Para entrar a vivir. Si tienes pasta. |
Hace un rato he estado leyendo un artículo que ha enlazado un amigo en Twitter. Un artículo aparentemente inofensivo sobre las expectativas no cumplidas de la gente de mi generación o un poco más joven (alrededor de los 40, vaya). Gente que en su momento tenía sueños, aspiraciones de joven rebelde que iba a conciertos, salía de marcha y quería dar la vuelta al mundo, pero ahora se encuentra casada, con hijos y viviendo en una urbanización de las afueras, burguesa y acogedora. Vamos, que ni tan mal. Si lo queréis leer, aquí os dejo el enlace:
El caso es que el tono del artículo es bastante amable. Es más, hasta cierto punto la mayoría de nosotros nos podemos sentir identificados con lo que cuenta, aunque no vivamos en esas mismas condiciones, porque ¿quién no quiere lo mejor para sus hijos? En el fondo el artículo va de eso, de cómo tus expectativas cambian porque la vida te lleva un poco por donde no te esperabas, o al menos no de esa manera, pero eso no quiere decir que el destino al que llegas sea peor, y en realidad tampoco tiene importancia porque el centro de tu vida ya no es tu vida sino la de tus hijos. Eso lo entiendo perfectamente y lo comparto. Luego están los golpes de mala suerte, que te pueden tocar o no, y tú puedes tener los medios necesarios para contrarrestarlos o no, pero eso ya es otra historia.
A lo que iba es que el artículo presenta una visión de la vida que es real y válida, pero no es la única ni mucho menos, y a poco que la examines tiene un sesgo bastante curioso. Para empezar, el titular no es completamente fiable: en realidad no habla de la vida en los PAU, sino de la vida en las urbanizaciones de las afueras (de Madrid, supongo, aunque imagino que se pueden identificar también con las de otras ciudades), de las que los PAU son un remedo, un quiero y no puedo hecho para la gente de barrio que aspira a vivir un poco mejor de lo que vivieron sus padres, aunque hipotecados para el resto de su vida, eso sí. Que, en fin, cada uno hace lo que puede con lo que tiene disponible, y no me parece mal en sí; el que pueda permitirse pagar por un chalé en Las Rozas, pues cojonudo si eso es lo que quiere y lo puede conseguir, bien con su esfuerzo, o bien porque ha tenido suerte de venir de un entorno en el que eso es normal y asequible. (Por eso, aclaro por si las moscas, los posibles comentarios sobre hombres con coleta que viven con su familia en Galapagar me los voy a pasar por el arco del triunfo; avisados quedáis).
Todo eso está muy bien, ya digo. El problema que le veo es
cuando empieza a soltar alusiones a la política. Frases y párrafos como:
“En la urba, por primera vez en tiempo, te relacionas con personas que hablan poco de
política.”.
“Aceptas que es más agradable rodearte de gente que no
espera grandes cosas ni de los políticos ni del Estado.”
“Es normal pensar en conservar cuando tienes tantas cosas
buenas que perder. Claro que es lo correcto renunciar a
todo tipo rencor social [sic]. Es lógico que les aburra estar
debatiendo una noche de sábado la última decisión de Trump.”
Uy, qué curioso, ¿no? ¿Y esto a qué viene? Lo he
comentado en Twitter y un mutual me ha contado que el autor del artículo en
cuestión es concejal de Ciudadanos.
Ah.
Ahhh, filho da puta,
agora sim entendo.
De repente todo encaja
como un puzzle sideral. Es un artículo amable y costumbrista, sí. Escrito
por alguien que, aparentemente, vive en una de esas urbas, sí. Pero no sólo
eso, sino que también es un político cuyo nicho de votos también vive en esas
urbas. Normal que haga una loa a la vida en las urbanizaciones, si no sólo vive
en una sino que además gracias a los votos de lo que viven en esas urbanizaciones
es por lo que tiene un trabajo que le permite vivir en una de esas
urbanizaciones. Todo perfecto. Todo cuadra. Y no me parece mal, oye. Eso
tampoco me parece mal, en serio. Cada uno mira por lo suyo, es lógico.
El problema es que no lo
cuenta todo. No sólo nos presenta la vida en las urbas como la opción más
deseable a cierta edad, cosa muy discutible porque: a) no creo que tener familia
sea incompatible con cualquier otra forma de vida que no sea ésa y b) es una
forma de vida a la que muchos no podemos aspirar, queramos o no. El meollo de
la cuestión no es ése, aunque lo parezca. El meollo de la cuestión es que otras
formas de vida posibles en familia, como vivir en un barrio de toda la vida, o
vivir en un pueblo, deberían ser igual de deseables y no lo son en muchos
aspectos. Y eso es en parte por culpa de partidos como el suyo, que sólo miran
por sus intereses, que son los que le dan votos, y no gobiernan para todos,
vivan en urbanizaciones, en barrios obreros o en pueblos de la España vaciada.
