miércoles, 2 de octubre de 2019

WHAT IS LOVE?



… Baby, don’t hurt me, don’t hurt me, no more…

Con esta cantinela me he tirado por lo menos un par de días. Volví a oír la canción de pasada y aprovechó para subírseme a la chepa y quedárseme pegada como una lapa. En fin, no me desagrada así que tampoco protestaré. Podría haber sido peor, que se me hubiera quedado pegada la de “Despacito” o algo así. Pero me he puesto a pensar en el significado del título y ya se me ha empezado a ir la pinza. Sí, lo sé, no es de estar muy bien de la azotea esto de que una canción chorra de discoteca te haga elucubrar sobre el amor, como si fuera una filósofa de verdad y no una tarada cualquiera. Tampoco he elaborado un tratado sobre el tema, la verdad. Ni valgo para ello ni tampoco tengo más base que mi propia experiencia, así que poco puedo sacar. Pero sí me da para ponerme pesada un rato :P.
En fin, ¿qué es el amor? La verdad es que mi definición es más simple que el mecanismo de un botijo. Tampoco es raro, teniendo en cuenta que mi idea de lo que es el amor cobró forma cuando era una niña de, no sé, 8 o 9 años como mucho, y desde entonces no ha variado sustancialmente, ni yo tampoco me he vuelto más lista, la verdad. En realidad, tengo la teoría de que cuando crecemos nos volvemos más tontos. La cuestión es que, hasta entonces, los referentes principales que tenía sobre el amor eran dos: por una parte, las historias de ficción (principalmente películas y series de televisión) que casi siempre representaban parejas de enamorados (heterosexuales, por supuesto) que vivían un amor apasionado y lleno de dificultades que acababan superando para acabar viviendo felices y comiendo perdices, sin que se nos mostrara nada más allá de ese punto. Por otra, la relación de mis padres, un matrimonio convencional con sus roles tradicionales muy asentados, en el que cualquier parecido con las historias de ficción era pura coincidencia. Ni un extremo ni otro me acababan de convencer, la verdad, porque no me acababa de identificar con ninguno de ellos. No es que pensara que el amor era algo que no fuera a experimentar nunca. De hecho, con 7 añitos tuve mi primer crush, un compañerito de clase monísimo que, cómo no, pasaba de mí y no quería ser mi novio XD. Pero no me imaginaba ni como la heroína de una rocambolesca historia ni como la típica señora casada. Ambas situaciones me parecían igual de lejanas.
El caso es que una tarde iba en el metro a Madrid (porque en Vallecas seguimos diciendo “ir a Madrid” cuando vamos al centro), no me acuerdo a qué, y supongo que con mi familia. No recuerdo los detalles, sólo que me llamó la atención una parejita de chico y chica adolescentes. A mí me parecían mayores, pero seguramente no tendrían más de 15 o 16 años; iban con las típicas carpetas de instituto, así que supongo que o volvían de clase o iban a alguna academia.  Iban charlando animadamente, así que parecían amigos.  Pero en un momento dado empezaron a besarse y para mí eso fue un flash. Pensé: “anda, son amigos y también son novios. MOLA.” No es que lo decidiera conscientemente, pero creo que en ese momento fue cuando se plantó la semilla de lo que para mí con el tiempo sería el concepto de relación ideal. Porque, como decía, los modelos de relación amorosa que se me habían presentado hasta entonces me resultaban bastante ajenos y no incluían el concepto de amistad, que a su vez implica los de complicidad, confianza y respeto. Que, como dicen los Mago de Oz en su tema “Maite Zaitut”, lo principal para mantener una relación es, precisamente, “la confianza, el respeto y un colchón”(1). Por eso para mí es imprescindible que mi pareja (hablo de relaciones serias, claro, para echar un kiki cualquiera que te atraiga vale) sea también mi amigo. Y, sobre todo, que sepa mantener ese respeto y esa confianza. Porque usar bien el colchón, aunque sea también imprescindible, si en un momento dado falla, se puede arreglar; no siempre, pero es más fácil. Pero cuando faltan el respeto o la confianza… mal asunto. Eso sí que es difícil de arreglar, porque implican un cambio de actitud, incluso de carácter, por parte de la persona que ha fallado en ese aspecto, y voluntad de mantenerlo, y capacidad de perdón por parte de la persona agraviada, lo que no siempre es posible. Sin respeto, una relación no marcha. Sin confianza, no se puede recuperar.
Eso sí, cuando todos esos parámetros funcionan y cuadran, es la hostia. A mí, desde luego, me vale más que todas esas historias apasionadas que vemos reflejadas en la literatura, en el cine, en la televisión… A ver, que me puedo divertir con una comedia romántica como cualquiera si está bien hecha, por supuesto. Pero no es mi género favorito. Puede que sea una rarita, pero mi historia de amor favorita en la ficción no está en ninguna película o novela romántica; ni siquiera es el centro de la trama. Es la de Espartaco y Varinia en Espartaco (la película de Stanley Kubrick, of course; la serie no la he visto, pero sospecho que, por lo que me han contado, no tendrá mucho que ver). Precisamente lo que más me gusta es que es una relación en la que el amor surge de una situación en la que ambos, en condiciones muy desfavorables, consiguen sentir respeto y admiración el uno por el otro y mantenerlos porque son capaces de conservar su dignidad como seres humanos y reconocerla en el otro, y se sienten como iguales. Y, curiosamente, esto ocurre en una historia ambientada en una época en la que eso posiblemente no era lo habitual ni lo esperable.
Se supone que hoy en día debería ser más fácil establecer relaciones de este tipo. Y muchas veces es así, pero otras muchas, más de las que sería esperable, no. Y no digamos ya mantenerlas. Pero sé que es posible sentir ese tipo de amor. Yo lo he hecho. Que luego me hayan correspondido o no, o que hayan dejado de hacerlo, es otra historia. Que vuelva a tener la ocasión de vivirlo, ya se verá (difícil lo veo, pero bueno :P). Pero es posible. Cómo y con quién es lo de menos.  Sólo importan esos tres parámetros: la confianza, el respeto y el colchón.
Por supuesto, no podía despedirme sin dejaros un regalito. Si yo llevo dos días con la canción metida en la cabeza, vosotros también vais a pringar, ea :P. Eso sí, en la versión más chanante posible: la de Jim Carrey en el que por lo que he leído fue su debut en el Saturday Night Live. Mira que normalmente no soporto a Carrey en su faceta histriónica (una vez empecé a ver Ace Ventura y no aguanté más de diez minutos, me estaba poniendo atacadita perdida), pero este vídeo es genial XD XD XD. Venga, ¡a menear el cuello!



(1)Sí, me gustan los Mago de Oz. Ya sé que desde hace mucho lo cool es ponerlos a caldo, y concedo que Txus es un impresentable y los últimos discos una mierda, pero tienen al menos tres que para mí siguen siendo putas obras maestras (Jesús de Chamberí, La leyenda de La Mancha y Finisterra, concretamente, y los dos primeros de Gaia tampoco están mal) y me la suda lo que digan los que van de guays. Que ya son unas cuantas décadas de aguantar a los gilipollas que van de auténticos y dictaminan lo que mola y lo que no, paso totalmente de ellos y me pueden comer lo que ya sabéis. Mira, eso es tema para otra entrada, ahora que lo pienso. Uy, lo a gusto que me voy a quedar.

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