que ya no sería capaz de volver a vivir sin tener un gato en casa.

Bu, el gato más guapo. Punto.
Como nos podemos llegar a tirar muchas horas fuera de casa, no nos parecía justo que Bu estuviera solo. Así que, aprovechando que yo ahora sí estoy más tiempo en casa, decidimos buscarle un compañerito. Nos apetecía tener un gato pequeñín, no lo voy a negar, ¿quién se puede resistir a un gatito? :P Pero sobre todo queríamos que Bu también tuviera un compañero con quien jugar y compartir el día, sobre todo cuando (espero XD) vuelva a trabajar y no pueda quedarme en casa con él. Una llamada providencial de Helena, que fue quien nos dio en su momento a Bu y que trabaja con AGAR (la asociación que cuida de los gatos del parque del Retiro), nos facilitó enormemente la tarea, y desde hace casi dos semanas vive con nosotros un nuevo miembro de la familia: Leia. Yo siempre había sido de "gato único" y no sabíamos muy bien cómo podría reaccionar Bu, pero se está portando muy bien como hermano mayor, mejor incluso de lo que me esperaba. No la ha bufado ni agredido en ningún momento, e incluso aunque se le note algo de pelusa, lo manifiesta de forma positiva, porque se ha vuelto más mimoso con las visitas para llamar su atención, en vez de reaccionar contra la pequeñita. El único problema es que es tan grande comparado con ella que nos da un poquito de miedo que a veces, jugando, le pueda hacer daño sin querer, pero por ahora no parece ser el caso. De hecho, creo que cuando ella crezca un poco más, va a ser la que le domine, porque la señorita está demostrando que es toda una princesa rebelde XD. 

Nuestra princesita Leia ^^

Porque eso es algo curioso también. En contra de esa creencia generalizada de la que hablaba al principio, cada gato tiene su carácter. Igual que la Pitusa siempre ha sido muy mimosa con mi familia, al tiempo que muy arisca y desconfiada con el resto de los mortales, Bu no rechaza a los extraños pero mantiene cierta reserva inicial, y tiene un carácter mucho más suave, y por otra parte Leia, como cachorrita que es, se deja mimar por todo el mundo, pero tiene un genio más fuerte y es muy aventurera, casi una kamikaze XD. Incluso entre ella y sus hermanitos de camada, con apenas un mes cuando los vi por primera vez, se notaba ya el carácter de cada uno: ella era la mimosa, su hermano "vaquita" (esto es, blanco y negro) era el dominante que protegía al resto de los hermanos, su hermana negrita era la exploradora independiente y el cuarto hermano, también negrito, era el tranquilote, hasta el punto de que estaba más gordo que el resto de sus hermanos, que hacían de él lo que querían XD. 

Bu y Leia, ying y yang

Así que ahora viven con nosotros Bu y Leia, y espero que crezcan juntos y se lleguen a querer como verdaderos hermanos, y que sea por muchos años. Reconozco que estoy enamorada de mis gatos, pero es que tengo motivos para ello. Son mimosos, divertidos, dulces, encantadores, y al mismo tiempo tienen su propio carácter, y quiero que lo conserven, porque me gustan tal como son. Si quisiera un peluche, me habría comprado uno en una tienda de juguetes. Por eso, aunque por las mañanas las pequeña Leia nos haga de despertador con sus maulliditos exigiéndonos con insistencia el desayuno, o aunque Bu nos haya dejado ligeramente destrozado un lado del sofá :P (menos mal que es el que menos se ve XD), me siento feliz y orgullosa de esta pequeña familia que ahora somos. Si os gustan los gatos y estáis dispuestos a asumir una responsabilidad que, por otra parte, recompensa de sobra con el cariño y la compañía que vais a recibir, no lo dudéis. Y, salvo que deseéis un gato de una raza concreta por alguna razón específica, os aconsejo que adoptéis, porque contribuiréis a salvar sus vidas y las de otros gatitos, literalmente.