sábado, 1 de diciembre de 2018

Pasado imperfecto: qué suerte tienes, millennial

Como sabéis (y si no, en la cabecera de mi blog queda bien claro), servidora es de la Generación X. No sé si a mucha honra, pero es lo que hay. No soy de las que reniegan de su pasado, pero tampoco de las que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, para nada. Sigo pensando que los 80 fueron una gran década, pero en absoluto fue perfecta. No sólo por sus propios errores y horrores, sino por los que aún la lastraban desde décadas anteriores. Como diría nuestro replicante favorito, he visto cosas que vosotros no creeríais. Algunas no eran malas en sí, sólo imperfectas, pero era lo que había. Otras aparentemente habían desaparecido, pero amenazan con retornar, o ni siquiera se habían ido. Pero la mayor parte de esos horrores se fueron para no volver, y no se les echa de menos en absoluto. No os dejéis engañar por la nostalgia. Tampoco esperéis chascarrillos políticos en esta entrada, por cierto. Ni yo tengo gracia para hacerlos, ni éste es el lugar. Aunque no será porque no nos den ocasión para hacerlos... Aquí hablo, sobre todo, de objetos cotidianos que estaban presentes en la vida diaria. En fin, vamos con una lista (ni exhaustiva, ni ordenada, ni objetiva) de…

COSAS QUE NO ECHO DE MENOS NI GANAS DE QUE VUELVAN (aunque algunas lo hacen):

-Compresas clásicas:
Ni planas, ni con alas, ni nada de nada. Sólo la compresa, tal cual, abultando como si te hubieras puesto una toalla enrollada dentro de las bragas (que era, al fin y al cabo, algo parecido a lo que usaban las mujeres antes de que se inventaran las compresas). Al contrario de un famoso eslogan de la época, de cuando se empezaron a anunciar las primeras compresas extraplanas, aquellas se notaban, se movían y traspasaban. Un verdadero horror que te obligaba a llevar faldas o pantalones muy anchos si no querías que se te notara el bulto, lo cual muchas veces no era una opción. Pero como además encima se movían se hacía necesario llevar algo que las mantuviera sujetas, así que muchas veces teníamos que recurrir a otro invento del demonio del que hablaré a continuación: la faja, elemento completamente antiestético y encima muy molesto si ya de por sí la regla te dolía: lo último que necesitabas sobre tus ovarios hinchados y doloridos era una faja oprimiéndolos aún más. Yo creía que estas compresas habían desparecido, pero descubrí que aún resisten en un reducto inesperado: las compresas para el puerperio. Sí, amigos: cuando las mujeres parimos, nos tiramos al menos dos o tres semanas sangrando para terminar de expulsar los residuos que quedan en el útero tras el embarazo y el parto. Una encantadora manera que tiene nuestro cuerpo de recordarnos lo que era la menstruación, ese engorro del que nos habíamos librado durante nueve meses. Pues bien, las compresas que se usan durante el posparto son tan gruesas e incómodas como las antiguas, y algunas añaden una capa externa de redecilla que es un auténtico instrumento de tortura en caso de que te hayan dado puntos. Ignoro si no hay otra opción para las pobres puérperas porque las compresas extraplanas normales no absorben lo suficiente o si es que los fabricantes no se han molestado en crear compresas extraplanas para la ocasión porque no les sale a cuenta y total nosotras nos quejamos por nada, si sólo hemos parido, ya ves, pero vaya puñetero incordio. Imaginaos tener que llevar esas compresas SIEMPRE. Pues eso, que vivan las compresas extraplanas.
 
Tú imagínate llevar esto metido en la braga :S
-Fajas: como decía, eran el complemento indispensable de las compresas gordas. Un instrumento de tortura que yo creía desaparecido, pero también ha vuelto, o tal vez nunca se fue, como explicaba en otra entrada hace tiempo. Debo admitir que las fajas de ahora no son tan incómodas como las de antes, pero aun así me siguen pareciendo antiestéticas y, la verdad, bastante inútiles. Que ayuden a reducir el vientre después del parto es sólo una leyenda urbana. Si tienes mucha barriga, no la disimulan, si acaso como mucho te remodelan un poco las chichas, pero las lorzas siguen ahí. Y si tienes poca barriga, ¿para qué te vas a poner faja? Total, que aunque se hayan vuelto a poner de moda, me niego a llevar faja. 
 
Bridget Jones ya nos avisó
-Enaguas/combinaciones: seguimos con el tema de las prendas anticuadas que en su momento parecían imprescindibles. Cuando era pequeña, en invierno, supuestamente para que me abrigara, mi madre me obligaba a ponerme una combinación (AKA enagua). También se solían usar en verano cuando la falda se transparentaba. Las había de cuerpo entero, tipo negligé, pero en mi infancia las más habituales eran de cintura, para llevarlas bajo la falda. Eran un incordio, siempre se acababan subiendo y enrollando en la cintura, y abrigar, la verdad, tampoco notaba que abrigara; en cambio, en verano daban calor. No sé si, aparte de los cancanes que se siguen usando para vestidos de fiesta y de novia con vuelo y para quien gusta de vestir en un estilo retro, se seguirán usando mucho. A la venta están, por lo menos. Por mí se pueden quedar en el baúl de los recuerdos, muy al fondo.
 
Parecen bonitas, ¿verdad? No os dejéis engañar
-Leotardos: otro incordio textil que no echo nada de menos. Los panties y leggins que se llevan ahora, aunque se parezcan, son mucho más cómodos, y, sobre todo, no tienen la puñetera manía que tenían los leotardos de irse cayendo hasta que, si te descuidabas, los tenías por la rodilla. Si las niñas de ahora (sé que las bebés sí los llevan, pero aún no andan ni corren) los siguen llevando bajo las faldas de sus uniformes escolares (otro vestigio del pasado que debería extinguirse, los uniformes con falda), espero por su bien que no sean tan exasperantemente flojos como los que yo llevaba. 
 
Leotardos de perlé: LA PESADILLA
-Cintas de cassette: todavía guardo en una caja bajo la cama en casa de mis padres mi colección de cassettes (no de las Shangri-Las ni de las Ronettes :P). En su momento las usé mucho porque era lo que había: era el único formato en el que podías grabar música, y las originales salían más baratas que los discos de vinilo. Pero me acuerdo cuando tenía que rebobinarlas para escuchar la canción que quería y me entran los sudores fríos. Por no hablar de lo que se resentía la calidad de las sucesivas grabaciones. Si hablamos de las cintas de vídeo, tres cuartas de lo mismo. Hace no mucho leí que había quien las reivindicaba. ¿Pero estamos tontos o qué? Que haya gente que aún escuche y coleccione vinilos lo puedo entender, porque sí tenían una calidad de sonido comparable si no superior a la de los cds y también puedes seleccionar la canción que quieras escuchar al instante, pero ¿¿¿las cassettes??? Amos, anda. Pues no les dan mil vueltas los cds, y ya no te cuento ahora, que Spotify es mi amigo y con él nada me falta. Bye, bye, cassette, descansa en paz.
 
El único pavo en el universo que sigue usando cassettes. Se lo perdonamos porque está buenorro. Si no, de qué. Además, la que tenía buen gusto musical era su madre, no él
-Los rulos: otro instrumento de tortura al que nuestras madres y abuelas estaban de lo más acostumbradas. Hasta dormían con ellos puestos para que el pelo adquiriera la forma deseada. Acompañados de unas pinzas que eran auténticas armas letales y de su amiga la redecilla, deben de haber poblado las pesadillas de muchos de sus familiares. Salvo que tengas espíritu de pin-up, están contraindicados para el resto de los casos.
 
No te engañes. Si te pones rulos, no te parecerás a Amy Winehouse, sino a ella
-El peinador: la versión casera de la capa que nos ponen en la peluquería para que no nos pongamos perdidas de pelos. Mi madre todavía tiene uno en el baño, para cuando le corto el pelo por detrás.
 
El peinador de mi madre: en serio, en Google no he encontrado fotos de ninguno tan antiguo. Cualquier día lo subasto por Ebay. Qué leches, se lo tenía que haber vendido a los de "Cuéntame"
-Las fichas catalográficas: antes de que en las bibliotecas públicas se implantaran sistemas informatizados, cuando querías localizar un libro tenías que ir a los archivadores donde, por orden alfabético de autor, de título y de materia, se encontraban ordenadas en sus respectivos cajones estas fichas de cartulina con los datos necesarios para encontrarlo. Yo lo he hecho, de verdad. En la Biblioteca Nacional aún puedes encontrarte con esos archivadores, aunque ya no creo que nadie los use, salvo algún usuario recalcitrante y muy mayor. Son un recordatorio de que hubo un tiempo en que los ordenadores no existían en la vida cotidiana y todo se arreglaba con papeles. A veces, aunque parezca mentira, tardabas menos y todo. Pero eso da para otro post, hasta para libros, y no me veo con capacidad ni con ganas de acometer esa tarea :P.
 
Seguro que en Hogwarts todavía tienen de éstos.
En fin, por ahora no se me vienen a la memoria más antiguallas en desuso ( o que deberían estarlo), y el post se está haciendo ya demasiado largo, así que es mejor que vaya cortando. Si me acuerdo de más ya escribiré otro post más adelante, y por supuesto estaré encantada de que hagáis vuestras aportaciones. Y, como dice mi admirada Nieves Concostrina, recordad: cualquier tiempo pasado fue anterior.

domingo, 28 de octubre de 2018

He vueltooooooo

Ay, por Eru. Dos años largos sin escribir en este blog. Por falta de tiempo, principalmente. También en los últimos tiempos por falta de ganas, la verdad. 2018 ha resultado ser un asquito de año y lo último en lo que pensaba era en ponerme a escribir sobre chorradas. En fin, basta con que sepáis que los guionistas de mi vida son unos cabroncetes. Yo creía estar viviendo en una sitcom tipo "The Big Bang Theory", que es la comedia más amable de las que conozco de su showrunner, mister Chuck Lorre. Con sus situaciones absurdas y patéticas pero graciosas, sus personajes un poco (o un mucho) ridículos y estereotipados pero simpáticos  y sus finales accidentados pero felices. Pero no, resulta que mi sitcom es de la otra categoría de las sitcom de Chuck Lorre, la de "eres una piltrafilla con una vida que da asco, y aunque tienes tus momentos buenos siempre viene algún capullo a jodértelos o la pifias tú sola, y nos reímos de lo patética que resultas". Tipo "Dos hombres y medio" o "Mom". Sobre todo "Mom". En fin, que te podías ir un rato a la mierda, Chuck Lorre.  

"Mierda, se me ha olvidado comprar pañales para el pequeño."


Pero no os preocupéis, no me va el drama, así que no os aburriré con mis cuitas. De todas formas, en estos dos últimos años los blogs, que ya estaban moribundos, creo que han muerto definitivamente y ya no resucitan ni como extras de "The Walking Dead". Probablemente los únicos que aún sigan vivos sean los de Lorzagirl y Ariel Serlik y sus Nepomundos, y también se dedican más a Twitter ahora...   Vamos, que esto no lo va a leer ni dios. 
 
Aun así, de todas formas me apetecía volver a escribir. Me daba rabia tener esto abandonado. Además, tengo al menos un par de entradas pendientes. Una de ellas la tengo pendiente justo desde poco después de dejar de escribir por aquí, y es una entrada dedicada al penúltimo libro que publicó mi amiga Laura López Alfranca. Y ya le ha dado tiempo a publicar otro, vergüenza sobre mi vaca... Pero lo prometido es deuda, así que antes o después esa entrada caerá. De verdad de la buena, te lo juro por Panduro.

Pues eso, que he vuelto. Ahora tengo que planificar mi próxima entrada. No sé lo que me llevará, porque no tengo tiempo ni para rascarme el higo, pero, como decía nuestro Terminator favorito: