lunes, 17 de marzo de 2014

Oh, happy day


Hoy, esta entrada está, por primera vez, escrita a medias con otra persona: mi pareja, Carlos. Cuando lo leáis, entenderéis perfectamente por qué. La ocasión merece la pena :). 

Allá por 1998, mientras estudiaba Informática en la Universidad Politécnica de Madrid, fui a hacer unas prácticas de “Ajedrez por Computadora” (sí, teníamos ese tipo de asignaturas) a casa de un compañero. Lo primero que me llamó la atención de su cuarto fue una colección de miniaturas de unos alienígenas muy coloridos. Me explicó que eran parte de su ejercito de Tiránidos de Warhammer 40k, un juego de miniaturas donde distintas razas se peleaban por el control de la galaxia. Me llamó tanto la atención que empecé a coleccionar mi propio ejército: Necrones (terminators del futuro).

Jugábamos cuatro amigos: Roberto (compañero de mi facultad), Juanma, Ricardo y yo, y la verdad es que el juego resultó ser bastante adictivo (lo he seguido manteniendo hasta hace poco, y ha llovido ya). Pero se hacía monótono jugar entre cuatro, así que Ricardo, el que tenía más espíritu emprendedor de los cuatro, decidió abrir un foro para poder hablar con otra gente sobre el juego.

Y poco a poco nos fuimos juntando un grupete bastante majo de personas variopintas, cada uno con nuestras distintas situaciones personales, pero que teníamos en común la afición por ese juego. Al principio todo era un poco frío, así que decidimos hacer una quedada para conocernos en persona. Y conectamos de mil maravillas.

Estuvimos varios años jugando en tiendas casi todos los fines de semana, incluso organizamos algún viaje en conjunto. Salíamos de marcha todos juntos y éramos bastante salvajes, así que nos ganamos a pulso un mote: “La Jauría”. Uno de los miembros, Borja, comenzó a trabajar para una tienda que vendía miniaturas, Atlántica.

Pero las tiendas empezaron a cerrar, y necesitábamos algún sitio donde poder jugar más a gusto, así que nos hicimos socios del Club Dragón, y nuestro grupo se vio incrementado con algunos miembros de dicho club.

En un momento dado, Borja empezó a jugar al World of Warcraft, un Multijugador Masivo de Rol por ordenador que poco a poco nos fue enganchando a varios. Empezamos a cambiar el salir de marcha por quedar a jugar en conjunto a dicho juego, con lo que algunos de nosotros pudimos ahorrar algo de dinerito.

En uno de esos famosos “No hay huevos” que tenemos los tíos a veces, un compañero de juego y yo empezamos a pensar en hacer un viaje largo. Y pensamos en ir al lugar más alejado posible: Nueva Zelanda. Y lo que empezó como una broma acabó convirtiéndose en realidad: al final nos marcamos 26 horas de vuelos y aeropuertos para plantarlos en la otra punta del mundo.

Fueron tres semanas de andar por una mezcla entre la comarca y el mundo perdido, descubriendo sitios salvajes y haciendo millones de fotografías. Al ir a etiquetar una de esas fotografías, pensé en una frase de la primera película de El señor de los anillos, pero no lograba recordar como era exactamente, así que la busqué en Google: “Montañas, Gandalf, montañas”. Y la segunda entrada que me aparecía era de un blog, que por curiosidad seguí leyendo.

Resultó ser un blog bastante interesante, de una tal Nymeria Solo, donde hablaba de sus aficiones y su forma de ver el mundo con la que yo estaba bastante de acuerdo. Me gustó tanto lo que leí, que empecé a pensar en como podría localizarla (en su blog sólo podía comentar gente que ya tuviera otro blog, y no quería hacerme uno sólo para eso). Casualmente entre la gente que le comentaba encontré a alguien conocido: Mario, compañero de trabajo de Borja en Atlántica.

Así que busqué en el facebook de Mario a ver si por casualidad la tenía como amiga. Y ahí estaba, en una foto que me había llamado mucho la atención, hecha por su buena amiga María: con la melena al viento bailando Metallica. La mandé un mensaje para felicitarla por el Blog... y el resto es historia ;).




Cuando tenía catorce años, leí por primera vez El señor de los anillos. La historia me fascinó tanto como para convertirse en mi libro favorito, que fui releyendo a lo largo de los años. Con el tiempo, se estrenaron las películas de Peter Jackson. Fui a ver la primera de ellas con mis amigos del barrio de toda la vida y recuerdo que salimos fascinados del cine: habíamos estado en la Tierra Media, y todavía seguíamos inmersos en el hechizo.

Estaba tan entusiasmada que deseaba compartir esa euforia con más gente, así que, cuando instalaron Internet en casa de mis padres, me registré en un foro sobre Tolkien y su obra: Elfenómeno. Hace tiempo que dejé de escribir en ese foro (ya no escribo en ninguno, la verdad, la falta de tiempo es lo que tiene :P), pero gracias a él conocí a gente estupenda con la que seguí manteniendo contacto. Algunos de ellos crearon a su vez otra web con su propio foro, Asshai, para poder hablar sobre otros libros que habían descubierto hacía poco y que les tenían fascinados: la saga de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin,

En un principio no había pensado leer esos libros, pero una amiga común de esos foreros de Asshai a la que también conocido en Elfenómeno, Hara Lannister, me convenció de que los empezara a leer. Por probar, cogí prestado Juego de tronos en una biblioteca de mi barrio, no fuera a ser que no me gustara, que no me quería gastar una pasta en un ladrillo de libro para tenerlo luego acumulando polvo en un estante. Pero me gustó, vaya si me gustó. Me enganchó como hacía mucho tiempo que no me enganchaba un libro. Así que, como sabía que había algunas librerías en el centro de Madrid que estaban especializadas en literatura fantástica y no me apetecía meterme en el mogollón de la FNAC (apenas soporto las aglomeraciones), una mañana cogí el metro, salí a la Gran Vía, me metí por la calle de los Tudescos y, después de comprobar que en Madrid Cómics no vendían libros, me metí en la siguiente tienda que encontré al entrar en la plaza de la Luna: Atlántica Juegos, que entonces estaba en el lado opuesto de la plaza a donde se encuentra ahora. Vi libros en el escaparate, entré y pregunté a unos chicos muy amables (luego supe que se llamaban Mario y Borja).

Me explicaron que no tenían Juego de tronos porque se había agotado y de momento no habían sacado otra edición, pero que tenían el siguiente, Choque de reyes, y que en poco tiempo, para la próxima Feria del Libro (esto era por febrero o marzo, si no recuerdo mal) iban a sacar la tercera parte, Tormenta de espadas. Me hice con Choque de Reyes (más tarde me compraría Juego en una nueva edición), y decidí que cuando me leyera Tormenta me apuntaría a Asshai para poder por fin comentar los libros en los foros sin comerme spoilers. Allí me reencontré con mis viejos amigos foreros, y también coincidí con Mario, el de Atlántica; como él y sus compis son tan majos, seguí siendo cliente de Atlántica, y a día de hoy todavía son mis proveedores oficiales de los libros de Canción y de otras drogas :P. 

Como decía Javier Krahe, no todo va a ser follar :P (en este caso, leer por placer), así que, mientras todo esto ocurría, en uno de mis interregnos entre trabajo y trabajo empecé un curso de gestión y producción editorial en Alcalá de Henares, en el que coincidí con un grupo de chicas, casi todas alcalaínas. El curso no nos sirvió para encontrar trabajo en el ramo, pero sí para crear y luego consolidar una amistad que todavía mantenemos. Tanto que, unos años después, me fui a vivir a Alcalá, compartiendo piso con mi amiga Bego. Durante casi año y medio compartimos piso y mucho más. Tanto, que ayer sábado por la noche lo comentábamos otra de mis mejores amigas, María, y yo, en la boda de otra amiga nuestra, Bea: ¡cuántas cosas hemos vivido juntas, cuántas noches de marcha por Alcalá! Una de las noches más memorables acabó a las tantas de la mañana, como era habitual, en el Ego, uno de los garitos con música más potable de la ciudad complutense. Hay testimonio gráfico en el Facebook, conmigo meneando la melena al son de una canción de Metallica (la versión de “Whiskey in the jar”, si no recuerdo mal).

Mi vida social, desde luego, era intensa entonces: conservaba a mis amigos de toda la vida, salía con mis amigas de Alcalá y también por Madrid con los gnomos de Asshai (lo de “gnomos” es otra historia que debe ser contada en otra ocasión) y seguía bastante activa aún por los foros. Como algunos de los gnomos contaban sus experiencias e idas de olla en sus propios fotologs (como sabéis, el Fotolog es como un blog para pobres :P, cutrecillo pero muy fácil de usar, y si sus administradores no la hubieran cagado grandemente poniéndolo patas arriba sin ton ni son, habría seguido utilizándolo), para poder hacerles comentarios me abrí una cuenta en Fotolog y también acabé dando la brasa con mis propias idas de olla por esa vía. Hablaba de todo un poco, igual que hago ahora en este blog. Un día subí una foto de mi última escapada a la sierra, que había ocurrido hacía ya varios meses, y comenté lo que me apetecía volver a subir. “¡Montañas, Gandalf, montañas!”, exclamaba en el título de esa entrada, emulando al querido tío Bilbo en la película de Peter Jackson.

Y entonces fue cuando, pasados unos meses, un tipo desconocido me mandó un mensaje por Facebook. Resulta que, buscando esa frase de la película, había dado con mi blog. Le había gustado lo que había leído, y como daba la casualidad de que había visto que teníamos un amigo en común, Mario de Atlántica, había decidido mandarme un mensaje. No me fiaba mucho, la verdad, y estuve a punto de no contestarle, pero como vi que conocía a Mario (luego supe que también a Borja y a toda la plantilla de Atlántica), pensé “bueno, supongo que será de fiar”, y le pregunté por qué buscaba esa frase. Me dijo que era para poner un pie a una foto que había hecho en Nueva Zelanda, porque en ese momento estaba subiendo las fotos del viaje a su facebook, y que podía agregarle para verlas... Y ahí me picó, porque me pudo mi lado friki de El señor de los anillos :P. Así que le agregué... y el resto es historia :P.

Por eso a nuestro hijo lo llamamos Eric Ringhammer: porque es hijo del Anillo Único y del Martillo de Guerra. Si su padre no hubiera conocido a aquel compañero de facultad que tenía en su casa unas figuritas muy molonas... Si su madre no se hubiera entusiasmado leyendo El señor de los anillos... Si no hubieran coincidido en frecuentar cierta tienda donde trafican con drogas peligrosas como libros y figuras de juegos de tablero... Si a su padre no le hubiera dado por ir a Nueva Zelanda y subir fotos del viaje a su facebook, y a su madre no le hubiera dado también por subir otras fotos de viajes no tan lejanos pero casi igual de frikis en su fotolog... Si no hubiera ocurrido todo lo que os hemos contado, hoy no celebraríamos el primer año de vida de nuestro vikinguito. Un vikingo con querencias celtas, ya que tenía que haber nacido un 6 de marzo pero decidió esperar hasta el 17, día de San Patricio, santo patrón de Irlanda; en vez de un pan bajo el brazo, prefirió traer una Guinness. Digno hijo de sus padres :P. Feliz cumpleaños, hijo. Eres nuestro pequeño milagro: