Ayer por la mañana me presenté a un examen para unas
oposiciones. No las voy a sacar, porque no he estudiado lo suficiente. No me
voy a machacar más pensando que podría haber estudiado más (que podría, pero ni
la cabeza ni mi escaso tiempo disponible me dan para mucho). Ahora me tomaré
unos días de descanso mental y disfrutaré del hecho de hacer vida normal sin
agobiarme porque tendría que aprovechar ese ratito libre para estudiar. Dentro
de un par de semanas o un mes volveré a la carga para las próximas, pero ahora
sólo quiero ocuparme de mis cosas y el poquito tiempo que tenga libre
aprovecharlo para descansar y tocarme la barriga a dos manos cuando tenga
ocasión. Necesito vaguear sin remordimientos, que es una cosa que a los pobres
nos suele estar vedado. Si además eres mujer y madre, ni os cuento.
En fin. Ahora aprovecho este rato, mientras mis hijos están entretenidos
jugando, para escribir en este blog, que llevo tiempo sin tocarlo apenas. Nunca
he escrito un diario, esto es lo más se acerca a ese concepto, y tampoco suelo
contar muchas intimidades, no sólo porque no quiera, sino también porque
seguramente no os interesen. Mi vida es bastante anodina y no tengo nada
especialmente interesante que contar. Ni siquiera cuando he sufrido reveses se
puede decir que hayan sido acontecimientos dignos de narrar; mis historias
desafortunadas no son trágicas, sólo patéticas, y tampoco tengo la suficiente
gracia como para hacerlas interesantes y divertidas. Total, no me lee ni dios,
así que tampoco se pierde nada.
De modo que normalmente dedico este blog, cuando tengo tiempo y ganas, a hablar
de lo que me interesa, generalmente frikadas. Pero últimamente tampoco estoy
inspirada en este sentido. El resultado es que cada vez escribo menos. Mi
récord está en dos años largos sin tocar el blog, pero es que a la falta de
tiempo se juntó la que hasta ahora ha sido la peor etapa de mi vida, y como que
no estaba para escribir mucho. Ahora no estoy tan mal, pero tengo la sensación
de vivir en el día de la marmota desde hace varios años, y a veces me siento
bastante hastiada porque no acabo de ver una solución próxima a esta situación.
Pero, ya digo, mi situación no es nada excepcional. De hecho, buena parte de la gente que conozco está igual de empantanada que yo, o mucho peor. Lo que me hace pensar (inédito, yo teniendo ideas) que es bastante posible que nuestros problemas no los causemos nosotros solitos, como nos quiere hacer creer la ideología neoliberal de puta mierda que domina la sociedad actualmente. Incluso las desgracias personales, en principio imprevisibles y muchas veces inevitables, se podrían llevar mejor si contáramos con los medios necesarios para afrontarlas. Llamadme loca, pero se me ocurre que a lo mejor, a lo mejor, el problema es este sistema de mierda que está diseñado para explotarnos las 24 horas. Hace poco vi un vídeo en Instagram en el que una psicóloga explicaba la diferencia entre entretenerse y divertirse: el entretenimiento es algo más que nada pasivo, mientras que la diversión implica un comportamiento más activo por nuestra parte. No es que el entretenimiento sea negativo por naturaleza, pero cuando trabajas como un condenado para ganar un sueldo de mierda y sólo te queda un rato por la noche para descansar antes de dormir, no tienes el cuerpo para fiestas ni el cerebro para concentrarte y lo más probable es que acabes viendo alguna bazofia en la tele y sucumbas en el sofá. Y cuando no tienes trabajo, aunque tengas más tiempo libre (que no es además el caso cuando te tienes que ocupar de tu familia y tu casa), tampoco tienes dinero para gastarlo en actividades de ocio, que en esta sociedad rara vez suelen ser gratis. Así que para mucha gente su escaso tiempo de ocio se reduce a tragar mierdas tipo El Hormiguero o irse al parque a comer pipas y fantasear con unas vacaciones de las de pulserita. Estamos tan hechos polvo que sólo aspiramos al encefalograma plano, como una versión low cost del nirvana.
Lo entiendo, muchas veces me siento así. La mitad de los
días, después de acostar a mis hijos, no me quedan ganas ni de ver un triste
capítulo de una serie o de leer unas pocas páginas, sólo quiero dormir. Leer,
ay, lo que me cuesta. Eso tal vez es lo que más me duele, he perdido por
completo la capacidad de concentración y hasta las ganas de leer, con lo que yo
he sido. Pierdo tiempo en las redes sociales como una gilipollas y luego no
leo. Ojo, esto no es una diatriba contra las redes sociales, que me son útiles
para mantener el contacto con amigos y gente a la que aprecio en general. Lo
que me da pena es que me pasa como a Steven Tyler, al que una vez le
preguntaron qué echaba de menos de su juventud y respondió: “Mi cabeza”. Al
menos él se había frito las neuronas con las drogas, eso que se llevaría. Yo
tengo el cerebro frito porque ya estoy mayor, por el estrés que me provocan las
preocupaciones y por la puta pandemia que me ha terminado de rematar.
En fin. Si estás leyendo esto y te sientes como yo o peor, que sepas que no
estás solo. No hagas caso a los que te quieren vender sus mierdas de energías
positivas, programación neuropollística y otros timos pseudocientíficos. Lo que
necesitamos son trabajos con sueldos decentes y condiciones laborales dignas,
una sanidad y una educación públicas con los recursos suficientes para
atendernos a todos y vivienda asequible para todo el mundo. Y, sobre todo,
respetar a todas las personas, sea cual sea su condición. Esa cosa tan loca y tan
comunista que sale en no sé qué artículo de la Constitución, que debe de estar
impresa en papel de librillo porque todos los que mandan se la fuman. Mientras
conseguimos esos objetivos votando sólo a quienes los promuevan, protestando y
reivindicando lo que nos corresponde siempre que haga falta y ejerciendo los
derechos que aún conservamos en teoría, quiero que seáis conscientes de que no
estáis solos. Somos muchos. Soy ingenua, lo sé, pero me niego a aceptar que
nuestro único futuro es Soylent Green. Como decía Rosendo, prefiero pensar que
mañana nada va a ser igual.
Por si no escribo nada más hasta el próximo año, os deseo unas felices fiestas y que el año que viene sea mejor que éste. Yo creo que no es difícil.