Como
sabéis (y si no, en la cabecera de mi blog queda bien claro), servidora es de
la Generación X. No sé si a mucha honra, pero es lo que hay. No soy de las que
reniegan de su pasado, pero tampoco de las que piensan que todo tiempo pasado
fue mejor, para nada. Sigo pensando que los 80 fueron una gran década, pero en
absoluto fue perfecta. No sólo por sus propios errores y horrores, sino por los
que aún la lastraban desde décadas anteriores. Como diría nuestro replicante
favorito, he visto cosas que vosotros no creeríais. Algunas no eran malas en
sí, sólo imperfectas, pero era lo que había. Otras aparentemente habían
desaparecido, pero amenazan con retornar, o ni siquiera se habían ido. Pero la mayor
parte de esos horrores se fueron para no volver, y no se les echa de menos en
absoluto. No os dejéis engañar por la nostalgia. Tampoco esperéis chascarrillos
políticos en esta entrada, por cierto. Ni yo tengo gracia para hacerlos, ni
éste es el lugar. Aunque no será porque no nos den ocasión para hacerlos... Aquí
hablo, sobre todo, de objetos cotidianos que estaban presentes en la vida
diaria. En fin, vamos con una lista (ni exhaustiva, ni ordenada, ni objetiva)
de…
COSAS
QUE NO ECHO DE MENOS NI GANAS DE QUE VUELVAN (aunque algunas lo hacen):
-Compresas clásicas:
Ni
planas, ni con alas, ni nada de nada. Sólo la compresa, tal cual, abultando
como si te hubieras puesto una toalla enrollada dentro de las bragas (que era,
al fin y al cabo, algo parecido a lo que usaban las mujeres antes de que se
inventaran las compresas). Al contrario de un famoso eslogan de la época, de
cuando se empezaron a anunciar las primeras compresas extraplanas, aquellas se
notaban, se movían y traspasaban. Un verdadero horror que te obligaba a llevar
faldas o pantalones muy anchos si no querías que se te notara el bulto, lo cual
muchas veces no era una opción. Pero como además encima se movían se hacía
necesario llevar algo que las mantuviera sujetas, así que muchas veces teníamos
que recurrir a otro invento del demonio del que hablaré a continuación: la faja,
elemento completamente antiestético y encima muy molesto si ya de por sí la
regla te dolía: lo último que necesitabas sobre tus ovarios hinchados y
doloridos era una faja oprimiéndolos aún más. Yo creía que estas compresas
habían desparecido, pero descubrí que aún resisten en un reducto inesperado:
las compresas para el puerperio. Sí, amigos: cuando las mujeres parimos, nos
tiramos al menos dos o tres semanas sangrando para terminar de expulsar los
residuos que quedan en el útero tras el embarazo y el parto. Una encantadora
manera que tiene nuestro cuerpo de recordarnos lo que era la menstruación, ese
engorro del que nos habíamos librado durante nueve meses. Pues bien, las
compresas que se usan durante el posparto son tan gruesas e incómodas como las
antiguas, y algunas añaden una capa externa de redecilla que es un auténtico
instrumento de tortura en caso de que te hayan dado puntos. Ignoro si no hay
otra opción para las pobres puérperas porque las compresas extraplanas normales
no absorben lo suficiente o si es que los fabricantes no se han molestado en crear
compresas extraplanas para la ocasión porque no les sale a cuenta y total nosotras
nos quejamos por nada, si sólo hemos parido, ya ves, pero vaya puñetero incordio.
Imaginaos tener que llevar esas compresas SIEMPRE. Pues eso, que vivan las
compresas extraplanas.
-Fajas:
como decía, eran el complemento indispensable de las compresas gordas. Un
instrumento de tortura que yo creía desaparecido, pero también ha vuelto, o tal
vez nunca se fue, como explicaba en otra entrada hace tiempo. Debo admitir que
las fajas de ahora no son tan incómodas como las de antes, pero aun así me
siguen pareciendo antiestéticas y, la verdad, bastante inútiles. Que ayuden a reducir el vientre después del parto es sólo una leyenda urbana. Si tienes mucha
barriga, no la disimulan, si acaso como mucho te remodelan un poco las chichas,
pero las lorzas siguen ahí. Y si tienes poca barriga, ¿para qué te vas a poner
faja? Total, que aunque se hayan vuelto a poner de moda, me niego a llevar
faja.
-Enaguas/combinaciones:
seguimos con el tema de las prendas anticuadas que en su momento parecían
imprescindibles. Cuando era pequeña, en invierno, supuestamente para que me
abrigara, mi madre me obligaba a ponerme una combinación (AKA enagua). También se solían usar en verano cuando la falda se transparentaba. Las había
de cuerpo entero, tipo negligé, pero en mi infancia las más habituales eran de
cintura, para llevarlas bajo la falda. Eran un incordio, siempre se acababan
subiendo y enrollando en la cintura, y abrigar, la verdad, tampoco notaba que
abrigara; en cambio, en verano daban calor. No sé si, aparte de los cancanes que se siguen usando para vestidos
de fiesta y de novia con vuelo y para quien gusta de vestir en un estilo retro,
se seguirán usando mucho. A la venta están, por lo menos. Por mí se pueden quedar en el baúl de los recuerdos, muy al
fondo.
-Leotardos:
otro incordio textil que no echo nada de menos. Los panties y leggins que se
llevan ahora, aunque se parezcan, son mucho más cómodos, y, sobre todo, no
tienen la puñetera manía que tenían los leotardos de irse cayendo hasta que, si
te descuidabas, los tenías por la rodilla. Si las niñas de ahora (sé que las
bebés sí los llevan, pero aún no andan ni corren) los siguen llevando bajo las
faldas de sus uniformes escolares (otro vestigio del pasado que debería extinguirse,
los uniformes con falda), espero por su bien que no sean tan exasperantemente
flojos como los que yo llevaba.
-Cintas
de cassette: todavía guardo en una caja bajo la cama en casa de mis padres mi
colección de cassettes (no de las Shangri-Las ni de las Ronettes :P). En su
momento las usé mucho porque era lo que había: era el único formato en el que
podías grabar música, y las originales salían más baratas que los discos de
vinilo. Pero me acuerdo cuando tenía que rebobinarlas para escuchar la canción
que quería y me entran los sudores fríos. Por no hablar de lo que se resentía
la calidad de las sucesivas grabaciones. Si hablamos de las cintas de vídeo, tres
cuartas de lo mismo. Hace no mucho leí que había quien las reivindicaba. ¿Pero
estamos tontos o qué? Que haya gente que aún escuche y coleccione vinilos lo
puedo entender, porque sí tenían una calidad de sonido comparable si no
superior a la de los cds y también puedes seleccionar la canción que quieras
escuchar al instante, pero ¿¿¿las cassettes??? Amos, anda. Pues no les dan mil vueltas los
cds, y ya no te cuento ahora, que Spotify es mi amigo y con él nada me falta.
Bye, bye, cassette, descansa en paz.
El único pavo en el universo que sigue usando cassettes. Se lo perdonamos porque está buenorro. Si no, de qué. Además, la que tenía buen gusto musical era su madre, no él |
-Los
rulos: otro instrumento de tortura al que nuestras madres y abuelas estaban de
lo más acostumbradas. Hasta dormían con ellos puestos para que el pelo adquiriera
la forma deseada. Acompañados de unas pinzas que eran auténticas armas letales
y de su amiga la redecilla, deben de haber poblado las pesadillas de muchos de
sus familiares. Salvo que tengas espíritu de pin-up, están contraindicados para el resto de los casos.
-El
peinador: la versión casera de la capa que nos ponen en la peluquería para que
no nos pongamos perdidas de pelos. Mi madre todavía tiene uno en el baño, para
cuando le corto el pelo por detrás.
El peinador de mi madre: en serio, en Google no he encontrado fotos de ninguno tan antiguo. Cualquier día lo subasto por Ebay. Qué leches, se lo tenía que haber vendido a los de "Cuéntame" |
-Las
fichas catalográficas: antes de que en las bibliotecas públicas se implantaran
sistemas informatizados, cuando querías localizar un libro tenías que ir a los
archivadores donde, por orden alfabético de autor, de título y de materia, se
encontraban ordenadas en sus respectivos cajones estas fichas de cartulina con
los datos necesarios para encontrarlo. Yo lo he hecho, de verdad. En la Biblioteca
Nacional aún puedes encontrarte con esos archivadores, aunque ya no creo que
nadie los use, salvo algún usuario recalcitrante y muy mayor. Son un
recordatorio de que hubo un tiempo en que los ordenadores no existían en la
vida cotidiana y todo se arreglaba con papeles. A veces, aunque parezca
mentira, tardabas menos y todo. Pero eso da para otro post, hasta para libros,
y no me veo con capacidad ni con ganas de acometer esa tarea :P.
En
fin, por ahora no se me vienen a la memoria más antiguallas en desuso ( o que deberían estarlo), y el
post se está haciendo ya demasiado largo, así que es mejor que vaya cortando. Si
me acuerdo de más ya escribiré otro post más adelante, y por supuesto estaré
encantada de que hagáis vuestras aportaciones. Y, como dice mi admirada Nieves
Concostrina, recordad: cualquier tiempo pasado fue anterior.