miércoles, 13 de enero de 2016

Que se jodan

Hoy se han producido dos noticias que me han hecho acordarme de la infausta frase de Andrea Fabra. No por las noticias en sí, sino por la reacción que han suscitado en mucha gente. Siempre se ha dicho que la envidia es nuestro verdadero deporte nacional, y parece que no hemos cambiado mucho. 

Empiezo por la que ha conseguido más cobertura mediática, por estar relacionada con algo que de por sí es importante, como es la primera sesión de esta legislatura del nuevo Congreso: Jorge Fernández Díaz tacha de "lamentable" que Carolina Bescansa acuda al Congreso con su bebé. La diputada de Podemos ha asistido a la sesión con su hijo de seis meses y le ha dado pecho cuando éste lo ha requerido. Por supuesto, es lo que ha llamado más la atención, y ha sido ampliamente criticado. Que qué necesidad tenía, que hay una guardería disponible para los hijos de los congresistas, que ha sido una exhibición  y un postureo, que no es un gesto producido por la necesidad sino una reivindicación política... Pues claro que es una reivindicación, joder. Seguro que Bescansa va a aprovechar la guardería del Congreso (al parecer estupenda y sin duda mucho más barata que la guardería a la que llevo a mi hijo), y que incluso podrá salir en las pausas de descanso para darle el pecho cuando lo necesite. Pero su gesto visibiliza que precisamente eso es lo que no pueden hacer muchas mujeres, que se ven obligadas a pagar una guardería mucho más cara y dejar allí a sus hijos durante muchas más horas, y que no pueden darle el pecho sino, con suerte, sacarse la leche y congelarla para que luego se la puedan dar en biberón, porque la conciliación familiar en este país es un mal chiste y la baja maternal una miseria. O eso, o dejar de trabajar, si es que puedes permitírtelo. O a lo mejor no trabajas sencillamente porque no encuentras trabajo de ningún tipo, aunque lo busques, ya que muchos empresaurios (y empresaurias, que claro que las hay) no quieren contratar a mujeres con hijos, vaya incordio, por favor. Lo peor ha sido ver comentarios de otras mujeres que la censuraban por eso mismo. Que si yo no he podido hacer igual, que a mí no me dejarían, que a mí así no me representa, que así no nos hace ningún favor... El favor no os lo hacéis a vosotras mismas, guapas, criticando a la que lo hace en vez de luchar por gozar de esos mismos derechos o, al menos, apoyar a los representantes públicos como Carolina Bescansa que deben trabajar para conseguirlos. Y no creáis que esos comentarios los hacían esas señoras rancias de la calle Serrano fangirls de Mariano Rajoy el Disléxico, no. Muchas de esas críticas las he visto, por ejemplo, en el muro de Facebook del Club de las Malasmadres, que reivindica activamente la conciliación familiar. En vez de decir "mira, ya que parece que les importa el tema, a ver si trabajan por solucionarlo", parece que piensan "si ella se permite un lujo que yo no puedo ni imaginar, es porque es una privilegiada y no debería tener ese privilegio, que se joda como las demás". Me parece muy triste que se ataque a una mujer por ejercer lo que es su derecho, y que ese derecho se perciba como un privilegio.

Ya estamos en ella, sr. Forges


En esa misma línea he leído también comentarios sobre otra noticia que he leído en el muro de Facebook de los Friki Tecaris (colectivo bibliotecario al que recomiendo encarecidamente seguir si te interesa el mundo de las bibliotecas), y que imagino que ha pasado mucho más desapercibida para el público general, ya que no repercute en principio sobre tantas personas como el problema de la conciliación familiar, ni tampoco interesa a todo el mundo, salvo a los que amamos leer y nos relacionamos o hemos relacionado con el mundo editorial, bibliotecario y del libro en general: Un Premio Cervantes multado por cobrar la pensión y sus derechos de autor.

En resumidas cuentas, si un escritor que además de escribir y publicar  sus obras se ha dedicado a otros trabajos más estables a lo largo de su vida (que es lo habitual, porque al menos en España vivir de la literatura es una quimera sólo al alcance de tres o cuatro superventas tipo Mario Vargas Llosa o Antonio Gala), cuando llegan a la edad de la jubilación, desde el año 2013 están obligados a elegir entre percibir su pensión y los derechos de autor que generan las ventas de sus libros. Derechos de autor la mayor parte de las ocasiones ridículos, pero que a efectos legales, la Seguridad Social considera rendimientos laborales, pero sólo después de la jubilación (antes de ésta no lo son, qué cosas), y que por tanto son incompatibles con percibir dicha pensión. En fin, una de tantas triquiñuelas de la SS para ahorrarse pensiones, igual que ocurre con los pensionistas españoles que también perciben una pensión del extranjero porque cotizaron durante equis años en otros países, como es el caso de mi padre, que recibe una pensión de Suiza por los doce años que estuvo allí trabajando. Una pensión muy exigua, pero que para la SS justifica que le hayan recortado una parte de la pensión que percibe por lo que ha cotizado en España (y que ya de por sí era baja, que no es que mi padre se estuviera forrando precisamente ni con las dos pensiones juntas). No es algo nuevo, pero se regularizó hace unos pocos años (si no me equivoco, por la misma época en que se declaró incompatible el cobro de derechos de autor con el de una pensión ordinaria, qué casualidad) para los que recibían pensiones de algunos países a los que aún no se les había metido mano. Así que en ambos casos nos encontramos con personas que, de una forma u otra, porque les obligan a elegir o bien porque directamente les retiran parte de su pensión sin que puedan protestar por ello, se ven privados de una parte de lo que les corresponde por las cotizaciones que generaron con su trabajo.

Pues bien, en algunos comentarios sobre esa noticia había quienes afirmaban que el cobro de esos derechos de autor se trataba de un privilegio, ya que ellos tampoco tenían derecho a recibir una remuneración por otras tareas una vez que estuvieran jubilados y cobraran su pensión, y que esos autores tenían que aguantarse y elegir entre su pensión y sus derechos de autor. De hecho, es lo que muchos ya están haciendo, optando generalmente por su pensión, claro. Así que, de nuevo, en vez de considerar que si esa medida fuera revocada también les podría beneficiar a ellos en un futuro porque se vieran en una situación similar, afirmaban que si ellos no podían, los escritores tampoco, y que ajo y agua.

Deprimente, de verdad. No porque crea que esas personas son monstruos de egoísmo, sino porque la mediocridad y la mezquindad de esta sociedad les lleva a pensar de forma tan poco solidaria y tan corta de miras. Con esa actitud no vamos a ningún lado. Con esa actitud nos jodemos todos.

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