domingo, 6 de octubre de 2019

El Joker, el Robocop y el crusaíto

Mientras escribo estas líneas (siempre quise escribir esto 😁) ya se ha estrenado Joker de Todd Phillips, con Joaquin Phoenix de protagonista. Aún no la he visto así que no puedo opinar sobre ella, pero me ha llamado la atención algo que se comentó en Twitter. Cristina Fallarás llamaba la atención sobre el hecho de que algunos padres de familia estaban llevando a sus hijos a ver la película del Joker sin que supuestamente nadie les avisara de que no es una película apta para que la vean los niños. Muchos le respondieron que sí estaban avisados: la película se ha estrenado, como todas, con su clasificación por edades ya adjudicada, y por otra parte no hay más que ver el tráiler o incluso el póster promocional para saber que no es infantil, ni de lejos. En eso estoy de acuerdo, la responsabilidad sobre lo que ven los niños es principalmente de los padres. Pero me ha hecho recordar una anécdota. Mejor dicho, un par de anécdotas.

La primera es de cuando se estrenó Robocop, la original de Paul Verhoeven. En España la clasificación que le dieron fue para mayores de 16 años (en otros países la elevaban a 18). Lógico, porque si la habéis visto sabréis que la película tiene escenas bastante bestias. Bien, pues yo tenía 15 años cuando fui a verla. Pero lo mejor es que me llevé a mi hermano y a un amigo suyo que tenían 10 años y que querían ver esa peli tan guay del robot, a lo que ni mis padres ni los del amigo de mi hermano pusieron reparos. Recuerdo estar viendo la película, mirar sus caras de pasmo, a medio camino entre el susto y la fascinación y pensar "a lo mejor no tenía que haberlos traído". El caso es que no dijeron que se quisieran ir, y cuando la película terminó y les pregunté me dijeron que les había gustado. Hoy por hoy, mi hermano es un hombre normal con una vida normal al que no parece haberle afectado el trauma (del amigo hace años que no sé nada, espero que esté bien), pero no se me olvidará lo calladitos que estuvieron durante toda la película 😅. 

¿Quién es ese Crusaíto? No lo tengo en la base de datos

La siguiente anécdota es de unos cuantos años después, cuando estrenaron Harry Potter y el prisionero de Azkaban. La situación era distinta: ya era adulta, y seguramente muchos pensarían que demasiado mayor para ver esa película. En cambio, a mi lado tenía sentado a un padre que había ido a ver la película con sus dos hijos pequeños. El mayor tampoco es que lo fuera mucho, tendría 6 o 7 años. Pero el pequeño era realmente pequeño, no tendría más de 3. El pobrecito se tiró media película abrazado a su padre murmurando "papá, tengo miedo". Aun así, no creáis que al padre se le ocurrió decir "venga, vámonos". Ahí se quedó sentado, con sus huevos morenos y su hijo pequeño en brazos. El mayor parece que sobrevivió sin daños apreciables, pero por si no la habéis visto ya os digo yo que esa película, por muy de Harry Potter que sea, no es para niños de menos de 10 o 12 años como poco.

El caso es que, como veis, lo de llevar a los niños a ver películas que no son apropiadas para su edad no es nada nuevo. Es más, seguro que antes era mucho peor. Precisamente estoy escuchando ahora el podcast de La Órbita de Endor sobre Poltergeist y tanto Antonio Runa como su colega Mario García comentan que ambos la vieron a una edad un poco inapropiada (lo típico de que echan la película en la tele y la ven los padres con los niños), con las consiguientes pesadillas, aunque también la disfrutaron y ahora es una película que aprecian mucho. En general, creo que la gente tiene un concepto bastante difuso, por no decir equivocado, de lo que es cine para niños o para adultos. Normalmente se suele identificar todo aquello que no sea realista, especialmente la fantasía, y ya no digamos el cine de animación, con cine infantil. Me comentaba también otra tuitera, Lara Santaella, que ella vio en los años 90 Urotsukidoji en la sección de películas para niños del Blockbuster. Toma ya. UROTSUKIDOJI. Me habría encantado ver las caras de esos padres cuando los tentáculos entran en acción mientras sus hijos abren los ojos como platos 😂.  
 
Te voy a meter de todo además de miedo
¿Y por qué se hace esto? Puedo equivocarme, pero creo que la secuencia es esta: se tiene el concepto de que la fantasía/ciencia ficción/aventuras (todo lo que no sea realismo, vaya) es evasión, por lo que no refleja la realidad de la condición humana (jajajaja) y por tanto no puede ser serio ni complejo, ergo es para personas simples, ¿y quiénes son simples? Los niños (JAJAJAJAJA). Eso explica que sistemáticamente se desprecie como algo menor el cine de superhéroes, por ejemplo. Y, aunque no creo que Martin Scorsese sea precisamente tonto ni caiga en simplificaciones cuñadescas porque sí, tal vez explique en parte lo que ha declarado en los últimos días sobre las películas de Marvel, ya que según él no son cine: Martin Scorsese arremete contra Marvel

Ojo, no voy a ponerlo a parir como han hecho muchos estos dos últimos días en las redes. Nada más lejos de mi intención. Admiro a Scorsese, las películas que he visto de él me han encantado, y no dudo de que tenga un lugar de honor en la historia del cine porque es un genio que ha retratado esa condición humana como pocos en sus películas. Incluso admito que pueda tener bastante razón en lo que dice: el monopolio de Disney en las carteleras de cine está llegando a unos niveles peligrosos para el resto de la producción cinematográfica, y las películas más o menos independientes o que no entran en franquicias exitosas tienen dificultades para durar mucho tiempo en salas, incluso para ser estrenadas, sencillamente porque no hay suficientes salas de cine disponibles para que los estrenos se mantengan mucho tiempo, ya que las superproducciones copan la mayoría de esas salas. Es muy difícil hoy en día, tal vez ya imposible, que se produzca el fenómeno de las sleepers: películas que, recién estrenadas, no parece que vayan a conseguir un éxito reseñable porque no llaman la atención, pero sin embargo, con el boca a boca, van consiguiendo que se propague su fama y acaban recaudando muchos millones a lo largo de meses y meses en pantalla, resistiendo y triunfando en taquilla al final. Yo recuerdo haber visto El día de la bestia, por ejemplo, al cabo de casi un año de ser estrenada porque todavía seguía proyectándose en cines. Hoy, si una película dura más de dos meses en cartelera sin ser un blockbuster de Disney ya puede inscribirse en el libro Guinness de los Récords. Incluso estrenos de cineastas consagrados apenas consiguen recuperar la inversión porque desaparecen enseguida de la gran pantalla. A lo mejor por eso es por lo que el mismo Scorsese va a estrenar The Irishman en Netflix poco después de hacerlo en los cines, y lo mismo, no sé yo, está un poco picado con Disney en parte por eso, y no se lo reprocho, porque es para mosquearse. Precisamente de Netflix hace no mucho Christopher Nolan, que seguramente admira a Scorsese y lo tiene como referente, decía que las películas que se estrenaban en esa plataforma no eran cine. Entonces, ¿si veo sus películas en bluray en mi casa tampoco son cine? ¿Y Roma, que estrenó Alfonso Cuarón asimismo en Netflix, tampoco es cine? En fin. 

Lo que me descojoné cuando vi a Michael Keaton haciendo de El Buitre en Spiderman: Homecoming. Yo sé por que lo digo

El caso es que, consideraciones aparte sobre si el dominio de Disney está poniendo en peligro el cine que no encaja en sus parámetros, cosa que no discuto (me gustaría mucho que Paco Fox se animara a hablar del tema, porque ya lo ha comentado en alguno de sus vídeos y creo que su opinión puede ser muy interesante), lo que a mí me molesta es que continúen estas discusiones bizantinas sobre si determinadas películas y géneros son o no cine. O literatura, o cualquier otra forma de expresión artística. En fin, que seguimos con la división entre alta y baja cultura. No voy a entrar a defender a las películas Marvel; por mucho que me gusten y me entretengan, soy capaz de reconocer que no son obras maestras tan profundas como los títulos más reconocidos de Scorsese y otros cineastas reconocidos. Pero tampoco me convencerá nadie de que Capitán América: Civil War o Vengadores: Endgame son malas películas. Aparte de su espectacularidad, su fabulosa puesta en escena y lo entretenidísimas que son, no creo que los personajes que las protagonizan sean simples, ni tampoco el desarrollo de sus conflictos. Y aunque sólo sirvan para entretener, ¿qué tiene de malo eso? Precisamente la película más conocida de Georges Méliès (a quien Scorsese rinde homenaje en La invención de Hugo), De la Tierra a la Luna, es ciencia ficción hecha para el entretenimiento del público. Y también es cine, e historia del cine. Ya he hablado en más de una ocasión del valor de la ciencia ficción y la fantasía para hablar de nuestro mundo a través de otros mundos y su capacidad para hacernos pensar y reflexionar sobre asuntos muy serios con más eficacia que mucha literatura y cine realista. Aunque eso no me invalida la existencia de cine y literatura de evasión, que también son necesarias. En fin, que mientras haya sitio para todos los tipos de expresiones artísticas, no veo por qué hay que pelearse. Que cada uno disfrute y saque provecho de lo que quiera. Y guardaos los carnés, que no nos hacen falta para nada.  

