miércoles, 21 de marzo de 2012

El nombre del mundo es bosque

Tomo prestado el título de un libro de Ursula K. Le Guin (qué infalible inventiva tiene esta mujer para los títulos, por cierto) porque hoy es el Día Mundial del Árbol. Como he dicho en el Caralibro, no soy muy partidaria de los "días de", no me parecen muy efectivos. Tampoco creo que éste lo sea. Mientras escribo, en el Amazonas, en otras selvas tropicales y en los bosques septentrionales siguen talando árboles (habrán talado unas cuantas hectáreas para cuando termine de escribir esta entrada, seguro :P), grandes áreas del mundo sufren un proceso imparable de desertización a causa del cambio climático cuando no son pasto de los incendios forestales y no parece que las industrias multinacionales tengan intención de cambiar sus políticas. No es algo nuevo; aunque parezca mentira, los Monegros no eran un desierto, sino que en la Antigüedad estaban cubiertos de bosques de sabinas, de ahí su nombre: los bosques eran tan densos que de lejos los montes aparentaban ser de color negro. En la Edad Media empezaron a talarlos para construir la flota de la corona aragonesa que dominó el Mediterráneo, y en el XVII el proceso se agudizó hasta el desastre. Tal vez el ecosistema de los Monegros actuales sea igualmente valioso ahora, pero si ocurre lo mismo con el Amazonas no creo que nos vaya a compensar lo suficiente que surja otro ecosistema desértico allí, por muy especial que sea.

Queramos o no, nuestra vida está ligada a los árboles. Y nuestra imaginación también. Desde Yggdrasil hasta los arcianos, desde el cabalístico árbol de la vida hasta los ents, desde el roble sagrado de los celtas hasta el olmo machadiano, los árboles son una referencia constante en todas las culturas desde que nuestra especie, paradójicamente, se bajó de ellos. 

Árboles que contienen el mundo, que nos suben a los cielos, que horadan con sus raíces la tierra hasta llegar a los infiernos, que son depositarios de la sabiduría de la naturaleza, que se ramifican y florecen  en nuestros sueños y se enraízan en nuestras pesadillas. Árboles que nos dan sombra, belleza, refugio, alimento, oxígeno, árboles que nos dan la vida. Sería justo devolvérsela cuando nuestros cuerpos ya no la tengan. Que las semillas se nutran de nuestros restos y un día crezca un hermoso roble o un esbelto álamo allí donde mis cenizas acaben reposando. Aunque espero que eso sea dentro de bastantes años, claro :P. Mi alma hobbit adora los árboles, pero no adelantaré acontecimientos voluntariamente; dejaré el sacrificio al albur del azar, el destino o el bromista que se inventó este gran chiste, si es que existe. Hasta entonces, pasearé entre los árboles, respirando el aire fresco y dejándome acariciar por los rayos de sol que se filtren entre las ramas. No estaría de más plantar unos cuantos, de paso. Mientras haya tiempo.


4 comentarios:

  1. Por añadir días de...creo que hoy también es el día de la poesía :D o eso decían en la radio.

    Bonita entrada ^_^

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  2. Me alegro de que te guste la entrada ^^. Elena, no sé por qué veo tu respuesta en el Gmail pero no aquí, pero gracias a ti también :).

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  3. Ahora sí veo tu respuesta, Elena, no sé por qué estaba archivada como spam O_o.

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