No, este post no está dedicado a Rosendo
Mercado (aunque por poder, podría estarlo, también a Rosendo le puedo agradecer
unas cuantas cosas). Este post está
dedicado a los podcasts y, por extensión, a su origen, la radio.
Realmente no he empezado a
escuchar podcasts hasta hace poco. Pero sí he escuchado la radio toda la vida.
No como algo de fondo que ponen tus padres en casa y luego tú a veces en el
coche. Me encantaba escuchar la radio. Primero, programas musicales: a los 10
años o así, como todo quisqui entonces, oía los 40 Criminales, y a partir de
los 14 comencé a escuchar los programas de música heavy que se emitían por las
noches, al menos en Madrid. Escuchaba a Rafa Basa, al Pirata, al malogrado
Mariano García… Era a mediados/finales de los 80, la edad de oro del heavy, y
no me perdía ni uno. Me conocía todas las canciones que se radiaban, los
últimos lanzamientos de los grupos del momento, también los clásicos porque por
suerte los programas de heavy no se limitaban a pinchar los nuevos hits como la
radiofórmula… Viví también el auge de las emisoras piratas como Radio Vallekas
o la mítica Cadena del Water. Incluso durante unos años hice con mi hermano y
luego con unos amigos un programilla de música los sábados por la tarde en una
emisora pirata del barrio, Radio Paloma.
Pasados unos años, empecé a
escuchar también otros programas de radio. Por ejemplo, yo era dosmilera: es
decir, una de los muchos seguidores que tenía el programa “Hacia el 2000” que
hacía Pablo Motos desde la radio valenciana. Sí, hubo un tiempo en que Pablo
Motos molaba, lo puedo atestiguar. También escuchaba a Gomaespuma en su momento
más glorioso, y a Julia Otero, y recuerdo con cariño programas como “Esta
noche, tampoco” de Juanjo de la Iglesia (sí, el del primer “Caiga quien caiga”
de El Gran Wyoming) o “Diálogos 3” de Ramón Trecet, un programa histórico gracias
al cual descubrí a grupazos como Hedningarna o Wolfstone (cuenta la leyenda que
el plácido, casi somnífero Trecet mutaba como el doctor Banner en el Increíble
Hulk cuando se dedicaba a su otra faceta radiofónica, la de periodista deportivo
que retransmitía partidos de baloncesto).
Según iban pasando los años y mis
horarios cambiaban según los ritmos laborales, escuchaba unos programas u
otros, pero siempre había algo que escuchar. Lo último que escuché asiduamente
fue la programación de Radio Nacional, especialmente el programa de Toni Garrido
por las mañanas. Parafraseando el meme, vine por la ausencia de publicidad y me
quedé por los contenidos. Pero entonces llegó la debacle. En 2011 el PP de
Mariano Rajoy ganó las elecciones y armó una escabechina brutal que arrasó con todos
los profesionales que no eran afines al régimen y sus respectivos programas. De
hecho, arrasó con toda la estructura de la radio pública. Así que prácticamente
dejé de escuchar radio, y como coincidió con mi enganche a Spotify y otros
medios, amén de un “ligero” cambio de rutinas (es decir, tuve a mis hijos), por
unos años la radio prácticamente desapareció de mi vida. Sólo en los últimos
dos años, más o menos, he vuelto a escucharla esporádicamente, pero ya no es lo
mismo. Aunque han vuelto algunos de los damnificados por la era Rajoy, como
Toni Garrido y su inseparable Tom el
Sueco o la maravillosa Nieves Concostrina ahora en la cadena SER y otros nuevos
han tomado su espacio, como los geniales Especialistas Secundarios en la misma
emisora, la radio que yo solía escuchar hace tiempo que no existe.
Pero ocurrió algo inesperado: el
año pasado volví a trabajar. Sé que suena triste, pero la realidad laboral de
una madre de niños pequeños que ha estado un tiempo desempleada es así: volver
a conseguir trabajo es toda una proeza en esas circunstancias y sobre todo a
partir de determinada edad. En mi nuevo trabajo (que en realidad no es tan
nuevo porque ya había trabajado antes en otros departamentos de la sacrosanta
institución en la que presto mis servicios, aunque a veces parezca que fue en
otra vida) se juntaron además unas circunstancias especiales: que buena parte
de mi jornada transcurre en solitario deambulando en solitario por los depósitos
del edificio, que ya contaba con un smartphone mínimamente decente en el que
poder descargarme contenidos para escuchar offline pero también estaba un poco
cansada de escuchar sólo música, que la radio no tiene buena cobertura en las
profundidades de los depósitos y que uno de mis compañeros, Santi, me descubrió
el mundo de los podcasts. No es que no supiera ya lo que era un podcast, es que
nunca me había dado por escuchar ninguno. Por recomendación suya empecé a oír
los podcasts de La Órbita de Endor… y, oh, maravilla. Redescubrí lo que era escuchar
programas monográficos sobre los temas que más me interesan, realizados por puro
amor al arte por gente que, sin ser profesional de la radio, demostraban un
entusiasmo y una dedicación que no había vuelto a ver desde los tiempos más gloriosos
de las radios libres y, gracias a la tecnología actual, bastante mejor
trabajados, la verdad sea dicha. Era como volver a oír esa radio que hace décadas
sólo escuchabas de madrugada y en determinadas emisoras. Unos colaboradores me
gustan más que otros, unos temas me interesan más que otros, pero siempre hay
algo interesante que escuchar, y los programas están muy bien realizados. Y
como llevan años tengo material de sobra para ir tirando en los largos ratos
que me paso circulando por los depósitos de mi lugar de trabajo, o cuando tengo
un rato para salir a pasear, o en cualquier otro momento.
También he descubierto algunos podcasts más, como el Podcast de Hielo y Fuego, centrado en la famosa obra de George R. R. Martin y su reflejo en serie de televisión, Juego de Tronos. Lo realizan unos chicos tan jóvenes y adorables como entusiastas y de verdad que se lo curran muchísimo. Después de que desapareciera la web de Asshai y sus foros, que durante unos años fue mi segunda casa, me había descolgado bastante del mundo de Poniente y ha sido una alegría regresar a los Siete Reinos de manos de este podcast y sus integrantes. Otro podcast que he empezado a escuchar hace muy poco es Regreso a Hobbiton, a cuya principal realizadora, Míriel/Elia Martell conocí precisamente por medio de LODE, y también es un placer volver a la Tierra Media.
También he descubierto algunos podcasts más, como el Podcast de Hielo y Fuego, centrado en la famosa obra de George R. R. Martin y su reflejo en serie de televisión, Juego de Tronos. Lo realizan unos chicos tan jóvenes y adorables como entusiastas y de verdad que se lo curran muchísimo. Después de que desapareciera la web de Asshai y sus foros, que durante unos años fue mi segunda casa, me había descolgado bastante del mundo de Poniente y ha sido una alegría regresar a los Siete Reinos de manos de este podcast y sus integrantes. Otro podcast que he empezado a escuchar hace muy poco es Regreso a Hobbiton, a cuya principal realizadora, Míriel/Elia Martell conocí precisamente por medio de LODE, y también es un placer volver a la Tierra Media.
En fin, de momento, como veis,
estoy muy centrada en la temática friki, pero probablemente con el tiempo me
abra a otros campos y escuche más podcasts de todo tipo. Lo bueno es que hay mucho
tiempo por delante para irlos descubriendo. Curiosamente, de momento no me
llaman mucho la atención los podcasts que son realmente programas de radio convencional
grabados para poder escucharse también en diferido: se me hace raro escuchar a
posteriori algo que se hizo para ser escuchado en el momento, el desfase me
descoloca. Estar oyendo, por ejemplo, el programa de Buenafuente y Berto Romero
y que de repente te salte un anuncio o las noticias de hace dos sábados por la
mañana me raya. (Otra de las ventajas de los podcasts hechos expresamente para
el medio es que te ahorras toda esa publicidad, cosa que se agradece).
También, la verdad, hay un
componente personal en esta nueva afición por los podcasts. Este último año de
mi vida ha sido un poco catastrófico, y poder rellenar el tiempo de manera
positiva, sobre todo esos espacios vacíos tan peligrosos cuando hay ciertos
pensamientos y sentimientos que quieres evitar para no caer en una espiral de abatimiento
y autocompasión, es algo que agradezco mucho. Estos podcasts no sólo me proporcionan
evasión, también entretenimiento, información y, sobre todo, la sensación de
que sigo formando parte de un mundo más vasto y fascinante que todavía tiene
mucho que ofrecerme. Y compañía, también. Igual que siempre ha hecho la radio
desde sus inicios, ahora tengo todo eso con los podcasts. Y quiero agradecérselo
con esta entrada de mi blog. Aunque si queréis una versión mucho más corta y
mejor narrada, podéis escuchar la introducción del podcast que LODE dedicó a “Bohemian
Rhapsody”. Merece la pena.
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