Ay, se me ha metido un gafapasta en el ojo

miércoles, 2 de octubre de 2019

WHAT IS LOVE?



… Baby, don’t hurt me, don’t hurt me, no more…

Con esta cantinela me he tirado por lo menos un par de días. Volví a oír la canción de pasada y aprovechó para subírseme a la chepa y quedárseme pegada como una lapa. En fin, no me desagrada así que tampoco protestaré. Podría haber sido peor, que se me hubiera quedado pegada la de “Despacito” o algo así. Pero me he puesto a pensar en el significado del título y ya se me ha empezado a ir la pinza. Sí, lo sé, no es de estar muy bien de la azotea esto de que una canción chorra de discoteca te haga elucubrar sobre el amor, como si fuera una filósofa de verdad y no una tarada cualquiera. Tampoco he elaborado un tratado sobre el tema, la verdad. Ni valgo para ello ni tampoco tengo más base que mi propia experiencia, así que poco puedo sacar. Pero sí me da para ponerme pesada un rato :P.
En fin, ¿qué es el amor? La verdad es que mi definición es más simple que el mecanismo de un botijo. Tampoco es raro, teniendo en cuenta que mi idea de lo que es el amor cobró forma cuando era una niña de, no sé, 8 o 9 años como mucho, y desde entonces no ha variado sustancialmente, ni yo tampoco me he vuelto más lista, la verdad. En realidad, tengo la teoría de que cuando crecemos nos volvemos más tontos. La cuestión es que, hasta entonces, los referentes principales que tenía sobre el amor eran dos: por una parte, las historias de ficción (principalmente películas y series de televisión) que casi siempre representaban parejas de enamorados (heterosexuales, por supuesto) que vivían un amor apasionado y lleno de dificultades que acababan superando para acabar viviendo felices y comiendo perdices, sin que se nos mostrara nada más allá de ese punto. Por otra, la relación de mis padres, un matrimonio convencional con sus roles tradicionales muy asentados, en el que cualquier parecido con las historias de ficción era pura coincidencia. Ni un extremo ni otro me acababan de convencer, la verdad, porque no me acababa de identificar con ninguno de ellos. No es que pensara que el amor era algo que no fuera a experimentar nunca. De hecho, con 7 añitos tuve mi primer crush, un compañerito de clase monísimo que, cómo no, pasaba de mí y no quería ser mi novio XD. Pero no me imaginaba ni como la heroína de una rocambolesca historia ni como la típica señora casada. Ambas situaciones me parecían igual de lejanas.
El caso es que una tarde iba en el metro a Madrid (porque en Vallecas seguimos diciendo “ir a Madrid” cuando vamos al centro), no me acuerdo a qué, y supongo que con mi familia. No recuerdo los detalles, sólo que me llamó la atención una parejita de chico y chica adolescentes. A mí me parecían mayores, pero seguramente no tendrían más de 15 o 16 años; iban con las típicas carpetas de instituto, así que supongo que o volvían de clase o iban a alguna academia.  Iban charlando animadamente, así que parecían amigos.  Pero en un momento dado empezaron a besarse y para mí eso fue un flash. Pensé: “anda, son amigos y también son novios. MOLA.” No es que lo decidiera conscientemente, pero creo que en ese momento fue cuando se plantó la semilla de lo que para mí con el tiempo sería el concepto de relación ideal. Porque, como decía, los modelos de relación amorosa que se me habían presentado hasta entonces me resultaban bastante ajenos y no incluían el concepto de amistad, que a su vez implica los de complicidad, confianza y respeto. Que, como dicen los Mago de Oz en su tema “Maite Zaitut”, lo principal para mantener una relación es, precisamente, “la confianza, el respeto y un colchón”(1). Por eso para mí es imprescindible que mi pareja (hablo de relaciones serias, claro, para echar un kiki cualquiera que te atraiga vale) sea también mi amigo. Y, sobre todo, que sepa mantener ese respeto y esa confianza. Porque usar bien el colchón, aunque sea también imprescindible, si en un momento dado falla, se puede arreglar; no siempre, pero es más fácil. Pero cuando faltan el respeto o la confianza… mal asunto. Eso sí que es difícil de arreglar, porque implican un cambio de actitud, incluso de carácter, por parte de la persona que ha fallado en ese aspecto, y voluntad de mantenerlo, y capacidad de perdón por parte de la persona agraviada, lo que no siempre es posible. Sin respeto, una relación no marcha. Sin confianza, no se puede recuperar.
Eso sí, cuando todos esos parámetros funcionan y cuadran, es la hostia. A mí, desde luego, me vale más que todas esas historias apasionadas que vemos reflejadas en la literatura, en el cine, en la televisión… A ver, que me puedo divertir con una comedia romántica como cualquiera si está bien hecha, por supuesto. Pero no es mi género favorito. Puede que sea una rarita, pero mi historia de amor favorita en la ficción no está en ninguna película o novela romántica; ni siquiera es el centro de la trama. Es la de Espartaco y Varinia en Espartaco (la película de Stanley Kubrick, of course; la serie no la he visto, pero sospecho que, por lo que me han contado, no tendrá mucho que ver). Precisamente lo que más me gusta es que es una relación en la que el amor surge de una situación en la que ambos, en condiciones muy desfavorables, consiguen sentir respeto y admiración el uno por el otro y mantenerlos porque son capaces de conservar su dignidad como seres humanos y reconocerla en el otro, y se sienten como iguales. Y, curiosamente, esto ocurre en una historia ambientada en una época en la que eso posiblemente no era lo habitual ni lo esperable.
Se supone que hoy en día debería ser más fácil establecer relaciones de este tipo. Y muchas veces es así, pero otras muchas, más de las que sería esperable, no. Y no digamos ya mantenerlas. Pero sé que es posible sentir ese tipo de amor. Yo lo he hecho. Que luego me hayan correspondido o no, o que hayan dejado de hacerlo, es otra historia. Que vuelva a tener la ocasión de vivirlo, ya se verá (difícil lo veo, pero bueno :P). Pero es posible. Cómo y con quién es lo de menos.  Sólo importan esos tres parámetros: la confianza, el respeto y el colchón.
Por supuesto, no podía despedirme sin dejaros un regalito. Si yo llevo dos días con la canción metida en la cabeza, vosotros también vais a pringar, ea :P. Eso sí, en la versión más chanante posible: la de Jim Carrey en el que por lo que he leído fue su debut en el Saturday Night Live. Mira que normalmente no soporto a Carrey en su faceta histriónica (una vez empecé a ver Ace Ventura y no aguanté más de diez minutos, me estaba poniendo atacadita perdida), pero este vídeo es genial XD XD XD. Venga, ¡a menear el cuello!



(1)Sí, me gustan los Mago de Oz. Ya sé que desde hace mucho lo cool es ponerlos a caldo, y concedo que Txus es un impresentable y los últimos discos una mierda, pero tienen al menos tres que para mí siguen siendo putas obras maestras (Jesús de Chamberí, La leyenda de La Mancha y Finisterra, concretamente, y los dos primeros de Gaia tampoco están mal) y me la suda lo que digan los que van de guays. Que ya son unas cuantas décadas de aguantar a los gilipollas que van de auténticos y dictaminan lo que mola y lo que no, paso totalmente de ellos y me pueden comer lo que ya sabéis. Mira, eso es tema para otra entrada, ahora que lo pienso. Uy, lo a gusto que me voy a quedar.