jueves, 9 de noviembre de 2023

¡Corre, Forrest, corre!

Amar a alguien es como cuando a Forrest Gump se le sueltan los hierros ortopédicos de las piernas y comienza a correr. Normalmente tú vas con tus hierros. Pesan y lastran tus movimientos, pero no pasa nada, te has acostumbrado y puedes andar con ellos. Incluso los prefieres, porque te sientes más segura, te sujetan para que no te tropieces y vuelvas a herirte. Así que vas por tu camino, paso a paso. 


Pero un día conoces a alguien que hace que te den ganas de correr. Y él empieza a correr contigo. Y se te van cayendo los hierros a lo largo de la carrera, y cuando por fin han caído todos te sientes tan ligera que tienes la impresión de que podrías seguir corriendo siempre, no quieres parar, y te preguntas cómo has sido capaz de aguantar el peso de esos hierros tanto tiempo. 


A lo mejor un día volverás a tropezar y te tendrás que volver a poner esos hierros. No lo sabes. Por si acaso, procuras vadear baches y hoyos para no volver a tropezar en la misma piedra. A lo mejor un día simplemente te cansarás de correr y pararás. Es bastante probable que en algún momento dejes de correr y sigas andando, sin prisa pero sin hierros. Eso tampoco está nada mal. 


Pero qué bien sienta correr sin hierros, libre y ligera. Por ahora no pienso parar.

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