jueves, 24 de enero de 2013

El tío de Peter Parker

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Hemos operado a Leia. Vamos a ser precisos: los veterinarios han operado a Leia para castrarla. Pobre mía, lo está pasando mal. Ahora mismo lleva puesta una redecilla que le cubre el cuerpo para que no se toquetee/lametee/arranque los puntos, además del famoso collar isabelino (el embudo, vamos) que evita lo mismo. Se tira la mayor parte del tiempo durmiendo, aunque ya va comiendo y el veterinario dice que la ve bien y que está evolucionando correctamente y sin complicaciones. Demasiado bien se está portando, pobrecita mía. La noche que la operaron consiguió, no sabemos cómo (sospechamos que con la colaboración de Bu) quitarse el dichoso collarín, pero conseguimos ponérselo de nuevo y no ha vuelto a hacer amago de quitárselo, me imagino que porque se debió de hacer daño en el proceso. También sospecho que está más apagadilla en parte por eso; el dichoso collar la tiene desorientada, va dando bandazos cuando anda y eso la debe de deprimir un poco, aunque supongo que lo peor será el dolor de la cicatriz, claro. Sé que a la larga será mejor para ella: ya ha tenido tres celos y cada vez le daba más fuerte y lo pasaba peor, porque sentía que le ocurría algo pero no sabía qué ni qué remedio ponerle, lo único que podía hacer era ponernos el culo en pompa y emitir maulliditos lastimeros pidiendo que la ayudáramos... Total, para nada, porque no queríamos que tuviera gatitos de los que luego no podríamos hacernos cargo (para colmo, el veterinario nos dijo después de la operación que habían comprobado que tenía una parte del útero más larga de lo habitual; le ocurre a muchas gatas, son las que están preparadas para tener camadas más numerosas, como para haber dejado que la preñaran) y para que lo pasara mal y luego corriera el riesgo de desarrollar tumores...

Total, hemos hecho que la operen convencidos de que es lo mejor para ella en sus circunstancias, y lo sigo pensando. Aunque le suponga unos días de molesta convalecencia, dentro de un tiempo se habrá olvidado de lo que era tener el celo y vivirá tranquila el resto de su vida. Pero también me hace plantearme algo que precisamente comentaba en su blog (lo recomiendo) Aura Zombie. ¿Qué potestad tenemos para tomar decisiones como domesticar a un animal o traer un hijo al mundo? En el caso de los gatos, que son más oportunistas, me parece que la alianza beneficia a ambas partes. La vida de los gatos callejeros es más arriesgada, suelen vivir la mitad o menos que los gatos domésticos, y eso los que logran superar sus primeros meses de vida sin sucumbir a enfermedades, accidentes, etc. Un gato casero sigue siendo un gato, su carácter no cambia sustancialmente salvo en el caso de los machos castrados, que pierden parte de su agresividad, y doy fe de que disfrutan de la tranquilidad, la rutina y la comida servida en cómodas porciones. En el caso de los perros ya es otro cantar. El hombre seleccionó a los cachorros de lobos más dóciles, y de los perros que resultaron de esa selección, durante milenios prosiguió seleccionando artificialmente a los que tenían determinadas características según sus necesidades, lo que llevó a la creación de las distintas razas. Pueden ser muy distintas entre sí, pero prácticamente todas tienen algo en común: la dependencia del animal respecto a su amo. Algunos perros, según su carácter y su raza (o mezcla de razas), están más capacitados para sobrevivir en un entorno salvaje en caso de que sean abandonados. Pero la mayoría de los perros abandonados acaban muriendo porque no son capaces de apañárselas solos y no pueden evitar esos accidentes y enfermedades de los que antes hablábamos en una proporción aún más elevada que en el caso de los gatos. Dependen de nosotros porque así es como los hemos hecho. Otro tanto ocurre con la mayoría, si no todos, de los animales domésticos: por ejemplo, las vacas lecheras, por culpa de una selección similar, han llegado a un punto en el que no sólo producen leche cuando tienen un ternero, que es lo natural, sino constantemente a lo largo de casi toda su vida, y morirían si les faltara el ordeño diario porque las mamas les reventarían de leche acumulada y enranciada. De modo que, a cambio de una existencia más segura (y de nuestro propio provecho, desde luego), les hemos quitado a los animales domésticos la capacidad de sobrevivir por sí mismos sin depender de nuestra manutención y cuidados. Una apuesta arriesgada, sin duda.


