Llevo días notando que mi nivel de cabreo aumenta. No debería dejar que me influyan estas cosas; al fin y al cabo, salvo por estar ahora mismo sin trabajo, por lo demás no me puedo quejar, y desde luego no debo dejar que eso influya en mi vida personal, porque no merece la pena estropear lo bueno que tengo por unas circunstancias que no he elegido. Pero ves las noticias sobre los abusos policiales contra chavales de instituto en Valencia, te enteras de que en Madrid la flamante alcaldesa Botella (¿a qué esperamos para reciclarla ya?) sigue empeñada en sustituir trabajo especializado y remunerado por voluntarios, o lees sobre cómo la reforma laboral nos va a convertir en esclavos de facto, y no puedo evitar que la indignación me posea. Para los que gobiernan y los que nos emplean (entiéndase "emplear" también en el sentido de "utilizar") no somos más que números, útiles para producir la riqueza que les sustenta, y cuando no somos útiles o protestamos porque no queremos ser sólo números, sacan la porra o la tijera, lo que les venga mejor en ese momento.
Por eso siempre me ha disgustado esa expresión, "recursos humanos", para nombrar lo que antes era el departamento de personal en las empresas. No es que "departamento de personal" fuera una expresión muy afortunada desde un punto de vista estilístico, pero al menos era más neutra. Pero "recursos humanos" me suena a eso, a recursos, materiales, números. Y no somos números. Están queriendo reducirnos a todos, especialmente a la generación que ahora se encuentra activa, a números, a meras herramientas que cuando se estropean o no funcionan como se espera de ellas se reemplazan por otras y listo; estadísticas que entran y salen por la puerta giratoria del despido libre y el contrato basura. Pues no, no somos números, ni robots programables, ni instrumentos desechables. Tal vez soy afortunada, pero el caso es que tengo muchos amigos y todos tienen algo que ofrecer, algo mucho más valioso que una simple estadística en excel a fin de mes. Amigos que escriben con gran estilo buenas historias o ensayos de ideas claras y deslumbrantes, que pintan y dibujan con mucho talento, que cosen magníficos trajes y elaboran adornos preciosos, que cocinan como auténticos chefs, que saben tocar diversos instrumentos musicales, que tienen una sensibilidad especial respecto a cualquier clase de arte, que tienen una gracia única para hacerte reír con cualquier tontería, que son cultos y pueden darte conversación sobre cualquier tema, que sienten pasión por sus aficiones y habilidad para desarrollarlas, que ven lo que ocurre a su alrededor y piensan y razonan en consecuencia, que tienen talento, en suma, sea de la naturaleza que sea. Personas inteligentes, preparadas y con espíritu, y la inmensa mayoría de ellas están infravaloradas y explotadas en trabajos mal pagados, cuando tienen trabajo. ¿Cómo estamos dejando que toda una generación, y las que vendrán después, sea arrojada a la papelera de las estadísticas? No debemos permitirlo. No somos estadísticas, somos personas.
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