Supongo que a estas alturas ya os resultará un poco
cansino el tema, lo entiendo, pero me gustaría dar mi opinión, que para eso tengo el blog :P. Se ha hablado mucho de las polémicas
fotos de los sanfermines en las que se ve a chavalas más o menos
alegres y chuzas enseñando las tetas. Bueno, enseñarlas, poco,
porque están tapadas por docenas de manos de tíos igualmente chuzos
y doblemente entusiasmados que, en cuanto se suben las chicas la
camiseta, levantan sus brazos para sobar aunque sea un centímetro
cuadrado de mama. Que si era acoso sexual, que si sólo era una
consecuencia intrascendente del jolgorio, que qué perra habéis
cogido con los sanfermines porque los pamplonicas no tienen culpa de
esas barbaridades que hacen los que vienen de fuera, que a los tíos
también los meten mano las chicas... Parto de este caso concreto
porque me sirve de ejemplo, pero lo que voy a comentar se puede
aplicar a otras muchas situaciones.
El problema es complejo, desde luego, porque se
conjugan en él varias cuestiones. La primera es si las chicas se han
buscado que las magreen por enseñar las tetas. La cuestión en sí
ya tiene tela: volvemos al clásico “ellas se lo han buscado por
andar provocando”. Parece mentira que a estas alturas todavía nos
planteemos dudas sobre este tema. Aquí también se mezcla otro
asunto, el del exacerbamiento de las masas (porque, obviamente, un
tío solo no se atrevería a meterle mano a una chavala, so pena de
llevarse un guantazo, pero si lo hacen quince o veinte tíos a la
vez, a ver quién les chista), que también da para mucho, y
reconozco que en esas condiciones es difícil que un ser humano tenga
completo uso de su raciocinio, y más si va hasta arriba de kalimotxo
o cualquier otra sustancia embriagante. Pero aun así, el mero hecho
de plantearse que esos berracos tienen derecho a meterle mano a una
chavala porque ella se ha despelotado ya indica que algo mal. Salvo
que la chica expresamente lo solicite, nadie tiene derecho a meterle
mano si ella no lo ha pedido, por mucho que enseñe las tetas o
cualquier otra parte de su cuerpo. Y no “aunque” vaya borracha,
sino con más motivo si es así, porque es una canallada y una
mezquindad aprovecharse de alguien que tiene sus facultades mermadas.
Al menos ella tuvo más vista con los hombres que su madre... |
A eso he leído a más de una persona y más de dos
responder que no pasa nada, porque al revés ocurre igual: también
hay chicas que meten mano a los chicos, incluso los acorralan y los
magrean contra su voluntad, especialmente a chicos con pinta de
deportista, a los que llegan a arrancar la camiseta para sobarle los
abdominales. Ah, qué bonito. Como ellos nos meten mano, nosotras
hacemos lo mismo, aunque a ellos no les apetezca. (Porque, por
supuesto, estoy hablando de casos en los que la persona sobada no
quiere que se le sobe: Baco me libre de ponerme en contra de las
orgías libremente consensuadas.) Aunque ahí creo que entra en juego
otro concepto tan erróneo y perjudicial para los hombres como para
las mujeres: que cualquier hombre, por el mero hecho de serlo, estará
encantado de la vida de dejarse avasallar y hasta violar por una
mujer, o mejor si son varias, sean atractivas o no, porque para eso
es un machote y tiene que demostrar en cualquier momento y
circunstancia que su hombría está a punto para ser desenfundada. A
lo mejor soy muy ignorante en ese tema, no dudo de que la
testosterona influye mucho en los hombres, y en general suelen ser
menos selectivos que nosotras, pero aun así me niego a creer que no
les importe que cualquier mujer les meta mano y que les apetezca
siempre y con cualquiera. Es lo que tienen los prejuicios: los padece
el que es víctima de ellos, pero también limitan y a la larga
perjudican a quien los aplica.
Pero, como digo, la cuestión principal me parece
que está en otro concepto mal entendido: la igualdad. Muchos de los
males achacados al feminismo vienen de esa confusión. Se ha
extendido la creencia de que el feminismo predica la igualdad entre
hombres y mujeres sin matices de ningún tipo, que en el fondo esa
igualdad consiste en que las mujeres hagan lo mismo que los hombres,
que cometan los mismos errores si es necesario. Así, si los tíos
nos meten mano aunque sea sin permiso, nosotras hacemos lo mismo con
ellos. Si mi chico me arrea un cate, en vez de mandarle a la mierda y
la próxima vez que quiera estar con otro buscarme uno que no arree
cates, yo le meto otro. Alucinante, ¿verdad? Pues más de un caso he
visto ya de esto último. Es algo que implica no sólo una concepción
equivocada de lo que es la igualdad, sino algo más profundo y que es
lo que realmente está en la base del problema: la falta de respeto
por los demás y, en último término, por uno mismo. Si respetas a
tu pareja, no la maltratas ni la desprecias. Si respetas a los seres
humanos del otro sexo (o del mismo, si eres gay; no conozco si hay
casos, pero me imagino que en todas partes se cocerán habas), no les
metes mano indiscriminadamente sin saber si lo desean o no. Si te
respetas a ti mismo, no les haces a los demás lo que no quieres que
te hagan a ti. Y para mí ésa es la base del auténtico feminismo:
el respeto. Que los hombres respeten a las mujeres para que éstas
puedan tener igualdad de derechos y de oportunidades, que no se les
exija ni más ni menos que a ellos en igualdad de condiciones, y, por
supuesto, las mujeres también deben respetar a los hombres; quien
demuestre no merecer ese respeto, debe sufrir las consecuencias
sociales y legales pertinentes, sea cual sea su sexo. Por eso me
considero feminista. Y por eso la próxima vez que oiga a alguna
idiota decir aquello de “yo no soy feminista, soy femenina”, le
diré “tú lo que eres es gilipollas”. Porque estoy hasta los
cojones de que se confundan el culo con las témporas. Ea.
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