Por no hablar del tema de los hijos. Es cierto que, como en todos los seres vivos, el instinto de reproducción es uno de los más poderosos en los seres humanos. Es natural que muchos deseemos reproducirnos (dejando aparte el hecho de que el medio para conseguirlo nos guste a todos, queramos reproducirnos o no :P). Yo misma he tenido siempre el deseo de tener hijos, y pronto lo voy a cumplir. Pero cuando nuestra especie ha llegado a niveles de plaga mundial y hay millones de niños desamparados en el mundo, ¿qué sentido tiene traer más criaturas para contribuir a la superpoblación? No hace mucho descubrí la existencia del Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria. Suena a cachondeo, y desde luego los que participan en este movimiento hacen gala de un gran sentido del humor. Pero bajo esa apariencia cómica subyacen tesis que te hacen pensar seriamente en el problema. Como seres pensantes que no sólo obedecemos a nuestros instintos sino que podemos controlarlos según convenga a las circunstancias que nos rodean y que somos conscientes de cuáles son esas circunstancias, tenemos la capacidad y, sobre todo, la responsabilidad de relacionarnos con nuestro entorno de la forma más respetuosa y menos perjudicial posible. Ya lo decía el tío de Peter Parker: un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Si fuéramos absolutamente coherentes, hace tiempo que habríamos limitado drásticamente la tasa de reproducción en la mayoría de los países. Por supuesto, no digo que tengamos que hacerlo al estilo chino, y también sé que ése no es el único problema: también tendríamos que haber dejado de practicar la guerra, el comercio injusto, la producción de residuos contaminantes, la tala de árboles, la caza de animales si no es estrictamente por necesidad alimenticia, y tantas y tantas barbaridades que el ser humano sigue cometiendo. Y, por supuesto, deberíamos redistribuir las riquezas de manera que la pobreza desapareciera. En fin, todo este festival de obviedades viene a cuento de que a veces, pensándolo, me siento un poco culpable por traer un hijo al mundo. Sobre todo al mundo actual y futuro, que no va a ser mejor que el que hemos conocido, al menos en muchos aspectos. Me asusta un poco que un día mi hijo me pueda reprochar haberle hecho nacer en esta bola rocosa repleta y siempre al borde del desastre.

Pero luego pienso que, con suerte y con la educación que nosotros podamos darle, a lo mejor él y otros como él constituirán la generación que por fin conseguirá poner fin al expolio al que estamos sometiendo a nuestro planeta, o al menos serán los que comiencen el proceso antes de que sea demasiado tarde. Supongo que soy demasiado optimista respecto a la naturaleza humana, y encima le estoy colgando un enorme y mesiánico marrón a la pobre criatura antes de que haya nacido XD. Pero su padre y yo haremos todo lo que podamos por darle una educación que le haga consciente y responsable. Luego él que haga lo que quiera.

Por descontado, tengo que despedirme con esta canción. No me diréis que no viene a huevo XD:


jueves, 10 de enero de 2013

Días de garrafón y Guns'n'Roses

Qué alivio que hayan pasado las fiestas navideñas... No están mal, pero si no tienes vacaciones o las tienes indefinidas como yo, generalmente se reducen a unos cuantos días de reuniones familiares y comilonas que te dejan exhausto. Las reuniones con amigos están muy bien, pero si se juntan con las familiares y las comilonas también acaban dejándote hecho unos zorros, como me pasó el finde que se juntó con Nochevieja y Año Nuevo. El sábado por la noche salimos y nos lo pasamos muy bien, pero acabé agotada. Eso sí, fue una noche curiosa.  Primero, me hizo ilusión comprobar que el único garito heavy de Huertas sigue abierto después de veintisiete años en activo: el Rainbow. Sigue siendo tan cutre como siempre, lo único que ha cambiado es que han puesto una tele plana para ver los vídeos y que ahora también sirven mojitos (ni un solo bar de Huertas sin mojitos). Luego deambulamos por algunos sitios más, hasta que terminamos la noche en otro local que no mencionaré aquí porque no me da la gana de hacerle publicidad (al Rainbow es que le tengo cariño :P), pero si vais por la plaza de Jacinto Benavente seguro que sabréis de qué garito hablo. 

El lugar en cuestión es una discoteca, pero fuimos atraídos por su oferta musical que, en principio, es más decente que la del resto de discotecas de la ciudad. En vez de pachangueo y maquineo, pinchan rock, pop indie y hasta algo de metal, aunque también acaban metiendo algo de chunda chunda, pero más industrial. Dejando aparte el tema de que no me hizo ni puñetera gracia pagar diez euros por entrar para consumir un triste zumo (de todas formas, ese problema lo tengo casi siempre, ya que habitualmente no consumo copas sino cervezas, por eso no me hace gracia pagar entrada en general), el garito no tenía mala pinta. Para mí, de hecho, era algo nuevo, porque en los pubs sí he visto siempre bastante variedad de gente, pero en las discotecas, al menos cuando yo iba, el público estaba mucho más compartimentado, por decirlo de alguna manera. A las discotecas heavies íbamos los heavies, como mucho gente con pintas "estándar" pero a los que les gustaba la música; nunca encontrarías a un pijo habitual de Pachá en el Canciller, eso seguro. Por otra parte, en las discotecas "normales" la música, por lo que vi las dos o tres veces que fui, era lo de menos: la gente, como supongo que seguirá ocurriendo, iba a 1) pillar cacho, 2) pillar cacho, 3) venga, a ver si hoy por fin pillamos cacho y 4) ponerse ciegos de cubatas. A ver, no es que los heavies no quisiéramos pillar cacho, lo estábamos deseando como el que más, y también la mayoría eran partidarios de ponerse ciegos a cubatas (de garrafón, of course, aunque luego descubrí que también lo ponían en las discotecas pijas, lo que tiene más delito porque la entrada era más cara); pero también la mayoría íbamos porque realmente nos gustaba la música que pinchaban en las discotecas heavies. Al menos, ésa era la impresión que me daba (chúpate la tilde, RAE, ¡¡¡sí!!!: La RAE pierde la batalla contra la tilde en las palabras "sólo" y "éste" - fin del inciso exaltado). Sí, admito que esa supuesta inocencia que les atribuyo a mis coetáneos musicales es posiblemente una proyección de mi propia inocencia que no tiene por qué corresponderse con la realidad. Pero ya más de una persona y más de dos que no pertenecían al mundillo pero sí habían hecho incursiones en él acompañando a amigos heavies y que habían podido comparar entre distintos ambientes me han confirmado que se habían llevado la misma impresión que yo.

Por eso me chocó un poco el ambiente que observé en esa discoteca en la que estuve el fin de semana anterior a Nochevieja. La música, aunque no coincidiera plenamente con las discotecas heavies, sí que se podía catalogar de manera amplia como rockera. Supongo que esa discoteca se ofrece precisamente como alternativa a los que quieren ir de discoteca pero no aguantan la morralla musical habitual, que también los hay, y en ese sentido me parece una idea bastante loable e inteligente por parte de sus promotores. Pero me hizo gracia comprobar que el ambiente era mucho más variopinto, una mezcla de lugar de moda, discoteca pija y un ligero toque de pub de barrio, incluso: gente joven sobre todo, muchos con pintas alternativas, otros con pintas heavies más clásicas, pero también mucho pijito, tanto de los pijippies aquejados por cierto complejo de culpabilidad como de los que complejo ninguno, mira qué mono voy con mi camisita de rayas finas; monas también eran muchas niñas que parecían sacadas de los vídeos de la MTV, a las que se comían con la mirada los José Luis López Vázquez de la vida, pegados a la barra y al cubata solos o en parejas, y grupitos variados en los que se mezclaban todos los anteriores y alguno más. Me hizo especial gracia un grupito de dos chicas y dos chicos (presumo que parejitas) que bailaban de la misma manera cualquier cosa que les echaran, ya fuera AC/DC, Rammstein, Guns'n'Roses, Muse, Placebo o Metallica: como si estuvieran en el plató de uno de esos antiguos programas musicales de televisión en los que la gente se meneaba desganadamente al ritmo de cualquier one hit wonder de turno cantando en playback. Criaturitas, ellos serán los futuros bailarines de paso único en las bodas de sus hijos; porque seguro que si habéis estado alguna vez en vuestra vida en una boda, los habréis visto: señoras y señores cincuentones que bailan absolutamente todo al mismo ritmo moviendo brazos y piernas como si les hubieran dado cuerda. Y así aguantan toda la noche, oye.

Hablando de bodas, había otro grupo que seguro que se había reunido por una ídem o algún evento similar: una parejita joven que sí tenía pinta de ser asidua al local, el probable padre rockero de uno de ellos y la mujer y los consuegros, que parecían mismamente sacados del público del programa de Ana Rosa Quintana o del Sálvame, amén de algunos primos recién venidos del pueblo. Los pobres consuegros estaban más perdidos que un abogado del Estado en "Hora de aventuras" :P.

Total, que Cristóbal Fortúnez, el de "Fauna mongola", tenía un filón en ese sitio como para seis o siete entradas de su blog seguidas. Yo no aspiro a tanto, pero al menos, los ratos en que me sentaba un poco a descansar o no bailaba porque estaba sonando alguna canción que no me llamara la atención como para jorobarme las cervicales, estuve muy entretenida observando aquel minizoo. Por supuesto, no pretendo aparentar que soy una observadora imparcial y al margen: seguro que yo también tengo un nicho en esa fauna mongola, probablemente algo a medio camino entre la recién llegada a la madurez que aún no se da por aludida y la abuela rockera cebolleta :P. Vamos, que aquel principio de la física cuántica según el cual el observador modifica al fenómeno observado por el mero hecho de observarlo no es nada nuevo, lleva aplicándose empíricamente en todas las sociedades humanas desde que el mundo es mundo XD.

En fin, que no estuvo mal el experimento, pero para qué quiero un sucedáneo si han vuelto a abrir el Excalibur. Hasta los de "La hora chanante" lo prefieren:


¡Soy heavy! ¡Soy heavy! ¡Cucu cha cucu cha cucu ueroooo!