Por eso desde que empezó la pandemia, los lugares más castigados en Madrid
(hablo de Madrid porque es lo que conozco, pero imagino que podréis poner otros
ejemplos de otras ciudades) han sido los barrios obreros y las ciudades
dormitorio del extrarradio, aparte de las residencias de ancianos, y ha habido
altísimas tasas de mortalidad también en provincias como Soria, cada vez más despobladas
porque están mayoritariamente habitadas por ancianos cuyos hijos se fueron hace
tiempo a las grandes urbes. Porque muchos de esos barrios y pueblos no cuentan
con las infraestructuras sanitarias públicas necesarias, o están saturadísimas por falta
de medios y de personal, o las tienen demasiado lejos. Porque la gente de los
barrios suele vivir en pisos pequeños que muchas veces no cuentan con terrazas,
ni siquiera con balconcitos a los que asomarse a que te dé un poco más de sol,
y no pueden mudarse a pisos más grandes y mejor acondicionados porque no tienen
dinero para ello, ni siquiera se pueden hipotecar. Y cuando llegue septiembre,
sus hijos tendrán que apiñarse en los colegios públicos, a riesgo de volverse
el nuevo vector de contagio que puede matar a sus abuelos porque tampoco hay
suficientes plazas de escolarización en la educación pública como para poder
aplicar la necesaria distancia social ni se van a contratar más maestros de los que ya hay, que no son suficientes ni de lejos como para doblar turnos o impartir clases online para las que muchas familias tampoco tienen medios técnicos.
Y no tienen esas infraestructuras necesarias para tener una vida digna que no necesite mirarse en el espejo de las urbanizaciones de las afueras porque los que gobiernan no tienen voluntad de dotarlas con los medios necesarios, aunque sea su deber y para lo que muchos les han votado. Porque la solución ante esta crisis no es volver al ladrillazo para que los que puedan se muden a chalés con parcela y piscina pagando un precio astronómico por ellos y los demás que se jodan, ni construir un hospital ex profeso que no va a arreglar nada salvo la cuenta corriente de sus constructores, mientras los ya existentes se saturan por falta de ese personal que no quieren contratar y los ambulatorios de atención primaria no pueden servir de cortafuegos antes de que los enfermos saturen esos hospitales porque también están bajo mínimos desde hace años.
La solución es dotar de infraestructuras sanitarias y sociales suficientes para todo el mundo. Para que la especulación con el ladrillo no empuje a la gente que no puede comprarse un chalé o un señor piso en una urbanización a vivir cada vez más lejos y en peores condiciones. Para que sus hijos no estén destinados desde la escuela infantil a repetir el destino de sus padres. Para que los abuelos no se mueran solos en pueblos abandonados o en residencias en las que los dejan morir a precio de oro. Para que decidir si te vas a vivir a una urba con piscina o te quedas en tu barrio o en el pueblo sólo sea una opción personal cuyas distintas soluciones sean igualmente respetables. Para que la crisis de los 40 de unos no sean a costa de la crisis perpetua del resto de la sociedad.
No, no es rencor social. Es igualdad de oportunidades. Es democracia. Es justicia.
Y no tienen esas infraestructuras necesarias para tener una vida digna que no necesite mirarse en el espejo de las urbanizaciones de las afueras porque los que gobiernan no tienen voluntad de dotarlas con los medios necesarios, aunque sea su deber y para lo que muchos les han votado. Porque la solución ante esta crisis no es volver al ladrillazo para que los que puedan se muden a chalés con parcela y piscina pagando un precio astronómico por ellos y los demás que se jodan, ni construir un hospital ex profeso que no va a arreglar nada salvo la cuenta corriente de sus constructores, mientras los ya existentes se saturan por falta de ese personal que no quieren contratar y los ambulatorios de atención primaria no pueden servir de cortafuegos antes de que los enfermos saturen esos hospitales porque también están bajo mínimos desde hace años.
La solución es dotar de infraestructuras sanitarias y sociales suficientes para todo el mundo. Para que la especulación con el ladrillo no empuje a la gente que no puede comprarse un chalé o un señor piso en una urbanización a vivir cada vez más lejos y en peores condiciones. Para que sus hijos no estén destinados desde la escuela infantil a repetir el destino de sus padres. Para que los abuelos no se mueran solos en pueblos abandonados o en residencias en las que los dejan morir a precio de oro. Para que decidir si te vas a vivir a una urba con piscina o te quedas en tu barrio o en el pueblo sólo sea una opción personal cuyas distintas soluciones sean igualmente respetables. Para que la crisis de los 40 de unos no sean a costa de la crisis perpetua del resto de la sociedad.
No, no es rencor social. Es igualdad de oportunidades. Es democracia. Es justicia.